El Museo de Historia Natural de Londres otorgó en 2019 el premio Wildlife Photographer of the Year, uno de los más importantes del mundo de fotografía de naturaleza, al fotógrafo tinerfeño Francis Pérez. Ese mismo año había descendido con su cámara hasta las profundidades de las aguas atlánticas del suroeste de Tenerife para captar la imagen de una ballena herida de apenas tres años. Trataba de nadar, pero no podía: la hélice de un barco le había pasado por encima y le había seccionado la aleta caudal. Hope -como apodaron al animal-, de pronto, se convirtió en el rostro de la presión humana sobre el ecosistema marino.
Se encontraba en un área comprendida entre la punta de Teno, al noroeste de Tenerife, y la punta de Rasca, al suroeste, en uno de los santuarios de ballenas únicos en el mundo, pues en él habitan al menos 300 ejemplares de calderón tropical, la joya de la corona. Se caracteriza por ser un territorio frontera entre aguas someras -de menos de 30 metros- y aguas profundas, donde se encuentran buceadores de profundidad o depredadores de alto nivel muy cerca de costa, entre otras especies. Pero ahora el Serengueti de los cetáceos -como se le conoce en la comunidad científica-, puede verse amenazado por la intención de construir un puerto en esta zona, el de Fonsalía.
En septiembre de 2011, se incluyó este área, la Franja marina Teno-Rasca, en la Red Natura 2000 como Zona de Especial Conservación (ZEC). Europa protegía este santuario para asegurar la supervivencia ya no solo de las ballenas, sino también de otras especies amenazadas en estas aguas como el delfín mular -por el que se declaró la ZEC-, la tortuga verde o la tortuga boba.
Una protección que, podría decirse, llegó a medias. Se dejó fuera un pequeño área en medio de esta zona protegida con vistas a la construcción futura de un puerto. Uno como el que, asociaciones empresariales junto con el gobierno insular, el cabildo de Tenerife y el cabildo de La Gomera, están intentando sacar adelante en la costa de Guía de Isora.
Una 'bomba' ambiental
Natacha Aguilar es doctora en biología marina por la Universidad de La Laguna y especialista en cetáceos de buceo profundo. Cuando atiende la llamada de este periódico, se encuentra en Playa San Juan, un pueblo costero del sur de Tenerife que Aguilar define como "una delicia", porque mantiene su cultura y la biodiversidad marina que le rodea.
Este paraíso tinerfeño de Guía de Isora puede convertirse en uno de los principales nidos de turistas que atraería el macropuerto de Fonsalía. El proyecto incluye la construcción de un dique de 739 metros de longitud y una explanada de 5,5 hectáreas con capacidad para buques, cruceros y más de 460 embarcaciones.
"En un espacio natural protegido terrestre, el límite de ocupación lo marcan los hoteles y las carreteras que llegan a la zona. En un espacio marítimo protegido, el límite de ocupación lo ponen los puertos", explica Aguilar. Si se duplica su capacidad, asegura la bióloga, proyectos como el de Fonsalía supondrían algo así "como levantar un gran hotel de 700 plazas en el corazón de un área marina protegida, esa es la analogía". Y las consecuencias son muy graves.
A pesar de que el proyecto del puerto se enclava en una zona excluida de la designación de la ZEC, todo su perímetro marino está rodeado por ella. Esto significa que, irremediablemente, el tráfico marítimo atravesaría día tras día el santuario.
Como explica Aguilar, entre las primeras consecuencias que tiene la construcción del macropuerto es el incremento del riesgo de colisión con cetáceos y tortugas, y la posibilidad de causarles daños físicos. Uno de los casos paradigmáticos es el de la tortuga verde. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza incluyó a este ejemplar como especie en peligro de extinción. Pues bien, los datos del Centro de Recuperación de Fauna Salvaje del Cabildo de Tenerife indican que, a día de hoy, al menos un 33% de tortugas habían sufrido colisiones con barcos. Algo que, se prevé, aumentará de manera proporcional al incremento del tráfico embarcaciones.
