Cuando se habla de proteínas, el macronutriente alejado de la conocida guerra entre carbohidratos y grasas, no son pocos los que automáticamente lo relacionan con los términos "gimnasio", "musculación" o "suplementos".
Otros identifican este término con "carne" en exclusiva. Y la realidad es que, aunque tengan relación, las proteínas son un macronutriente que va más allá de todas estas relaciones.
Aunque no tan mal visto como los otros, dado que no se suele relacionar a las proteínas con la ganancia de peso o con la actual epidemia de obesidad, tampoco escasean los bulos a su alrededor. Hoy repasaremos tres de estos mitos.
1. Las proteínas no son el combustible del músculo
Una de las primeras dudas que suelen tener los usuarios novatos de cualquier gimnasio es la necesidad de tomar proteínas, sobre todo en forma de batidos, pensando de forma errónea que este macronutriente es esencial y puede consumirse ad libitum. La realidad es otra.
Aunque el consumo medio de proteínas que aconseja la OMS es de 0.8 g/kg/día, cuando se realiza ejercicio físico (tanto aeróbico como anaeróbico) es aconsejable aumentar dicho consumo al menos hasta duplicarlo, según la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard. Equivaldría a un mínimo de 1.6 g/kg/día. Algunos expertos incluso aconsejan superar los 2 g/kg/día cuando la finalidad de la dieta es aumentar la masa muscular.
Sin embargo, a pesar de que es aconsejable aumentar la cantidad media de proteína diaria, este macronutriente no es un "combustible" al uso. El "mejor" fuel para el organismo humano son los carbohidratos, seguidos de las grasas (con excepción de la dieta cetogénica).
Y, si se busca ganar músculo, también se debe ganar peso corporal, por lo que en consecuencia se deberá llegar a una dieta hipercalórica en el contexto de un entrenamiento de musculación. Las proteínas son necesarias pero no son el combustible, sino el componente estructural del músculo y el resto de tejidos.
2. Todas las proteínas no son iguales
De la misma forma que se suele hablar de forma generalizada de "carbohidratos" y "grasas", independientemente de su tipo u origen, con las proteínas suele suceder algo parecido. Y, una vez más, no todas las proteínas son iguales, ni cualquier alimento "rico en proteínas" es igual a otro.
Esencialmente podemos hablar de proteínas animales y proteínas vegetales, dependiendo de su origen, aunque es más importante la cantidad de aminoácidos esenciales que contienen.
Las proteínas animales tienen un mayor valor biológico: se absorben y se procesan de forma más efectiva que las proteínas vegetales. Además, estas últimas no contienen todos los aminoácidos esenciales, aunque combinarlas entre ellas sería suficiente, combinando legumbres y cereales por ejemplo.
Aunque es "más difícil" consumir todos los aminoácidos esenciales en el caso de las proteínas vegetales, no es imposible, ni excesivamente costoso si se organiza un poco la dieta.
3. Las dietas hiperproteicas no siempre son perjudiciales
Según las Guías Clínicas actuales, una "dieta hiperproteica" sería aquella que supere los mencionados 0.8 g/kg/día que aconseja la OMS de forma estándar. Sin embargo, esta cantidad no suele ser suficiente para un estilo de vida saludable donde tiene cabida el ejercicio físico, por lo que acabar llevando a cabo una dieta hiperproteica, aunque sea sin querer, es relativamente fácil. Y también seguro.
Según sugirió un estudio publicado durante el año 2005 en Nutrition & Metabolism, el exceso de proteína que se consume en la dieta y no se aprovecha, simplemente se desecha en las heces o la orina, sin mayores complicaciones. Aún hoy en día son muchos los que relacionan las dietas hiperproteicas con daños renales, y esto es un error de concepto
En individuos sanos, un exceso de proteína sería desechado; sin embargo, si se sufre una enfermedad renal previamente, sí es necesario controlar e incluso reducir la ingesta proteica, pues puede empeorar dicha enfermedad.
Si bien existen casos muy raros, donde el exceso de proteínas puede ser letal, es algo poco común. Ese fue el caso de una culturista australiana, que murió por tomar proteínas en exceso en su dieta. Sin embargo, esta mujer sufría una enfermedad llamada "trastorno del ciclo de la urea".
En esa patología, los desechos procedentes del procesado de las proteínas no se llegan a eliminar correctamente, pudiendo acumularse y causar graves problemas e incluso la muerte. Se trata de una enfermedad rara, genética y hereditaria, y se sabe que solo afecta a 1 de cada 30.000 nacidos.