El vicepresidente de la Comisión Europea para el Pacto Verde Europeo, Frans Timmermans, reflexiona, en entrevista exclusiva con EURACTIV.com, socio de la agencia EFE, sobre el nuevo paquete de propuestas legislativas que el ejecutivo de Bruselas presentará el próximo julio, con el cual pretende “lograr un equilibrio” entre la defensa del clima, los compromisos de la Unión Europea (UE) con el Acuerdo de París, y los intereses de los sectores que se verán afectados, según sostiene el holandés.
Desde que usted llegó al cargo, la Unión Europea (UE) ha aprobado una normativa climática histórica cuyo objetivo es la neutralidad para 2050. Ahora entramos en una nueva fase del proceso de elaboración de normas, con un paquete de propuestas legislativas que se espera en julio para aplicar los nuevos objetivos climáticos de 2030. Hay muchos componentes en este paquete, ¿cuál será el balance general? ¿Puede identificar los elementos clave y cómo encajarán para formar un conjunto coherente?
El asunto clave es que hasta ahora habíamos acordado reducir nuestras emisiones en un 40% respecto a 1990. Con la Ley Europea del Clima, nos hemos fijado una reducción de las emisiones en al menos un 55% para 2030. Eso significa que tenemos que adaptar todas las políticas que se hicieron para el 40% y ajustarlas a ese 55%.
¿Por qué presento un paquete (legislativo) de 12 propuestas? Porque tiene que haber un equilibrio. Cuando se plantean propuestas, ya sea sobre el régimen de comercio de derechos de emisión (ETS), sobre energías renovables, sobre eficiencia energética, sobre fiscalidad de la energía o sobre emisiones de los coches y las furgonetas, hay cosas buenas y malas para todos. Así que tenemos que lograr un equilibrio.
Esencialmente, diremos a los Estados miembros: ‘todos habéis aceptado el 55%. Eso tiene consecuencias y, por ello, creemos que es un paquete equilibrado en todas las áreas. Ahora les toca a ustedes, en diálogo con los colegisladores, ver si ese equilibrio les resulta aceptable o si debemos retocarlo o cambiarlo’.
Siempre habrá algo que no guste a los Estados miembros, porque sus puntos de partida no son los mismos. Polonia, por ejemplo, sigue dependiendo del carbón para el 70% de su consumo energético, mientras que Austria genera más del 75% de su electricidad de forma sostenible. Así que tenemos que considerar las diferentes situaciones.
¿Cuáles serán los elementos clave de este paquete y cómo encajarán?
Creo que una de las piedras angulares -y no estoy contando ningún secreto cuando digo esto- es el ETS, porque ha tenido mucho éxito. Ha puesto precio al carbono. Ha influido en el sector energético, porque comprenden (en el sector) que, si lo hacen mejor, no tienen que pagar tanto. Así que es un gran instrumento para incentivar, y está claro que tenemos que ampliarlo.
Tenemos que buscar nuevos ámbitos en los que aplicarlo. Pero también en los terrenos que ya existen; debemos examinar con mucho cuidado los derechos de emisión gratuitos, por ejemplo. Y tal vez también tengamos que estudiar muy detenidamente la posibilidad de ampliar el ETS al transporte marítimo o a la aviación.
Al hacer todo eso -y quizás ampliarlo al ámbito de la construcción y al transporte- también tenemos que tener en cuenta los efectos que vamos a provocar. También a nivel internacional, porque hay un precio vinculado a ello, y se entra directamente en el debate sobre el mecanismo de ajuste en frontera por emisiones de carbono (CBAM), que está interrelacionado con el ETS.
El ETS es, evidentemente, el instrumento más claro que tenemos para influir en la reducción de emisiones.
Usted ha mencionado la dimensión internacional: este año se celebrará la COP26. Los mercados de carbono serán uno de los grandes temas de debate. ¿Cuáles serán los objetivos de la Unión Europea en esa reunión?
La semana pasada mantuve en Berlín una larga conversación con el enviado estadounidense para el clima, John Kerry, sobre este tema. Nos sentamos a definir nuestros criterios para que (la reunión) de Glasgow sea un éxito.
Está claro que tenemos que contar con todos los países industrializados, que todos los grandes emisores asuman compromisos firmes. Esa será una de nuestras tareas en los próximos meses: convencer a China, India y otros países de que aumenten su nivel de ambición.
En Glasgow tenemos que llegar a la conclusión de que mantener un aumento de la temperatura global muy por debajo de los 2 °C es todavía factible. Ese es el objetivo general. Luego se estudiará cómo conseguirlo y cómo acelerar la transición energética. Los mercados de carbono son muy importantes para ello.
