Estos días la actualidad informativa la han copado nuestros vecinos mediterráneos: una ola de calor extrema e incendios que parecían recrear el mismo infierno abrasaban amplias zonas de países del Mediterráneo oriental como Turquía, Grecia, Italia, Albania o Macedonia del Norte. Mientras, en España, el mes de agosto arrancaba con temperaturas más frescas de lo habitual para esta época del año. Aunque por poco tiempo.
La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) ha lanzado este martes un aviso especial en el que alerta de la irrupción sobre la Península y Baleares de una masa de aire muy cálida procedente del norte de África. Algo que, junto a la ausencia de nubes, va a provocar un ascenso térmico de las temperaturas a lo largo de esta semana de manera continuada. Desde la Aemet alertan: llega la ola de calor "más intensa, extensa y duradera de lo que llevamos de verano".
Las temperaturas podrán llegar a alcanzar valores superiores a la media para esta época del año. En concreto, durante la jornada del miércoles, los termómetros pueden llegar a marcar los 35ºC en zonas del sur y centro peninsulares, así como en el valle del Ebro y en Baleares, o temperaturas alrededor de los 40ºC en el valle del Guadalquivir.
Como explica José Antonio Maldonado, meteorólogo y director de la agencia Meteored, esta situación de subida de las temperaturas irá in crescendo. El jueves es cuando el calor se empezará a notar más, con temperaturas generalizadas cercanas a los 40ºC, hasta llegar a superar en el fin de semana los 45ºC e incluso alcanzar los 47ºC en el valle del Guadalquivir, en Extremadura y también en la cuenca del Ebro. Unas máximas que no darán mucho respiro, porque irán acompañadas también de unas mínimas inusualmente elevadas cercanas a los 27ºC que traerán noches tórridas en muchas provincias.
Esta ola de calor promete temperaturas asfixiantes de las que solo se salvarán Galicia, el área cantábrica y Canarias, aunque, como prevé la Aemet, no está claro si a partir del viernes y a lo largo del fin de semana podría verse también afectado el archipiélago. Una situación que, en opinión de Maldonado, "será el lunes, en principio, cuando se inicie un descenso generalizado".
Hasta entonces, habrá que lidiar con otros factores, más allá de la incomodidad que puedan traer las altas temperaturas. Y es que esta masa de aire recorrerá el desierto del Sáhara antes de adentrarse en la Península y Baleares, lo que provocará una importante presencia de polvo en suspensión y, en consecuencia, un empeoramiento de la calidad del aire.
A esto se une el riesgo de incendios, que si bien ya de por sí es alto en nuestro país durante la época estival, se eleva aún más cuando las temperaturas alcanzan niveles altos en ventanas de tiempo más extensas. Esto no quiere decir que el hecho de que los termómetros marquen máximas y mínimas más elevadas de lo habitual genere incendios, pero sí son una de las condiciones climatológicas que pueden favorecer su aparición.
Un estudio reciente del Centro de Investigaciones sobre Desertificación (CIDE-CSIC) y la Universitat de Valencia determinó que los cuatro ingredientes principales que provocan los grandes incendios forestales son la ignición, es decir, alguien que inicie la combustión; la existencia de combustible o materia ecosistémica susceptible de incendiarse; que haya condiciones de sequía y condiciones meteorológicas apropiadas, como pueden ser temperaturas muy elevadas que puedan experimentarse durante esta ola de calor. De hecho, en el mapa satelital de Copernicus puede observarse cómo prácticamente todo el país, a excepción del norte peninsular, se tiñe de un color morado por riesgo extremo de incendio.
Olas de calor y cambio climático
Un panorama nada alentador, sobre todo después de conocer esta semana -a través del borrador del sexto informe del Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés)- cuál será la hoja de ruta climática que seguirá España la próxima década: un paisaje árido con temperaturas más elevadas, sequías extremas y la formación de incendios más virulentos.
No obstante, Maldonado, aunque reconoce que la pendiente térmica en el país es ascendente, cree que esta ola de calor no guarda relación con el cambio climático. En esta misma línea la Aemet traslada que olas de calor como las que pueden experimentarse esta semana las ha habido siempre, no se trata de un episodio aislado o poco habitual. Es más, en un informe recopilan las que más han asfixiado al país desde 1975 y subrayan cómo la más notable se dio en el verano de 2015. Fue la más larga registrada hasta la fecha, con una duración de 26 días y en la que se llegaron a soportar temperaturas cercanas a los 40ºC de manera generalizada, a excepción del cuadrante noroeste.
Sin embargo, no hay que dejar de lado lo que la evidencia científica ya ha probado en cuanto a la relación entre olas de calor y cambio climático. En concreto, la ocurrida a finales del pasado junio en Canadá y el noroeste de Estados Unidos, cuando se alcanzaron temperaturas en torno a los 47 ºC. Un estudio elaborado por científicos del World Weather Attribution (WWA), un grupo internacional dedicado a analizar la influencia del calentamiento global en fenómenos meteorológicos extremos, determinó que este episodio habría sido "casi imposible" si el planeta no estuviera atravesando un proceso de cambio climático. Aunque no hace falta irse tan lejos.
La propia Aemet, en su último informe sobre el estado del clima, indicó que nuestro país es uno de los que más sufre el calentamiento global, con temperaturas que han subido hasta 1,7ºC desde la época preindustrial, y 1,3ºC en los últimos 60 años.
Evidencias que van en la línea de informes como el que publicó esta semana el IPCC, que ha repasado toda la literatura científica existente sobre cambio climático, y señala cómo estos eventos serán cada vez más recurrentes, más extensos y más intensos a consecuencia de la incidencia humana sobre la atmósfera.