No solo los cerdos comen bellotas. Numerosos invertebrados se alimentan de hojas y otras partes de la encina. Esta es la conclusión a la que ha llegado el científico de la Universidad Rey Juan Carlos, Juan Antonio Hernández-Agüero, que encabeza un estudio que ha recabado información de más de 600 especies de animales vinculados a estos bosques. El trabajo, que publica la revista Diversity and Distributions, se apoya en más de 200 referencias bibliográficas.
"La mayoría de las especies que hemos encontrado se alimentan de hojas (222 especies) o de la madera viva o muerta de la encina (164 especies). La principal familia de comedores de madera son los cerambícidos, unos escarabajos que pueden llegar a medir 6 cm y cuyas larvas pueden permanecer tres o cuatro años alimentándose de la madera de este árbol, antes de hacer la metamorfosis y pasar a estado adulto. Entre los comedores de hojas destacan las larvas de las mariposas, como Malacosoma neustria, una colorida oruga que habita los bosques de media Europa", dice a SINC Hernández-Agüero.
De entre todos los ejemplares analizados, más del 40 % son escarabajos, y las mariposas representan hasta el 25 %. Respecto a las partes de la planta de las que se alimentan, las hojas suponen más del 40 % y la madera el 30 %.
"Este estudio establece el listado más extenso conocido hasta la fecha de artrópodos que se alimentan de la encina. Si queremos conservar las especies que nos rodean, necesitamos conocer su biología. Estudios como este establecen bases de conocimiento que quedan a disposición de otros investigadores y gestores de la biodiversidad", enfatiza el científico.
Depender del hospedador para sobrevivir
Los investigadores han utilizado potentes herramientas de análisis biogeográfico para describir el nivel de dependencia de estas especies con su árbol hospedador. "El 20 % tiene el mismo requerimiento climático que la encina, y muchas de ellas incluso ven restringida su distribución aún más al presentar otras limitaciones climáticas propias", explica Hernández-Agüero.
Precisamente, esas especies son las que tienen más peligro de desaparecer, si enfermedades como la llamada seca que afecta a los encinares –causada por el hongo exótico (Phytophthora cinnamomi)– no se detienen, ya que dependen más fuertemente de la encina para sobrevivir.
Estas estrategias alimenticias estarían explicadas por la evolución de los animales. Existen, por ejemplo, grupos de avispas (Cinípidos) especializadas en la formación de agallas, y un grupo de escarabajos (Cerambífidos), en consumir madera.
Aparte de la encina, otras de las especies que pueden consumir son los arces, álamos, hayas, olmos u otros árboles del género Quercus como el alcornoque o los robles. "El problema es que realmente no hay mucha información. Lo que nosotros observamos es que existen una serie de especies herbívoras, más o menos una de cada cinco, que solo aparecen en climas en los que vive la encina e, incluso, presentan mayores limitaciones climáticas que restringen aún más su distribución. Si la encina llegase a desaparecer de esos climas, es posible que estas no puedan encontrar alimento y acaben de igual forma", apunta el investigador.
Por último, los autores establecen una comparación de los climas preferidos por las plantas y sus huéspedes, para determinar su grado de dependencia, lo que supone una nueva herramienta para poder determinar la vulnerabilidad.
Encinares en peligro
La encina, pese a ser una especie ampliamente extendida, se enfrenta a diversas amenazas relacionadas tanto con el impacto humano –por el cambio de uso de suelo–, como por la propia ecología de la planta –su crecimiento y regeneración natural son lentos–. En las últimas décadas, su situación ha empeorado por la propagación de P. cinnamomi, que puede acabar con el árbol rápidamente.
Actualmente no se encuentra en peligro de extinción, pero estas circunstancias pueden hacer peligrar su supervivencia y la de todas las especies que se alimentan de ella.
"Lo preocupante es que este hongo parece ser más mortal para la planta si se dan condiciones de sequías prolongadas, lo que, según los modelos actuales de cambio climático, va a ser cada vez más común", añade el experto.
Los trabajos de plantación y facilitación de la encina pueden ayudar en este sentido. "Sin embargo, mientras no se produzca un cambio del modelo productivo que ralentice el cambio climático y no detengamos la expansión de patógenos, la encina no estará a salvo", opina el investigador.
Asimismo, alguna de las especies descritas en el trabajo está catalogada como plaga para la encina, aunque en condiciones normales no deberían ser mortales. Sin embargo, si por la perturbación humana desaparecen sus depredadores (como carboneros o herrerillos), pueden reproducirse sin control y suponer un problema para la planta.
Ocho invertebrados amenazados
Hasta ahora, de los ejemplares descritos en este trabajo, solo se tiene información acerca del estado de conservación de 71 de ellas, por lo que los autores destacan la falta de conocimiento en ciertos grupos como los artrópodos. De estas, ocho presentan algún tipo de amenaza de conservación, peligrando su supervivencia principalmente por el impacto humano.
"Hay estudios que apuntan a que en la cuenca Mediterránea se producirá un aumento de las temperaturas y una disminución de la precipitación, por lo que la supervivencia de las especies vegetales, incapaces de migrar como lo hacen las aves, puede estar en peligro", argumenta el experto.
Además, el estudio establece que la dieta de estas especies está explicada por sus antepasados. La mayoría se alimenta de la misma parte de la planta que sus parientes más cercanos. "Se tenían evidencias de que esto pasaba en la fauna del suelo, pero no se sabía que también sucedía entre los herbívoros de la encina", concluye.