Creemos en nuestro sistema de comercio de emisiones (ETS). Vemos que los chinos también están desarrollando un sistema ETS. Y también hay sistemas ETS en Estados Unidos.
Pero los mercados de carbono no son la única forma (de lograr los objetivos), también se puede conseguir una reducción de emisiones a través de normativas o de la fiscalidad; es una opción que los países pueden elegir. Lo que funciona es poner un precio al carbono, para influir en el comportamiento de los emisores industriales. Así es como se aborda la reducción de emisiones en el mundo industrializado.
En segundo lugar, es necesario lograr que el mundo industrializado también se sume a ello. Ellos también quieren alcanzar un mayor nivel de desarrollo y mitigar las consecuencias de la crisis climática que ya tienen. Cuentan con que el mundo más rico ponga sobre la mesa el dinero que ya han prometido.
Así que el segundo elemento es asegurarse de que la cuestión financiera se organice para que el mundo en desarrollo se sume (a las iniciativas climáticas) y se dé cuenta de que también es en su interés. Esto es así sobre todo en el caso de África y el Pacífico, donde los países están literalmente amenazados de desaparición a causa del cambio climático.
¿Se refiere al Fondo Verde para el Clima?
Sí. El tercer elemento es ver si se puede llegar a un acuerdo sobre las normas que aplicamos: ¿seguimos las mismas pautas? ¿Hacemos la contabilidad del carbono de la misma manera, por ejemplo? Porque eso es muy importante para determinar si todos vamos en la dirección correcta.
Siguiendo con los temas de cooperación internacional, usted mencionó los planes para introducir un mecanismo de ajuste en frontera del carbono para proteger a la industria de la UE de la competencia desleal. Esto preocupa a los países emergentes, como China y Brasil, que lo han calificado de medida proteccionista. Una de las cosas de las que se han quejado es de la falta de acercamiento diplomático para explicar cómo funcionará el sistema. ¿Qué les dice a estos países?
Que primero tenemos que coordinar nuestras acciones internamente. Es un tema muy complicado desde el punto de vista técnico si se quiere hacer bien. No es una medida proteccionista, ni una medida para generar ingresos. Es una medida para crear igualdad de condiciones y evitar la fuga de carbono. Así que hay que ver muy específicamente a qué sectores afectaría.
En segundo lugar, hemos dicho muy claramente que queremos que esto sea compatible con la Organización Mundial de Comercio (OMC). Ello manda un mensaje directo al mundo en desarrollo, porque las medidas que tomemos en Europa no deben afectarles a ellos ni a su posición comercial.
Una vez que hayamos decidido el mecanismo, llevaré a cabo más acciones de divulgación, todas las que sean necesarias; todos nuestros equipos lo harán para dejar claro lo que esto significaría, mucho antes de (la reunión de) Glasgow.
En tercer lugar, la razón de ser de todo ello es que todos nos hemos comprometido con el Acuerdo de París. Sabemos lo que esto significa en términos de descarbonización de la economía mundial. Aunque no nos importa cómo decidan hacerlo los países, cuanto más ambiciosos sean en la descarbonización, menor será la necesidad de ajuste, ya que hay menos riesgo de fuga de carbono.
Sé que hay mucha inquietud sobre eso en el mundo en desarrollo, lo reconozco, y en el mundo industrializado, obviamente.
Pero en la UE ponemos una propuesta sobre la mesa y luego empezamos a debatirla. Eso no significa que si la ponemos sobre la mesa el 14 de julio, la apliquemos el 15 de julio. Habrá un año y medio, tal vez dos años, de negociación con los colegisladores sobre cómo lo aplicamos.
Por supuesto, no todo el mundo tiene la misma idea de lo que debe ser el Mecanismo de la UE de Ajuste de Carbono en Frontera también dentro de la Unión Europea. En el caso de la propuesta, tenemos una sola oportunidad de hacerlo bien y eso es lo que queremos hacer el 14 de julio.
¿Prevé algún tipo de exención para los países en desarrollo o sería una infracción de las normas de la OMC, ya que tratar a los países de forma diferente lo haría incompatible?
Las exenciones no son necesariamente una infracción. Dentro de las normas de la OMC hay condiciones especiales para los países en desarrollo.
¿Aplicará el mismo marco?
