La 'muerte silenciosa' que esconde Doñana por perdigones disparados hace más de 40 años
Los ecologistas estiman que hay hasta seis toneladas de plomo que ponen en riesgo la vida de los 60.000 ánsares que invernan en el parque natural.
22 noviembre, 2023 03:27Cuentan las crónicas que desde el siglo XIII Doñana era el coto preferido de caza para la realeza y las clases nobiliarias, debido a su rica y variada fauna. Tal era su atractivo que, aunque se declaró Parque Nacional en 1969, no fue hasta 1983 cuando se prohibió la actividad cinegética en todo el enclave natural. Cuatro décadas después de aquella prohibición, los especialistas estiman que en Doñana permanecen depositadas entre dos y seis toneladas de perdigones de plomo.
"Se trata de un metal que tiene una gran permanencia en el medio y que tarda muchísimo en desaparecer", explica el responsable de SEO/BirdLife en Doñana, Carlos Dávila. La retirada de perdigones de plomo en este parque natural comenzó en 1999; desde aquel año, se han retirado unos 350 kilogramos. "Si lo comparas con la cantidad de plomo depositada, es poco. Pero es la parte más importante que se puede retirar, la que se presenta en la superficie y puede ser ingerida por los ánsares", añade Dávila.
Pese al impacto que puede tener en el ecosistema, los mayores perjudicados de que 'sólo' se haya retirado alrededor de un 6% del plomo estimado son los 60.000 ejemplares de ánsar común (Anser anser) que acuden cada invierno, procedentes del norte de Europa, al Cerro de los Ánsares, la duna móvil más alta de Doñana, para ingerir el grit (una combinación de arena y piedrecitas que el ánsar deja en su molleja para realizar una correcta digestión de los duros rizomas y semillas de los que se alimenta).
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Los cazadores eran conocedores de esta práctica, por lo que esperaban escondidos en hoyos en la arena, desde donde les disparaban. Ahora, el problema ya no es la caza, sino la secuela de aquellos disparos que se prohibieron hace 40 años: "Confuden las piedras que utilizan para la digestión con el plomo. Lo ingieren y sufren una alta mortalidad", indica Dávila.
Cadáveres sin encontrar
El plumbismo es la intoxicación provocada por la ingesta de plomo que sufren los animales. Aunque coloquialmente también se la conoce como la 'muerte silenciosa'. Y es que desde que los gansos ingieren los perdigones de plomo hasta que fallecen pueden llegar a pasar unos 20 días. Por eso, como señala Dávila, "con mucha frecuencia los gansos enferman y mueren, pero no se encuentran estos cadáveres".
Esto explica que no existan cifras oficiales acerca de la incidencia que tiene el plomo en la mortalidad del ánsar. Desde SEO/BirdLife estiman con los 20 kilogramos de perdigones que han retirado este año, han podido salvar la vida de centenares de gansos. De lo que sí se tiene constancia es que la población invernante ha disminuido de forma significativa su periodo de permanencia en España y también el número de ejemplares, pasando de más de 122.083 a 57.000 en 10 años.
Este descenso, eso sí, se relaciona con la sequía que asola la región. El ánsar común es sólo un ejemplo de cómo influyen las escasas precipitaciones en este parque natural. Según los datos del Informe sobre el estado de conservación de las aves acuáticas en Doñana, el enclave cuenta con el censo más bajo de aves acuáticas de las últimas cuatro décadas y el segundo más bajo desde que se tiene registro.
Volviendo a la 'muerte silenciosa', cabe decir que tampoco afecta únicamente al ánsar común, puesto que gran parte del plomo no es expulsado por el organismo y permanece en el animal muerto. En consecuencia, entra a formar parte de la cadena alimentaria de otras especies en las que también puede causar la muerte. "La simple ingesta de plomo es capaz de provocar un colapso en el sistema digestivo de un buitre y matarlo", advierte Dávila.
Además de esta ave rapaz, las águilas imperiales también se alimentan de los gansos envenenados. Esta especie ha sido la responsable de que el grupo de voluntarios encargado de retirar el plomo del Cerro de los Ánsares haya tenido que retrasar su labor desde hace años: "Un buen momento para retirar perdigones es en verano porque es cuando hace calor y la arena, por tanto, está más suelta. Pero ahora tenemos un maravilloso 'problema' y es que hay una pareja de águilas imperiales que se reproducen cercanas a la duna".
Cuándo desaparecerá el plomo
La presencia de esta especie ha provocado que la retirada de plomo se realice en varias jornadas entre septiembre y noviembre. Dávila reconoce que este programa cuenta con apoyo institucional —al estar financiado por el Organismo Autónomo Parques Nacionales—. No obstante, la desaparición de los perdigones de este paraje está literalmente en manos de los voluntarios.
"Utilizar métodos mecánicos, como podría ser una retroexcavadora, es inviable aquí [en Doñana]", apunta Dávila. También se descartan los detectores porque no es un mineral que se caracterice por su magnetismo a temperatura ambiente. "Al ser un sitio extremadamente delicado, nos dejan pocas opciones", lamenta. En concreto, sólo existe una hasta la fecha: "Por ahora, está demostrado que lo que mejor funciona es el método manual basado en el trabajo de los voluntarios".
Teniendo los kilogramos que se han recogido desde 1999, serían necesarios más de cuatro siglos (en los que cada año se retirara la misma cantidad de plomo) para conseguir que este material desaparezca de Doñana. Por este motivo, Dávila cree que es quimérico hablar de eliminar todo el plomo: "Lo que tenemos que plantearnos año tras año es quitar la capa superficial, porque eliminar seis toneladas de plomo en los Ánsares va a ser una labor complicada".
Doñana no es el único espacio que se ha visto afectado por la presencia de plomo. Como denuncian los ecologistas, la caza con munición de plomo ha generado durante décadas una lluvia de perdigones que terminan depositándose en el suelo y en el fondo de los humedales.
Según la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas, el plumbismo genera la muerte anualmente de más de un millón de aves acuáticas. En España, el uso del plomo estaba prohibido en los enclaves protegidos por ley. Pero tras la aprobación de la normativa europea en febrero de este año, la restricción se ha ampliado a todos los humedales del territorio nacional.