No se debe olvidar que una de las atracciones turísticas más importantes de islas como Tenerife es el whale watching o avistamiento de cetáceos. Eustaquio Villalba, portavoz de la Asociación de Amigos de la Naturaleza Tinerfeña (ATAN), cuenta cómo desde hace más de 20 años, los animales que habitan en la ZEC "han estado acosados, por empresas ilegales, no solamente legales, que llevan a los turistas a visitar a los mamíferos marinos". Al parecer, el Gobierno de Canarias puso dos embarcaciones para controlar esta situación, pero por falta de presupuesto, la administración no pudo llevar a cabo un control efectivo de los visitantes. "No tenían tripulación", asegura Villalba.
"Más de la mitad de los barcos que se acercan a los cetáceos no son profesionales, sino que lo están haciendo de forma ilegal", coincide Aguilar. Esto ocurre todos los días, explica la bióloga, y no solo deja secuelas económicas e intrusismo profesional, sino que "tiene consecuencias muy graves para los calderones porque se está más que duplicando el número de barcos que se les acercan".
El resultado es un aumento del estrés en los mamíferos marinos. Esto lo conoce bien Jacobo Marrero, biólogo marino y miembro de la Asociación Tonina, una organización sin ánimo de lucro dedicada a la investigación y divulgación del medio natural marino. Llevan haciendo el seguimiento de la zona ZEC desde 2014, por lo que han podido obtener cierta información acerca de especies emblemáticas de la zona como los calderones tropicales.
En un estudio, comprobaron que, en la zona norte de la franja protegida -cercana a donde se quiere construir el puerto-, estos animales soportan mucha menos presión. Los resultados indicaron que tenían un nivel de cortisol más bajo que los ejemplares de la zona sur. Como apunta Marrero, "lo que hay que hacer es reducir el impacto, no construir otro puerto". Y es que, le preocupa que el estrés crónico -que ya sufren estos animales y que puede incrementar el macropuerto- está alterando sus vidas hasta tal punto que sus crías están teniendo problemas para sobrevivir. "Si esto sigue ocurriendo, tendremos un problema a nivel poblacional", lamenta el biólogo.
A estos problemas, se les suma la contaminación acústica, por el ruido que emiten los barcos; la contaminación química, derivada de la actividad propia del puerto o factores como el antifouling -un químico que libera biocidas para mantener el casco libre de flora y fauna marina-; y la contaminación lumínica que, como precisa Aguilar, es el principal factor de mortandad de pardelas y otras aves marinas que anidan en Canarias.
Además, la construcción del puerto conlleva verter al mar más de un millón de metros cúbicos de material bruto de cantera, con un total de 3.785.152 m3 materiales totales, por lo que es previsible que la pluma de sedimento impacte en las comunidades biológicas del área y circundantes de las ZEC. El puerto-isla afectaría entonces a hábitats protegidos por la Directiva de Hábitat (arrecifes, arenales someros, y cuevas marinas), especies protegidas en la Red Natura 2000, así como otras especies de aves marinas incluidas en la Directiva de Aves.
A contracorriente de la ciencia
Entre los argumentos que da el gobierno canario está el de utilizar este macropuerto como plataforma para el tráfico de pasajeros y mercancías y así descongestionar otros puertos como el de Los Cristianos. Eso, además de los beneficios económicos que traería en cuanto a generación de empleo y turismo.
Sin embargo, en la isla existen multitud de voces contrarias que ponen en entredicho la viabilidad ya no solo medioambiental, sino también estratégica del proyecto, teniendo en cuenta que ya existen cuatro puertos en apenas 25 kilómetros de litoral.
Tanto la comunidad científica como organizaciones ecologistas insisten en que el tráfico entre Tenerife y las islas menores occidentales puede satisfacerse a través de una gestión inteligente de los ferry's y obras de ingeniería para conectar el tráfico del puerto de Los Cristianos. Como recogen las alegaciones presentadas en 2019 ante la comisión de evaluación ambiental de Tenerife, estas soluciones tendrían un coste económico y ambiental significativamente menor que la construcción de un nuevo puerto en Fonsalía.
