Una gran parte de las personas del siglo XXI viven en un dilema constante. Un brete, un comecome. De un lado está esa parte de nuestro ser que quiere estar bien alimentado, en un peso razonable y en una buena forma física. ¿Para qué? Para estar sano, para verse guapo, para recorrer en algún momento de nuestra vida las cumbres del Himalaya… Hay razones infinitas, pero, a pesar de ello, muchas veces las ignoramos. Se debe a que la otra parte de nuestro ser quiere hincharse con comidas grasientas, azucaradas o una mezcla de ambas.
Algunos científicos como Richard Wrangham, autor del libro En llamas: Cómo la cocina nos hizo humanos, han encontrado en la evolución una razonable explicación para nuestra voracidad irracional. Nunca antes en la Historia había sido tan fácil acceder a la comida. Los supermercados, bares y restaurantes pueblan la Tierra y, en ellos, podemos dar rienda suelta a nuestras ansias culinarias. Sin embargo, no siempre ha sido así. De hecho, el ser humano ha pasado más tiempo vagando de un lugar a otro buscando alimento que establecido en una comunidad con excedente de alimentos.
Wrangham explica en su libro que cuando uno de nuestros antepasados encontraba un alimento especialmente calórico, como la miel, se lanzaba a consumirlo. La evolución, en este sentido, favoreció un gusto por la comida muy energética, que favorecía, a su vez, la supervivencia. Ahora las cosas han cambiado porque podemos sobrevivir con alimentos más ligeros y saludables. Los más energéticos, por el contrario, suelen asociarse con la obesidad y las enfermedades cardiovasculares, que, de hecho, son las patologías más prevalentes en los países occidentales.
La comida basura e internet
La gula es, posiblemente, uno de los pecados capitales más adheridos a nuestra psicología, e internet lo sabe. De esta manera, han proliferado usuarios en redes sociales que ofrecen imágenes de suculentas hamburguesas de las que chorrean gotas de queso brillante, denso y amarillo. Casi se pueden oler. Pero no sólo se muestran hamburguesas: pizzas con elásticos hilos de queso, tartas de chocolate que se cortan y liberan una salsa de chocolate, grandes bolas de helado… Todas estas imágenes se rematan con un último broche: el hashtag #foodporn.
Efectivamente, comida pornográfica o porno gastronómico. Este vicioso producto ha cosechado tantos me gusta que la cosa se ha descontrolado. De un tiempo a esta parte, varias páginas porno del comer han traspasado la delgada línea de lo delicioso a lo indigesto. En la gastronomía, muchas veces doble de queso y doble de salsa no siempre es igual a doblemente bueno. Lo que sí asegura es que después de ver una de esas publicaciones necesitarás un Almax.
Esto es lo que ha pasado con la última fechoría de Twisted Food. Se trata de una web que realiza contenido en vídeo para redes sociales en el que se muestran recetas sencillas de comida pornográfica. Pues bien, su última creación ha sido bautizada como Deep fried bbq chicken stuffed pizzadilla. Es decir, pizza-quesadilla rellena de pollo barbacoa bien frita. Pizzadilla, también está bien porque suena como a pesadilla. La receta está causando furor en redes sociales por ser considerada como un bocado imposible.
El vídeo del delito
Lo primero que se ve en el vídeo es un aderezo: pimentón, comino, mostaza, aceite, azúcar moreno, chile, sal y pimienta. Se remojan las pechugas de pollo en esa mezcla infernal y se asan en el horno. Si ese condimento nos parecía poco, tras desmenuzar el pollo se añade cebolleta, cebolla roja, bacon y salsa barbacoa. La pasta resultante se pone sobre una tortilla de maíz y una cama de queso rallado para gratinar y se cierra por arriba de la misma manera. Después el autor del vídeo prepara una salsa a base de crema agria, mayonesa y muchas hierbas y especias.
Cuando piensas que el vídeo ha terminado, comienza el horror. La quesadilla gigante se parte en porciones triangulares, se remojan en harina, huevo y pan rallado y se ponen a freír en aceite. Aquello parecen unas croquetas gigantes. Se reúnen todas en un círculo, se añade salsa base para pizzas, se espolvorea queso rallado para gratinar por encima y se colocan sendas rebanadas de pepperoni. Se funde en el horno y ya está listo para mojar en la salsa y atascar tus arterias. En total, se han utilizado nada menos que 29 ingredientes.
Calcular las calorías de esta receta es, prácticamente, imposible. Sin embargo, salta a la vista que esta bomba calórica es completamente desaconsejable desde el punto de vista nutricional y de la salud. Se trata de una oda a las salsas precocinadas, a la carne procesada y a las grasas saturadas. A todo ello hay que sumarle la gran proporción de alimentos con sabores potentes que pueden causar indigestión y acidez de estómago. Es posible que con esta característica, Pizzadilla nos está advirtiendo de que no nos la comamos.
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