Durante el actual estado de alarma ordenado para frenar la pandemia de Covid-19, no han sido pocos los bulos que se han viralizado por redes sociales, y sobre todo vía WhatsApp, asegurando que los supermercados iban a cerrar, o que existiría algún tipo de desabastecimiento. Sin embargo, el último BOE contempla todos estos servicios como esenciales, desacreditando una vez más esos bulos.
Aún así, es común preguntarse: "¿Qué sucedería si nos quedamos sin comida?" Y más de un individuo habría ido más allá, preguntándose cuánto tiempo puede aguantar un ser humano promedio sin comer, y por supuesto sobrevivir a dicha hambruna.
La respuesta es compleja y el rango temporal amplio. Además, cabe destacar que no hay suficiente evidencia al respecto, dado que estudiar la inanición humana sería poco ético. Pero se barajan algunas respuestas al respecto.
Supervivencia sin comer
Con el actual conocimiento sobre el ayuno intermitente, se sabe que no es descabellado sobrevivir más de un día completo sin comer. No se han encontrado afecciones a la salud general del organismo; de hecho, hacer determinadas horas de ayuno de vez en cuando sería una práctica continuada aconsejable. Sin embargo, quedarse sin alimentos de forma involuntaria es una situación diferente.
De media, en un ejemplo típico de un hombre de 70 kg, se calcula que tendría suficientes calorías almacenadas para sobrevivir entre 1 y 3 meses en total. Sin embargo, tan solo es un cálculo, pues se conocen casos de individuos que entraron en huelgas de hambre voluntarias que murieron tras el paso de 45 a 60 días, por lo que sería más realista sugerir que podemos aguantar alrededor de 1,5 a 2 meses de media.
Cuando no se dispone de alimento, el organismo humano está capacitado para sobrevivir usando desde carbohidratos y grasas hasta proteínas, minerales o vitaminas propios para renovar células y continuar dando combustible a las actividades metabólicas cotidianas. Pero estos procesos de autofagia, o uso de tejidos propios como combustible, tienen un tiempo limitado que es casi imposible de calcular.
Se pueden hacer cálculos y especulaciones, pero no existen estudios específicos sobre inanición humana, dado que sería poco ético pedirle a alguien que deje de comer durante un largo período de tiempo para examinar los resultados de dicha falta de alimento; por ello, los mejores estudios al respecto son los de las conocidas huelgas de hambre.
Existen muchos factores a tener en cuenta para prolongar la supervivencia ante una situación de inanición o falta de alimento, desde la edad, el sexo, el tamaño corporal total o el estado físico, hasta la misma salud general o el nivel de actividad física habitual. De hecho, la hidratación es uno de los factores clave a tener en cuenta, pues se cree que beber agua desde el inicio de un periodo de ayuno prolongado puede alargar el tiempo de supervivencia.
Supervivencia sin agua
Como sucede con la comida, es difícil saber cuánto tiempo es posible sobrevivir sin agua, y depende también de muchos factores. Se especula que un adulto en forma promedio aguantaría varios días, pero se sabe que un niño encerrado en un coche en medio de un caluroso verano puede morir de deshidratación en apenas unas horas.
El organismo necesita un suministro de agua continuo para reparar y mantener las células, y es mucho más esencial que la comida si cabe.
Según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), en una deshidratación moderada es posible notar sequedad bucal y lingual, irritabilidad, ojos hundidos, sed y disminución de la orina. Pero si se llega a la deshidratación severa, es posible llegar al letargo, la inconsciencia, reducción del pulso cardíaco, reducción de la presión arterial y reducción drástica de la orina o incluso llegar a la anuria o falta de excreción completa de orina. Una deshidratación severa es potencialmente mortal.
Cómo afecta el hambre
La falta de alimento puede tener diferentes consecuencias según el órgano humano estudiado, aunque todos acaban sufriendo en mayor o menor medida la falta de combustible.
Sistema cardiovascular: Durante la falta de alimento, el cuerpo tiende a descomponer tejidos para usarlos como combustible, involucrando a cualquier tipo de tejido muscular, como el corazón.
Por ello, cuando el corazón no tiene suficiente combustible, tanto el pulso como la presión sanguínea tienden a disminuir y bombear menos sangre alrededor del organismo, factores que en última instancia pueden dar lugar a una insuficiencia cardíaca o fallo en el sistema de bombeo cardíaco, siendo esta una de las principales causas de muerte por enfermedad cardiovascular actualmente.
Sistema gastrointestinal: El estómago y el sistema gastrointestinal en general sufren de forma directa la restricción de alimentos, dando lugar a síntomas como hinchazón, dolor, náuseas y vómitos, alteraciones de los niveles de azúcar o glucemia en sangre, e incluso infecciones bacterianas.
Además, se sabe que una nutrición inadecuada aumenta el riesgo de estreñimiento al debilitar la musculatura intestinal. Así mismo, la falta de alimentos puede provocar una inflamación del páncreas o pancreatitis, dando lugar a náuseas, vómitos y dolor abdominal.
Sistema nervioso central: El hambre afecta también de forma directa al cerebro y al sistema nervioso central. Se sabe que el cerebro por sí solo consume hasta un 20% de la energía total de un día habitual, por lo que privar al cerebro de alimentos puede acarrear dificultad para concentrarse, pensar o dormir, entre otros muchos perjuicios.
Sistema endocrino: El sistema endocrino u hormonal necesita grasa y colesterol para producir hormonas, como el estrógeno, la testosterona, las hormonas tiroideas y muchas otras menos conocidas. Sin dichos nutrientes es habitual percibir disfunciones como menstruaciones irregulares o, incluso, nulas en las mujeres, debilidad ósea (y aumento del riesgo de fracturas), reducción de la tasa metabólica y alteraciones en la temperatura corporal.
Entre los síntomas perceptibles está la sequedad de la piel, pelo quebradizo o incluso caída del cabello.
Como se puede observar, el organismo necesita macro y micronutrientes suministrados de forma más o menos continuada, siendo seguros los ayunos intermitentes de corta duración, pero desaconsejados a largo plazo: sin alimento, el cuerpo empieza a descomponer tejido propio, provocando efectos en todo el cuerpo, siendo difícil determinar cuánto tiempo se sobrevivirá sin alimentos dependiendo de cada individuo.