En este sentido, el portavoz de ATAN cuenta que la principal razón que se da para seguir adelante con el proyecto del macropuerto es que el de Los Cristianos está saturado, pero, en su opinión, "eso es mentira", porque "lo que está saturada es la ruta de acceso al puerto, provocado por la falta de vías rápidas de acceso". Añade que "la solución no pasa por construir otro puerto, sino solucionar los problemas en los que ya hay".
Recuerda con especial resquemor lo ocurrido en el Puerto de Granadilla, al sureste de la isla. Explica a EL ESPAÑOL que desde ATAN demostraron mediante un peritaje que la construcción de ese puerto era inviable porque el viento hacía inoperativa su utilización para grandes barcos. Incluso, se llegó a presentar ante los tribunales el informe de un capitán de la marina mercante que refrendaba con datos lo mismo que denunciaba la asociación. Pero se construyó. "Después, el tiempo ha demostrado que teníamos razón cuando decíamos que no era viable", lamenta.
Como este, Villalba nombra también otros puertos como el de Garachico, al norte, que se hizo para mejorar las comunicaciones interinsulares y, sin embargo, "no sirve más allá que para alojar embarcaciones deportivas, jamás ha entrado allí ningún ferry".
Desde ATAN lo tienen claro: el proyecto del macropuerto de Fonsalía no supone ninguna mejora en el tráfico de pasajeros y mercancías. El objetivo, denuncian, "es ganar dinero haciendo el puerto y generar unas plusvalías en todos los terrenos colindantes".
Por su parte, Marrero coincide en que este proyecto "no es viable". "Por más que el parlamento de Canarias decida seguir adelante, el puerto incumple todas las normativas de impacto ambiental", apunta, y añade que, además, "el informe de impacto ambiental está obsoleto, habría que rehacerlo".
En diciembre de 2010, el Boletín Oficial de Canarias publicó que, en base a ese Estudio de Impacto Ambiental, la construcción del puerto de Fonsalía presentaba "un impacto residual poco significativo" sobre el medio natural. Fruto de este estudio, se declaró en 2014 que el puerto tendría un impacto moderado y compatible con la conservación de los alrededores.
Fue entonces cuando Natacha Aguilar decidió elaborar otro documento que hacía un análisis crítico del estudio ambiental realizado por el gobierno. En 2019, "lo que hicimos fue realizar un análisis técnico cuantitativo para evidenciar que este estudio tenía carencias importantes que deberían anular su validez", explica. Su estudio fue publicado en la Revista de la Academia Canaria de Ciencia y se envió al Ministerio de Transición Ecológica y el Reto Demográfico, así como al gobierno de Canarias.
Cuenta Aguilar que este estudio recibió una aceptación positiva, aunque aún están esperando respuesta. En la conversación, recuerda que ya en 2018 la propia Dirección General de Costas, emitió un informe desfavorable por adscripción de dominio público terrestre para el proyecto del Puerto de Fonsalía por motivos ambientales. "No dio su autorización al puerto", recalca.
A día de hoy, esta autorización se ha vuelto a solicitar, pero aún no se ha emitido resolución. "Esperemos que se utilice nuestro informe para continuar negando ese permiso", confiesa Aguilar. Y es que un estudio ambiental favorable es lo único que haría falta para que la construcción del puerto saliera adelante, pero, en opinión de Villalba, "esto es imposible", porque toda la comunidad científica coincide en que "tendría un impacto irreversible" sobre el ecosistema marino de la ZEC.
Asociaciones como ATAN han presentado denuncias, no solo a nivel nacional, sino también ante la Comisión Europea para paralizar un proyecto que amenaza una de las zonas más ricas en biodiversidad marina del mundo. Villalba confía en que reinará la cordura: "este puerto no se va a construir".
Y es que pesar de lo controvertido de la situación en la costa tinerfeña y las continuas presiones políticas, existe una oposición frontal de una gran parte de la población. Entre ellos, voces de personalidades del mundo del cine como Carlos Bardem animan a apoyar a la plataforma ciudadana Salvar Fonsalía y a firmar la petición contra la construcción del macropuerto que consideran todo "un atentado ecológico".