Vamos a esperar. Como principio, el trato preferencial no es incompatible con las normas de la OMC. No quiero extenderme más. Y permítanme ser claro: estamos elaborando una propuesta para evitar la fuga de carbono. Las exenciones no son nuestro punto de partida. El objetivo es proteger el medio ambiente, así que también debemos tener cuidado con los incentivos que establecemos.
¿Qué pasa con los países industrializados, como Estados Unidos, por ejemplo? Algunos Estados de EE.UU. pueden haber implementado sistemas de comercio de carbono, pero otros no lo han hecho o han implementado normas en su lugar. ¿Cómo se decide si los Estados Unidos tienen un nivel de precios del carbono equivalente al de la UE?
Bueno, en primer lugar, Estados Unidos ya llega tarde, así que tenemos que darles algo de tiempo para que se organicen. En segundo lugar, son muy ambiciosos y quieren reducir drásticamente sus emisiones. Podrían hacerlo de diferentes maneras, no todo tiene que ser un ETS.
Creo que las medidas de Estados Unidos serán acordes con el mantenimiento de los objetivos del Acuerdo de París. Podría haber problemas en uno o dos sectores, pero dado que se han comprometido tan claramente a descarbonizar progresivamente, no preveo un problema importante.
Recordemos que en los últimos 30 años hemos reducido nuestras emisiones en más de un 20% mientras nuestra economía ha crecido más de un 60%. Los estadounidenses alcanzaron su punto máximo en 2019, es decir, hace sólo un par de años, por lo que los puntos de partida son diferentes. Pero el recorrido, aunque se elijan instrumentos diferentes, es más o menos el mismo.
Es de esperar que todo esto haga entender que hay igualdad de condiciones y, por tanto, no sería necesario un ajuste (de carbono) en la frontera.
Uno de los temas de la COP26 serán los mercados de carbono. Europa ha liderado con el ETS, que ha permitido una transición para apartarse del carbón. Pero la siguiente fase va a ser un poco más complicada, con la posible inclusión de sectores como el transporte y los edificios. Usted ha expresado antes su escepticismo sobre la inclusión del transporte en el RCCDE (régimen de comercio de derechos de emisión de la Unión Europea), debido a las consecuencias sociales. ¿Ha cambiado de opinión?
Si ampliamos el RCCDE a sectores como el transporte y los edificios, que afectan directamente a los ciudadanos, tenemos que tener en cuenta las consecuencias sociales, tiene usted toda la razón. Porque lo último que necesitamos es pobreza energética.
Además, cuando algunos plantearon por primera vez la idea de ampliar el RCCDE, lo vieron como una alternativa a las normas de emisiones. Esa es la gran razón de mi escepticismo inicial, porque temía que fuera sólo una excusa para no tener nuevas normas de emisión.
Ahora creo que tanto la ampliación del RCCDE como las normas de emisión pueden existir en paralelo. No hay que excluir ni lo uno ni lo otro. Así que creo que ese es un problema que se puede resolver.
Y la tercera cuestión, obviamente, es que nos hemos comprometido a reducir nuestras emisiones al menos en un 55%. Si no reducimos lo suficiente las emisiones en el transporte, tendremos que hacerlo en otra parte. Así que el objetivo sigue siendo el mismo.
Estas son las tres consideraciones que tenemos ahora. Veremos a qué conclusión llegamos en julio.
¿Dejará entonces que los Estados miembros se ocupen del aspecto social?
No, perdón, no es eso lo que he querido decir. Si algunos Estados miembros no quieren una ampliación del régimen de comercio de derechos de emisión, tendrían que decir dónde esperan que se produzcan esos recortes de emisiones adicionales. ¿Prefieren ejercer más presión sobre la industria? ¿O conseguir esas reducciones de emisiones de otra parte? ¿Quieren introducir impuestos? Hay que considerar todas esas cuestiones, y sus efectos sociales.
Porque, permítanme ser muy claro: la enorme transición en la cual estamos, tendrá efectos, hagamos lo que hagamos.
Hay una cuestión eterna en política: la redistribución. Cuando se utiliza la palabra redistribución, la gente piensa que es una cuestión de izquierdas. No, dar facilidades fiscales a las grandes empresas también es redistribución, pero muy de derechas.
En un período de transformación tan fundamental de nuestra sociedad, el Pacto Verde y la transición hacia una sociedad sostenible son la mayor cuestión social a la que se enfrentará la política durante dos generaciones.
Todo el mundo debería ser consciente de ello. Si no nos enfrentamos a esta cuestión social desde el principio, haremos descarrilar todo el proceso. La transición no se producirá. Incluso si el desastre (climático) se avecina con un aumento de la temperatura de 2, 3 o 4°C, la gente seguiría rechazando la transición si la considera injusta.
