Que la carne que compramos en el súper está llena de antibióticos, es un bulo que se ha quedado ahí, como arraigado en el subconsciente y se activa cuando nos plantamos frente al refrigerador del mercado y nos disponemos a elegir una bandeja de pechugas de pollo para la cena. Pero según un nuevo informe de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés), no hay nada de que preocuparse. La carne que llegan a nuestros platos está en perfectas condiciones.
En este estudio, se ha analizado la presencia de residuos de medicamentos en alimentos de origen animal en los estados de la Unión Europea en 2018. Para ello, la EFSA ha analizado una muestra de más de 657.000 productos. Solo un 0,3% de los analizados superó los niveles máximos permitidos. O sea, que un 99,7% cumplió con los niveles de seguridad recomendados por la UE.
La conclusión es clara: el pollo que compramos en el supermercado no tiene ni hormonas ni antibióticos. En caso contrario, y ante los estrictos controles de la EFSA para evitar el uso indiscriminado de medicamentos, estos productos no se podrían vender. Entonces, si los datos son tan contundentes, ¿por qué sigue en circulación este mito sobre la carne? Veamos algunas claves:
En la Unión Europea, el uso de antibióticos en animales utilizados para la producción de alimentos está restringido al tratamiento de enfermedades, siempre bajo prescripción veterinaria. Su uso para promover el crecimiento está prohibido, según explica Miguel A. Lurueña, doctor en Ciencia y Tecnología de los Alimentos y autor del blog Gominolas de Petróleo.
Aparición de resistencias
Además, en caso de ser utilizados, hay un procedimiento a seguir para que no queden en la carne residuos en cantidades que puedan afectar a la salud humana. Esto se traduce en respetar un tiempo de espera mínimo antes del sacrificio del animal. ¿Para qué? Pues, en primer lugar, para que este pueda metabolizar los medicamentos administrados y, después, que expulsarlos a través de las heces. De esta forma, el filete de ternera llega a la tienda libre de antibióticos.
Entonces, ¿dónde está la polémica? Según denuncia la Organización Mundial de la Salud, el problema reside en el abuso y uso de antibióticos en animales sanos, lo que está contribuyendo a la aparición de resistencia a estos fármacos.
En este contexto, la institución internacional pide una reducción general del uso de todas las clases de antibióticos en animales destinados a la producción de alimentos, incluida la restricción completa de estos fármacos para estimular el crecimiento y prevenir enfermedades sin diagnóstico previo. "Solo se debería administrar antibióticos a animales sanos para prevenir una enfermedad si esta ha sido diagnosticada en otros animales de la misma granja", apunta el organismo.
Creciente demanda de carne
Según explicaba en otro artículo al EL ESPAÑOL Beatriz Robles, tecnóloga de los alimentos y experta en seguridad alimentaria, "la verdadera preocupación (de la OMS) es que apareciese un tipo de bacteria resistente a todos los tipos de antibióticos que utilizamos ahora porque no tendríamos alternativa, volveríamos a la época en la que estos microorganismos producían la muerte de cientos de miles de persona".
"El volumen de antibióticos utilizados en animales sigue aumentando en todo el mundo debido a la creciente demanda de alimentos de origen animal, con frecuencia producidos mediante ganadería intensiva", apunta Kazuaki Miyagishima, director del departamento de Inocuidad de los Alimentos y Zoonosis de la OMS.
No obstante, la organización destaca que muchos países ya han adoptado medidas para reducir su uso. Por ejemplo, destaca el caso de la Unión Europea, que en 2006 prohibió el empleo de antibióticos para estimular el crecimiento.