La tortilla de patatas es, probablemente, una de las mejores demostraciones de lo que se conoce como el encanto de lo sencillo. Una receta tradicional, que se elabora con tres o cuatro ingredientes (patatas, huevo, cebolla -o no-, y aceite de oliva) y cuyo resultado es exquisito. Un emblema patrio que luce esplendoroso allende los mares, que nos identifica y nos representa: la verdadera marca España es la tortilla de patatas. Pero ojo, que sea una receta sencilla no significa que no se cometan auténticos atropellos en su elaboración y que el resultado pueda dejar bastante que desear.
De un tiempo a esta parte, los supermercados se han lanzado a vender tortillas de patatas envasadas. Y lo han hecho en dos versiones: refrigeradas y congeladas. Ahí es nada. Una solución rápida para aquellos que no tienen tiempo de ponerse a pelar patatas pero que aún está lejos de parecerse a una auténtica tortilla, tanto por su sabor como por su textura. La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha analizado de forma pormenorizada las distintas variedades que podemos encontrar en los supermercados y ha elaborado un ranking con las mejores y las peores.
Antes que nada, conviene señalar que, tal y como explicamos en otro artículo en EL ESPAÑOL, la tortilla no es el mejor plato desde el punto de vista nutricional que podamos meternos en el cuerpo. Las patatas, el ingrediente principal, son un alimento con una baja densidad nutricional y un bajo aporte en fibra, por lo que tienen un índice glucémico muy alto y aportan poca saciedad. Además, tal y como contaba el nutricionista Daniel Ursúa, siempre es mejor comerlas cocidas que fritas. También conviene controlar el aceite (es mejor sea de oliva virgen extra) y la cantidad de sal que le echamos.
Dicho esto, según la OCU, la peor tortilla precocinada que podemos comprar en los establecimientos es la que elabora con cebolla la marca Floristán. Los expertos, que han analizado el etiquetado, la composición nutricional (contenido de grasas saturadas, azúcar y sal), los aditivos que incluye, la higiene y su sabor, concluyen que se trata de una tortilla de "mala calidad". Suspende en tres de las cinco categorías analizadas: etiquetado (3/10), aditivos (1/10) y degustación (2,8/10). Asimismo, aprueba con un cinco raspado en el apartado nutricional y obtiene la mejor nota en el de higiene (9/10).
La OCU explica que los ingredientes en las tortillas caseras y las preparadas son prácticamente los mismos. Sin embargo, el resultado no tiene nada que ver. "El dictamen de los cocineros es que, en general, las tortillas preparadas son productos muy pocos jugosos. Se parecen más bien a bloques compactos donde la patata. La cebolla peca de dureza y el huevo se encuentra excesivamente cuajado", asegura. De la misma forma, también matiza que los aditivos son necesarios para las tortilla refrigerada "para darles textura, mejorar la presentación y evitar problemas de higiene" vinculados con el huevo.
En el análisis, la que mejor parada sale es la tortilla de La Cocina de Senén, que se elabora con cebolla y, según dicen, huevos camperos. Tampoco es que saque una nota excelente (6,8/10), pero los especialistas valoran muy especialmente su sabor. "Hay que tener en cuenta que es una tortilla muy diferente al resto y, por lo tanto, no es comparable", apuntan. "Es un producto congelado, que tiene la apariencia de una gran gelatina rellena de patata, cebolla y huevo crudo, y que se aconseja terminar exclusivamente en la sartén. Al ponerla en el fuego, se va cuajando el huevo a la vez que se deshace la gelatina y se mantiene la forma. El resultado es una tortilla jugosa, con una patata pochada, de textura agradable", resume la OCU.
Así, si lo que quieres es comer una buena tortilla, lo mejor es que aprendas a hacerla en casa. Además de poder controlar la calidad del aceite utilizado y la sal, su coste será también más económico que si la compramos preparada. La mejor tortilla envasada según la OCU, la de La Cocina de Senén, se eleva por encima de los ocho euros, aunque podemos encontrar variedades por poco más de dos euros. ¿Merece la pena? Como dice el dicho, el cliente (o el consumidor, en este caso) siempre tiene la razón.