Actualmente existen cientos de dietas o planes alimentarios diferentes cuyo objetivo es la pérdida de peso. Algunos cuentan con más evidencia de su eficacia que otros, pero todos suelen compartir objetivos básicos: reducir la ingesta calórica, promover la saciedad alimentaria y evitar el consumo de agentes tóxicos como el alcohol.
Planes alimentarios como la dieta cetogénica (baja en carbohidratos, alta en grasas) o el ayuno intermitente (comer solo dentro de un plazo estricto o en ciertos días) cuentan con estudios que acreditan su funcionamiento. Otros, como la dieta hormonal, no atesoran ese reconocimiento pero son promovidos por multitud de libros.
La base de esta última moda alimenticia señala que las personas no pierden peso porque sus hormonas no funcionan bien y recomienda hacer ejercicio físico para reactivar el sistema hormonal. Sus defensores afirman que es posible una rápida y significativa pérdida de peso siguiendo esta dieta, pero esto es cierto sólo en parte, entre otros motivos porque la obesidad no es una enfermedad que dependa de un solo factor.
Cómo funciona la dieta hormonal
Según los fundamentos de la dieta hormonal, que se divulgan en libros como The Hormone Diet, publicado en 2011 y escrito por la naturópata Natasha Turner, serían necesarios tan solo tres pasos para perder peso, aumentar la fuerza y sentirse más jóvenes:
- El primer paso sería eliminar de la dieta alimentos tóxicos, como el alcohol, cafeína, azúcar, carne roja, leche de vaca y productos lácteos en general. A su vez, se aumentaría el consumo de otros alimentos como frutas, verduras, aves, pescado, productos lácteos derivados de oveja y cabra y bebidas vegetales.
- El segundo paso implicaría evitar alimentos procesados, edulcorantes artificiales y granos refinados.
- El tercer y último paso implicaría aumentar la práctica de ejercicio físico, tanto cardiovascular o de resistencia como de fuerza.
El paso uno y dos no es demasiado diferente a las recomendaciones de las dietas hipocalóricas en general: reducir productos alimenticios densos en calorias y bajos en densidad nutricional. Así mismo, aconseja aumentar el consumo de verdura, pescado y frutas, lo que implica aumentar la fibra dietética, y por tanto la saciedad alimentaria. Si unimos a esto el paso tres, donde se aconseja hacer ejercicio, ya se cumple con la buscada "quema de calorías" de cualquier dieta que se precie.
El verdadero "secreto" de la dieta hormonal
En líneas generales, la dieta hormonal no implica malas recomendaciones dietéticas. Sin embargo, no está claro que se consiga un reequilibrio hormonal como tal, sino más bien se promueve la pérdida de peso basándose en directrices básicas de cualquier plan alimentario de déficit calórico: consumir alimentos con menos densidad calórica, que en la dieta predominen los productos poco calóricos, buscar la saciedad alimentaria y aumentar la actividad física.
La evidencia científica actual sugiere que los desequilibrios hormonales que supuestamente promueven la ganancia de peso no son una causa, sino más bien una consecuencia de dicha ganancia de peso. Por ejemplo, en la diabetes la característica principal es la resistencia a la insulina; en el hipotiroidismo existe un déficit de hormona tiroidea, y en muchas ocasiones dicho déficit se debe a una mala dieta, aunque en muchas otras se desconoce el motivo. Y, por desgracia, en gran parte de los casos un cambio de dieta sin más no solucionaría la enfermedad de base (aunque sí puede mejorar su control, pero no por modificar los niveles hormonales directamente).
Por tanto, actualmente no existe una teoría viable que demuestre que es posible restablecer el equilibrio hormonal y promover así la pérdida de grasa.
De momento, la dieta hormonal continúa promoviendo los mismos consejos que otros planes dietéticos, pero con otro planteamiento: dividiendo el plan en forma de pasos. Es decir, la moda alimenticia que usa el reclamo "hormonal" en su título promueve el adelgazamiento con mecanismos que nada tienen que ver con las hormonas. De nuevo, ninguna evidencia científica para una dieta que ocupa titulares en todo el mundo.