La industria alimentaria ha sabido ingeniárselas para conseguir que algunos alimentos tengan un aspecto más llamativo del que la propia naturaleza les ha otorgado. Ocurre con las manzanas, por ejemplo, a las que se les da una capa de cera para que estén más brillantes en el supermercado; o con el fiambre de pavo, al que se le añade ácido carmínico para que tenga un mejor color; o con algunas variedades de carne de pollo, cuyo color consiguen que sea más anaranjando y tenga una pinta más apetecible.
Con los huevos ocurre tanto o más de lo mismo. Hace años que los productores utilizan algunos trucos para colorear las yemas a gusto del consumidor, de ahí que encontremos huevos con una yema de un color más amarillo y otras, en cambio, de un color más anaranjado e intenso. Lo mencionaba José Miguel Mulet, biotecnólogo y divulgador de la Universidad Politécnica de Valencia, en un capítulo de su último libro ¿Qué es comer sano? (Destino, 2018), donde abordaba las técnicas que se utilizan para que la carne del pollo industrial se parezca a la de un pollo criado a su libre albedrío.
"Una forma natural de pigmentar el pollo es añadirle pétalos de caléndula al pienso. Incluso, si queremos subirle el tono naranja, podemos añadir caxantina, que es un pigmento rojo que se encuentra, de forma natural, en varias algas y hongos y es el responsable del color rojo de los flamencos (que lo obtienen por la dieta, ya que son incapaces de sintetizarlo)", escribe Mulet. "Trucos similares se utilizan también para colorear la yema de los huevos", añade.
En realidad, que la yema de un huevo salga más amarilla o más anaranjada tiene que ver con la dieta que se le haya suministrado a las gallinas ponedoras (tanto con el tipo de alimentos que comen como con la diversidad de los mismos). De esta forma, si las gallinas ingieren principalmente maíz, el color de las yemas será más anaranjado. Además, si en esa dieta hay también pétalos de caléndula (una planta herbácea de un color naranja intenso), u otro tipo de alimentos ricos en carotenoides (pigmentos orgánicos que se encuentran en distintas plantas), la yema acabará adquiriendo esta tonalidad.
¿Quiere decir esto que las gallinas son criadas al aire libre? No. De hecho, es posible criar gallinas en jaulas que acaban dando huevos con yemas de este color. Basta con alimentarlas de esta forma o, incluso, utilizar cáscaras de naranja o zanahorias. La cosa cambia bastante si, en lugar de maíz, las gallinas son alimentadas con una dieta en la que el componente principal es el trigo o la harina de maíz blanco, que acabará provocando que las yemas tengan un color más pálido, tirando a amarillento.
Sea como fuere, lo cierto es que el hecho de que una yema tenga un color u otro no hará que su perfil nutricional varíe sobremanera. Los huevos, tal y como ya hemos explicado en EL ESPAÑOL, son un alimento más que interesante desde el punto de vista nutricional, que aportan una importante cantidad de proteínas a nuestra dieta y, además, son ricos en ácidos grasos monoinsaturados, y en vitaminas D y A. Así, pese a lo que siempre se ha pensado, el consumo de huevos no está relacionado con el aumento del colesterol en sangre. Así lo confirmó el pasado año un estudio publicado en la revista European Journal of Nutrition, que apuntaba que no había ningún problema en ingerir siete o más huevos a la semana.