Otro sector que actualmente no está cubierto por el ETS es la agricultura y la silvicultura. Usted se ha reunido recientemente con los líderes del movimiento “Youth for Climate”. ¿Cuáles son sus perspectivas al respecto de cara a las negociaciones del “trílogo” de la próxima semana? ¿Qué cambios cree necesarios en la Política Agrícola Común (PAC) para alinearla con los objetivos del Pacto Verde?
La reforma de la PAC debe permitirnos aplicar la estrategia “de la granja a la mesa” y la estrategia de biodiversidad. Son dos elementos esenciales si queremos llevar la agricultura por una dirección más verde. Son puntos de referencia muy importantes cuando vaya al trílogo la semana que viene.
¿Asistirá personalmente?
Sí, lo haré. Tengo un gran interés en ello.
Un tercer elemento esencial es que tenemos que dejar claro que también podemos utilizar el primer pilar (de la PAC), que se ocupa de los pagos directos a los agricultores, para orientar el gasto.
El hecho es que, a escala europea, el 80% del dinero sigue destinado al 20% de los beneficiarios, y los llamo beneficiarios porque con mucha frecuencia no son agricultores, sino grandes terratenientes o grandes empresas.
Si nos ponemos de acuerdo para ampliar los (subsidios) ecológicos en la medida de lo posible, podremos apoyar a los agricultores y a sus familias (a transitar) en una dirección ecológica. Creo que esto es muy, muy importante.
Si se pudiera incrementar la posibilidad de reservar tierras para la naturaleza (zonas protegidas), para agricultura de carbono, para reforestar, volver a humedecer las turberas, cuidar los pastizales, no usar pesticidas ni fertilizantes, si se puede reunir ese paquete, realmente se produciría un cambio. Con la Política Agrícola Común nunca se va a producir una revolución, pero se puede crear un cambio, como si un enorme petrolero cambiara de rumbo. Eso es lo que quiero conseguir en los próximos trílogos.
Para terminar esta entrevista, hablemos un poco de las energías renovables. Cuando presentó el plan de objetivos para 2030 hace unos meses, apuntó a una duplicación aproximada de la energía renovable, que va a ser necesaria para 2030 para alcanzar el nuevo objetivo del 55%. Eso es muy ambicioso. ¿Cómo van a conseguirlo?
Sí, es muy ambicioso, pero es factible. En primer lugar, tenemos que reconocer que las energías renovables son el futuro. Esto es lo que hizo la Agencia Internacional de la Energía (AIE) la semana pasada con su informe sobre el cero neto, que me pareció muy inspirador.
A cada minuto que pasa, las energías renovables se están abaratando: serán más baratas al final de esta entrevista que al principio. Sobre todo la solar, pero también la eólica, y la eólica marina en particular. Cada vez es más atractivo invertir en estas tecnologías. Los ingresos están casi garantizados y harán bajar los precios de la energía.
En segundo lugar, para que esto sea un éxito, hay que invertir masivamente en las redes. El sector privado querrá hacerlo porque es muy rentable, pero el sector público tendrá que crear las condiciones adecuadas, con créditos, pero también con el cambio en la forma de (conceder) permisos. Eso lleva demasiado tiempo y hay demasiadas condiciones. Hay que acelerarlo.
En tercer lugar, tenemos el hidrógeno. Cuando presentamos la estrategia del hidrógeno verde el año pasado, se nos decía que nuestro nivel de ambición era disparatado. En aquel momento, llegamos a la conclusión de que podríamos alcanzar los 40 gigavatios de hidrógeno verde en 2030. Bueno, comercialmente ya se ha superado ese objetivo, pero hace un año se consideraba demasiado ambicioso. Así que el hidrógeno está despegando a velocidad de crucero.
El elemento vulnerable en todo esto es la infraestructura subyacente. Por ejemplo, los vehículos eléctricos, que están tomando mucho impulso. Dentro de seis años, un coche eléctrico será más barato, no sólo para ponerlo en marcha – eso ya es así – sino más barato de comprar que un coche con motor de combustión interna.
Pero, ¿tenemos suficiente capacidad de carga? ¿Tenemos suficiente generación de energía renovable para alimentar los cargadores? Esos son los grandes retos. Así que, si me preguntan, ¿es un reto? Crear suficiente generación de energía renovable podría ser el mayor reto energético al que nos enfrentamos, aunque las condiciones económicas sean realmente muy favorables.
