Las playas de la Barceloneta, Matalascañas o La Manga podrían tener los días contados. Pero no son las únicas. Los próximos 60 años, los más de 8.000 kilómetros de litoral con los que cuenta España estarán en riesgo, y es que se han convertido en uno de los principales flancos de ataque del cambio climático. El aumento del nivel del mar ya es irreversible y, lo que es peor, imparable. Al menos hasta dentro de varios siglos.
Son conclusiones del Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas en el borrador del Sexto Informe de Evaluación (AR6). El aumento del nivel del mar cada año apenas será perceptible, pero seguirá subiendo milímetro a milímetro.
Que lo haga de una manera más o menos rápida dependerá de lo capaz que sea la población global de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, un aspecto antropogénico íntimamente ligado al calentamiento del planeta. Los cinco escenarios que plantea el IPCC van desde un aumento de la temperatura de 1,5 grados a mitad de siglo a un ritmo de emisiones bajas (SSP1-1.9), pasando por un escenario intermedio (SSP2-4.5) hasta llegar a otras más altas y -se espera- menos probables con 2,6 grados (SSP3-7.0).
Siglas, números y datos que pueden llegar a perderse entre las múltiples hojas de un informe, pero que la NASA ha rescatado para plasmarlos sobre un mapa. En él, en base a la información del IPCC, incluye 15 puntos del litoral español que sufrirán la subida del nivel del mar.
En España, según datos del informe de Naciones Unidas, el aumento del nivel del mar será especialmente notorio en Santa Cruz de Tenerife, Cádiz y Barcelona. En cualquier escenario de emisiones, estos puntos -extensibles a zonas geográficas aledañas- serán los más sensibles de las costas españolas durante los próximos 60 años. La isla canaria de Tenerife, solo en 30 años, puede experimentar una subida del nivel del mar en el mejor escenario (SSP1-1.9) de hasta 26 cm, y ya para el año 2080, la crecida será de casi medio metro (40 cm).
Puntos de las costas de Cádiz y Barcelona presentan cifras algo menores, pero nada halagüeñas. Los modelos que prevén los científicos sitúan la subida del nivel del mar en estas zonas, y en el mejor escenario posible, en 24 cm en el 2050 y de 39 cm en 2080.
Cifras muy parecidas se pueden observar en un escenario intermedio de emisiones (SSP2-4.5), donde para el año 2050, el nivel del mar en las distintas ciudades apenas crecería unos centímetros más. No así en 2080, cuando se espera una crecida más notable, pues el 80% de las ciudades analizadas verían aumentado el nivel del mar por encima de los 40 cm.
La peor parte se la llevarían las costas de Santa Cruz de Tenerife, Barcelona, Cádiz, La Coruña y Santander, con crecidas superiores a 45 cm.
Ahora bien, el informe del IPCC también contempla escenarios mucho peores que incluye como los menos probables. Los modelos prevén que con unas emisiones muy altas de gases (SSP3-7.0), en solo 30 años, las costas españolas pueden sufrir un aumento del nivel del mar cercano a los 30 cm. En 2080, ninguno de los puntos de la costa española incluidos en el análisis del IPCC bajarían de los 40 cm.
Aumentos en el nivel del mar que, como explica Francisco J. Doblas-Reyes, uno de los científicos que ha participado en la elaboración del informe del IPCC, se deben a dos procesos. Por un lado, el calor de la atmósfera penetra en el océano, y eso hace que se expanda.
El segundo proceso sería la fusión del hielo continental, que es que está en las zonas polares, en particular, en Groenlandia y en la Antártida, pero también en los glaciares que hay en Norteamérica o Sudamérica. Ese hielo que antes estaba sobre los continentes, "se va fundiendo y termina llegando al mar", apunta el experto, por lo que el volumen de agua aumenta.
Según Doblas-Reyes, lo que hace "especialmente preocupante" la fusión del hielo continental es sobre todo los procesos que se puedan desencadenar en la Antártida. Son kilómetros de hielo acumulados que forman acantilados cerca del mar y que, si se desestabilizan, pueden comenzar un proceso de fusión, lo que aceleraría también la subida del nivel del mar.
En base a los datos del informe del IPCC, las estimaciones a finales de siglo son de entre 40 cm y un metro a nivel global, lo que a escala local se puede traducir en aumentos superiores. Ahora bien, "si alguno de los procesos de fusión del hielo continental se desencadenara, esta subida del nivel del mar prevista se puede acelerar y alcanzar más de un metro en este siglo y hasta 16 metros en el año 2300", subraya el científico.
Unas crecidas que, en una misma costa, pueden darse a diferentes niveles, Y ocurre porque además del componente climático hay aspectos geológicos que influyen directamente. Entre ellos, la superficie dinámica. Como explica Juan Antonio Morales, geólogo experto en costas y presidente de la Sociedad Geológica de España (SGE), "el mar tiene un relieve: tiene zonas deprimidas, valles, lomas, montes… y esas jorobas cambian de sitio", por lo que el nivel del mar puede cambiar dependiendo también de cómo sea esta superficie.
