El déficit de vitamina D está más extendido en las poblaciones del centro y norte de Europa que en las del Mediterráneo, en parte por las horas de sol de las que disfrutamos en el sur y en parte por la dieta, que tiende a ser más rica en alimentos que la contienen como el pescado azul. Pero qué duda cabe de que no comemos todo lo bien que deberíamos, ni disfrutamos del sol de la manera más óptima como para generar este compuesto esencial para la salud respiratoria y de los huesos.
En realidad, el principal aporte dietario de vitamina D, independientemente del lugar de residencia, viene del socorrido huevo de gallina. Son una fuente natural que permite compensar en parte el déficit, por lo que investigadores alemanes de la Universidad Martín Lutero de Halle-Wittenberg (MLU) se propusieron averiguar si habría algún método para potenciar el contenido de la vitamina en el alimento sin recurrir a aditivos o a prácticas que causen sufrimiento y perjuicio a las ponedoras.
Si vitamina D es la "vitamina del sol", pensó el equipo de ciencias de la nutrición y la agricultura, ¿por qué no instalarles 'cabinas de bronceado' a las gallinas para ver qué pasa? Según explican en el artículo que han publicado en la revista Poultry Science, "este método se puede aplicar en los gallineros y granjas avícolas desde ya".
En estudios anteriores, ya habían observado resultados alentadores en "condiciones ideales", es decir, con una lámpara de rayos ultravioleta por gallina. Ahora se trataba de averiguar si en las condiciones de "alta densidad" de la producción de huevos se reproducían los efectos.
Vitamina D, nutriente esencial
En verano, explica el equipo, la gente es capaz de cubrir las necesidades esenciales de vitamina D para nuestro cuerpo en "un 90%" gracias a la exposición de la piel a la luz solar. Ahí es donde se forma mediante síntesis cutánea estimulada por las bandas de luz específicas del espectro ultravioleta. El diez por ciento restante debe provenir, idealmente, de lo que comemos. "Sin embargo, los hábitos de vida y de consumo impiden que mucha gente obtenga suficiente vitamina D", advierte la Dra. Julia Kühn, nutricionista y una de las autoras del estudio.
Durante los meses de invierno, como es de imaginar, la situación empeora, advierte la investigadora, dada la reducción de horas de sol. Por tanto, urge aumentar el aporte de vitamina a través de la dieta, y los huevos de gallina eran candidatos adecuados. "La idea era estimular la producción natural de vitamina D en las gallinas", explica Kühn. "Con lámpara de ultravioleta en los gallineros, trasladarían el enriquecimientos a los huevos que produjeran. Aunque había funcionado en animales individuales, ahora había que probarlo con muchos más".
Las gallinas, conformes
Para comprobar si era factible, por tanto, se seleccionaron dos granjas avícolas que permitieran comparar los efectos entre dos razas distintas de ponedoras, diversos tipos de lámparas y diferentes duraciones de exposición a la luz cada día. Los investigadores no solo analizaron continuamente el contenido de vitamina D en los huevos recién puestos, sino que también monitorizaron el impacto que tenía la iluminación adicional en las aves. Y es que no había garantías de que las gallinas fueran a sentirse cómodas.
"Los humanos no podemos ver la luz ultravioleta, pero pollos y gallinas sí pueden. Por tanto, el reparto horario de la iluminación es un aspecto crítico para la crianza, ya que influencian el comportamiento y el ritmo de puesta", explica Eberhard von Borell, profesor de la MLU, experto en avicultura y otro de los autores del estudio. El cometido de su equipo fue el de analizar cómo respondían las aves mediante grabaciones de vídeo, e inspeccionar su plumaje para detectar posibles heridas provocadas por otros individuos, lo que indicaría su potencial para la actividad y la agresión.
La conclusión, al término del estudio, fue que la idea funciona: tras solo tres semanas de exposición a la luz ultravioleta durante seis horas al día, el contenido de vitamina D en los huevos se había triplicado, cuando no cuadriplicado. Ése fue el tope, sin embargo: en las siguientes semanas, sin embargo, los valores no crecieron más allá. Por otra parte, no se detectaron problemáticas para las aves: ni evitaban las áreas iluminadas con rayos UVA, ni modificaron su comportamiento.
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