La fuerza que caracteriza a las indígenas Borari corre por las venas de Francisca Eloide Lima Chaves. Ella es la encargada de comandar la Brigada contra incendios de Alter do Chao, un paraíso en la selva amazónica que se prepara para la posible llegada de nuevos incendios en la región.



Lima combatió los voraces incendios que el año pasado se expandieron por este oasis de aguas dulces y extensas playas en medio de la Amazonía brasileña y desde este año lidera a un grupo de voluntarios que lucha por salvaguardar del fuego a esta región que se levanta a orillas del río Tapajós, en el estado de Pará.



"La experiencia de ese fuego fue completamente nueva ante cualquiera que ya hubiese vivido. Estamos en la Amazonía y eso tiene una diferencia muy grande (...). Combatir el fuego en la Amazonía es muy distinto y fue un incendio de una proporción muy grande", cuenta en una entrevista a EFE, en referencia a los incendios del año pasado.



Fueron tres días seguidos de combate contra las llamas en septiembre de 2019. Una batalla que, sin embargo, acabó con al menos 1.175 hectáreas de selva en plena área ambiental de Alter do Chao, el 7,34 % de la reserva, y el equivalente a unos 1.080 campos de fútbol.



Y es que el año pasado la magnitud de los incendios en la Amazonía brasileña conmocionó al mundo entero. Solo en agosto, se contabilizaron más de 30.000 focos.



En aquel entonces, la Brigada de Alter do Chao no tenía uniformes de protección y apenas contaba con algunos implementos para combatir los incendios, pero le sobraban ganas y agallas para enfrentar a su voraz enemigo.



"Aquí no teníamos nada, vestíamos unos vaqueros, teníamos cuidado de no ponernos una camisa que fuera inflamable y nos conseguíamos una manta de algodón; como no teníamos pasamontañas antifuego, nos poníamos una camisa en la cara, unas botas de obrero y nos sentíamos lo último", cuenta.



Pero Lima ya conocía de cerca las llamas. Ha enfrentado incendios desde años atrás en áreas metropolitanas del estado de Minas Gerais (sureste), donde vivió 15 años y aprendió a luchar contra el fuego, pero nunca lo había hecho en medio de la selva y tampoco en la región que la vio nacer.



Socorrista de la Cruz Roja, técnica en enfermería especializada en urgencia y emergencia y bombera civil, se formó en Belo Horizonte, la capital de Minas Gerais, una región ubicada a más de 3.000 kilómetros de distancia de su ciudad natal y a unos dos días de recorrido en autobús.



"Cuando llegué estaba recién creado el grupo y por mí currículo en incendios me invitaron a participar en la Brigada. Después de eso formamos 21 brigadistas. No habían pasado ni 15 días cuando sucedió aquel incendio dentro de la savana (como se conoce a un tipo de bioma amazónico)", explica.



Aprender de los errores 



La Brigada y su ejército de voluntarios se convirtieron en el centro de atención en Alter do Chao y sus alrededores, y su trabajo llegó a ser reconocido internacionalmente por organizaciones como la World Wildlife Foundation (WWF) que colaboraron económicamente con su causa.



Sin embargo, a pocos meses de su creación y de haber alcanzado sus primeros triunfos la propia Brigada fue acusada de provocar las llamas en Alter do Chao para conseguir donaciones a su favor, algo que siempre han negado sus líderes.



Por los hechos, cuatro de ellos fueron encarcelados en noviembre del año pasado, pero un mes después quedaron libres tras un hábeas corpus y la Fiscalía devolvió la investigación a la espera de pruebas más contundentes.



Aunque la indagación continúa, no es la primera vez que organizaciones ambientalistas son víctimas de este tipo de acusaciones, en su mayoría provenientes de sectores interesados en sacar provecho de la Amazonía.



Incluso el presidente Jair Bolsonaro, reconocido por su política antiambientalista, sugirió en agosto del año pasado, cuando Brasil estuvo en la mira del mundo por los devastadores incendios en su selva amazónica, que algunas ONG podían estar detrás de ese desastre ecológico para dañar la imagen de su Gobierno.



Pese a que la Brigada siempre actuó de forma coordinada con los bomberos de la región, la ingenuidad y las ganas de querer ser siempre la primera en ayudar la llevó a cometer errores de los que asegura haber aprendido. Por eso ahora el grupo solo va a trabajar mediante oficio para protegerse, pues no se sabe quién está detrás de las quemas ni el peligro al que se puede exponer.



"Va a ser mejor así, porque lo que hicimos antes fue de corazón abierto y lo hicimos por amor pero acabó terminando como se dio", indica la brigadista, que a pesar de todo lo ocurrido no oculta la pasión por lo que hace. "Todo esto me hace sentir muy orgullosa. Soy mujer, soy madre, soy indígena y comando la brigada de Alter do Chao", recalca.



Manos criminales



Aunque algunos incendios son causados por la naturaleza, la mayoría surge de intereses criminales que devastan amplias áreas de las reservas ambientales para después quemar los suelos y convertirlos en áreas ilegales del agronegocio. Los ocurridos en Alter do Chao, al parecer, tienen su origen en la especulación inmobiliaria.



Por ser una región paradisiaca, con reservas indígenas y blancas playas a orillas del Tapajós, el turismo se ha incrementado en los últimos años y las manos criminales han querido aprovecharse de la situación ocupando ilegalmente terrenos en medio de la selva para después venderlos.



Estas ocupaciones han causado la devastación de una amplia zona de la reserva ambiental de Alter do Chao, una unidad de conservación con más de 16.000 hectáreas que colinda con la Selva Nacional Tapajós, una reserva mayor, de 527.000 hectáreas, y que un año más vuelve a estar bajo la amenaza del fuego.



Y es que la Amazonía brasileña empieza a revivir en esta época el drama del año pasado después de contabilizar 6.803 focos de incendio solo en julio, los mayores para este mes desde 2017, que dibujan un escenario sombrío para el resto de la temporada seca.



La deforestación, principal causa de los incendios, se disparó un 85 % en 2019, con 9.165 kilómetros cuadrados de selva talados, y para este año podría alcanzar los 12.500 kilómetros cuadrados, según el Observatorio del Clima, organización que reúne a una treintena de ONG ambientalistas. 

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