El experto añade además otro factor: la subsidencia, que es cuando el terreno se hunde por el propio peso de los sedimentos, por causas tectónicas o, a veces, porque el terreno se compacta por extracciones de petróleo o de agua. Es lo que sucede en puntos como el Delta del Ebro o Doñana, zonas sensibles donde el geólogo advierte que "cuando unes este factor [la subsidencia] a la subida del nivel del mar, evidentemente, el aumento es más potente".
Los temporales, un peligro añadido
Emma y Gisele son dos nombres difíciles de olvidar en las costas de Huelva. Son temporales encadenados que azotaron la provincia onubense en el mes de marzo de 2018 y que trajeron semanas de lluvias, olas de más de siete metros y vientos superiores a 100 km por hora con consecuencias catastróficas a nivel social y económico.
Como estos, podrían nombrarse otros casos similares. Situaciones que podrían repetirse cada vez con más virulencia, pues además de un aumento del nivel del mar, el IPCC contempla en todos los escenarios un incremento anual de temporales más intensos. Morales considera este aspecto aún más grave: "Si el nivel del mar cada vez llega más alto, pero encima le sumas más temporales en fechas más anómalas y más fuertes, esto te va a poner los niveles de actuación de las olas en cotas donde nunca antes habían actuado".
Para Doblas-Reyes, hay "una sensación de falsa seguridad", y advierte que un aumento del nivel del mar "va a tener mucha más relevancia cuando vengan tormentas". Lo que ocurre, asegura, es que "aparte del impacto que pueda tener [ese temporal] en la costa, con 20 centímetros 30 centímetros más las olas pueden penetrar entre 20 metros y 30 metros más hacia el interior". Efectos que, según los datos analizados, podrían darse en solo 30 años en varios puntos de las costas españolas.
"Es un riesgo que terminará materializándose", augura Doblas-Reyes.Y es que el aumento del nivel del mar es uno de los procesos que el informe explica que ya se ha desencadenado, que no podemos detener y que continuará durante siglos o milenios. En opinión del científico, "lo que sí podemos hacer es amortiguar el golpe, decidir hasta qué punto estamos decididos a aceptar que se caliente el planeta y, como consecuencia, que aumente el nivel del mar" de manera más o menos rápida.
Crecidas que, además de favorecer la aparición de mayores inundaciones, plantean otros dos riesgos. Según el investigador, esta subida del nivel del mar puede llegar a afectar a los acuíferos y, como resultado, al agua dulce disponible para consumo; además, se da otro "problema muy grave": el de la erosión. Con el nivel del mar más alto, el margen costero que tenemos ahora "está mucho más en riesgo por fenómenos de erosión y de desaparición".
Una de las claves para tratar de mitigar los efectos del cambio climático en las costas está en cómo se proteja el sistema natural. El geólogo pone el ejemplo de dos playas, una al lado de la otra, en la provincia de Huelva: Antilla (en Lepe) e Islantilla (en Isla Cristina). "Las políticas a la hora de construir en estas zonas han sido diferentes", explica. En Islantilla se respetó el cordón de dunas y se construyó el paseo marítimo detrás, por lo que, cuando llegaron los temporales de Emma y Gisele, "no pasó nada", cuenta, porque el sistema dunar actuó como barrera de protección. Lo que ocurrió en la playa de Lepe, sin embargo, fue bien distinto: "El mar destruyó el paseo marítimo, la primera línea de viviendas… se quedaron sin playa, fue un desastre absoluto", lamenta el geólogo.
Casos como este demuestran que hay una gran diferencia en la respuesta de un sistema natural frente a la de un sistema donde el hombre ha intervenido. "Lamentablemente, en todas las zonas del Levante español prácticamente las dunas están destruidas, y todo se ha convertido en paseos marítimos", explica Morales, que asegura que "esas zonas van a sufrir mucho" y se trata, sobre todo, de "zonas urbanas amenazadas en las que cada vez va a haber que gastar más dinero para protegerlas".
En España, en el año 2013 entró en vigor la nueva Ley de Costas que prometía una protección y uso sostenible del litoral. Sin embargo, lo que hizo fue suavizar los niveles de protección de la ribera marítima en favor de la ocupación y las actividades económicas. Al rebajar esa protección de 100 m a 20 m con respecto a la anterior norma, se permitió la regularización de miles de viviendas situadas en dominio público que antes se consideraban ilegales, además de otras miles que podían acogerse a la amnistía de obra.
Morales cuenta que "hay toda una masa de intereses sociales y económicos puestos encima de la costa" que hace "muy difícil" establecer planes de gestión integrada de zonas costeras en los que se estudien políticas concretas para cada zona. Además, critica que "todas las políticas de costas que se hacen en España son de parcheo, políticas aisladas". No entiende cómo no se hace una ley de gestión integrada de zonas costeras que se adhiera a las recomendaciones de la Unión Europea.
Doblas-Reyes coincide con el geólogo en que, además de una reducción de los gases de efecto invernadero y desarrollo de tecnologías de captación de CO2 que deben ponerse en marcha de manera inmediata, una de las formas de mitigación de los efectos de la subida del nivel del mar sobre las costas será la adaptación de las infraestructuras costeras. El objetivo, asegura el científico, es "poder ser resilientes con respecto a los cambios que puedan ocurrir" en las próximas décadas. Cambios que, como ya ha alertado la comunidad científica, serán irreversibles y dependerá sólo del ser humano que sean más o menos graves.