Algunos sostienen que, para lograr toda esa electricidad adicional, la Comisión tiene que volver a examinar las normas del mercado eléctrico, que se han reformado hace poco, pero que se supone que no forman parte del paquete legislativo de julio. ¿Se lo están replanteando ahora?
La semana pasada tuve una charla con el vicecanciller de Alemania, Olaf Scholz, precisamente sobre esto. No veo la necesidad de una revisión completa. Si nos encontramos con cuellos de botella que impidan a los Estados miembros invertir o explotar las energías renovables, entonces intervendremos y trataremos de solucionarlo.
Este aumento masivo de las energías renovables, ¿cuánto depende realmente de la biomasa?
Bueno, sin biomasa no lo conseguiremos. Necesitamos biomasa en ese `mix´ energético, pero necesitamos la biomasa adecuada. Me irrita ver las imágenes de bosques enteros que se talan para meterlos en una incineradora. Creo que es insostenible e indefendible.
Pero también creo que, en los bosques primarios, si los cuidas, siempre hay mucha biomasa que puedes aprovechar -incluso ayudas al bosque haciéndolo-. O, en los bosques de producción permanente, nunca se utiliza el 100% de un árbol. Puede haber cerca de un 20% del árbol que no se puede utilizar para la construcción o para otras industrias. Si se utiliza eso en la biomasa, no se pierde nada.
Sé que hay un debate muy acalorado, y los activistas han argumentado que la biomasa es mala por definición. Pero no estoy de acuerdo, también puede haber biomasa buena. Dicho esto, hay que establecer normas y aplicarlas y vigilarlas. Esa será nuestra tarea. Si hacemos todo eso correctamente, si utilizamos los mejores conocimientos científicos disponibles, las últimas tecnologías, entonces podremos hacer un uso sostenible de la biomasa.
Actualmente, según la legislación de la UE, la biomasa se considera neutra en carbono por definición. ¿Es necesario cambiar?
No, la biomasa no se considera neutra en carbono por sí misma, pero la contabilidad es diferente. No se cuenta el carbono cuando se quema, se contabiliza el carbono en la producción, cuando crece. Así es como funciona el reglamento sobre el uso de la tierra y la silvicultura (LULUCF).
Algunas personas argumentan que eso debe revisarse porque la huella de carbono de la biomasa puede ser muy diferente, y que la biomasa ni siquiera debería ser considerada una forma de energía renovable.
Yo no estoy de acuerdo. Siempre que se pueda contabilizar la huella en otro lugar (…) creo que se puede resolver el problema. Porque es diferente a los combustibles fósiles: se toma la biomasa de la vegetación que ha contribuido a eliminar el CO2 de la atmósfera. Así que es un enfoque diferente. Pero no es neutral en cuanto al carbono. Y no pretendemos que lo sea, sólo lo contabilizamos de forma diferente.
Debido a estos problemas, el potencial de crecimiento de la biomasa es necesariamente limitado, ¿no es así?
Sí, lo es, obviamente. Hablemos claro: el 75% de nuestros bosques están deteriorados. Tenemos un enorme reto de biodiversidad. El `ecocidio´ amenaza la supervivencia de nuestros bosques. Desde luego, no subestimo el reto al que nos enfrentamos, pero aun así, creo que la biomasa puede desempeñar un papel muy útil en la transición energética.
¿Cuánto crecimiento de la biomasa supone para 2030? Porque en la actualidad, la biomasa es aproximadamente el 60% de nuestra energía renovable y eso es enorme. ¿Espera que crezca mucho?
No creo que crezca. En proporción a las demás energías renovables, probablemente se reducirá, no aumentará.
Para terminar esta entrevista, un elemento clave del próximo paquete es la fiscalidad de la energía. Pero en la actualidad, la fiscalidad del petróleo y el gas es menor que la de la electricidad. ¿Es algo que le gustaría cambiar?
No es una casualidad que propongamos modificar la normativa sobre fiscalidad de la energía. Tenemos que alejarnos del petróleo, el gas y el carbón. Necesitamos un sistema fiscal justo que lo incentive. Esa es más o menos la dirección que tomaremos. Y me siento muy apoyado en esto por el reciente informe de la AIE sobre el nivel cero.
¿Eso significa gravar menos la electricidad y más los combustibles fósiles?
Bueno, veamos qué forma adoptará. Ya sabe que, cuando se toca el tema de la fiscalidad, los Estados miembros se ponen muy nerviosos, así que hay que ser muy precisos.
¿Y también es necesaria la unanimidad?
Sí, además de todo eso, se requiere unanimidad.