Hoy en día existen pocas personas que recuerden la vida en los hogares sin electrodomésticos. Para la mayoría de nosotros, la lavadora o el lavavajillas han sido parte de nuestra familia desde que nos incorporamos a ella. El avance de los electrodomésticos no se ha detenido y sigue teniendo el mismo objetivo que antes: ahorrarnos tiempo.
Lo que hace un siglo podía parecer un sueño, hoy es una realidad: podemos pasarnos los domingos viendo películas mientras el aspirador se pasa solo por toda la casa. Nos queda más tiempo libre para trabajar o para entregarnos a nuestras aficiones más personales. Eso sí, ahora somos totalmente dependientes de este paraíso tecnológico.
Cuando uno de nuestros queridos electrodomésticos se estropea nos preguntamos cómo podían vivir nuestros antepasados sin ellos. El frigorífico, de hecho, es probablemente uno de los artilugios más útiles que tenemos en la cocina. Como todos sabemos, sirve para conservar durante más tiempo los alimentos en buen estado y, también, para mantenerlos frescos.
Las generaciones sin nevera
Hace unas generaciones era más habitual hacer la compra a diario para consumir en el mismo día los alimentos. Para mantenerlos fríos solía haber unos compartimentos llamados fresqueras, que estaban separados del exterior por una malla metálica. Esto permitía que los alimentos estuvieran más frescos, pero no llegaba a la capacidad de conservación de una nevera moderna.
Estos electrodomésticos se introdujeron en España a partir de la década de 1950, pero tardaron unos años hasta que las clases trabajadoras pudieron adquirir una. Lo que sí existía en algunas casas anteriormente era refrigeradores, una especie de armario donde se guardaba un bloque de hielo que enfriaba los alimentos que había ahí dentro.
De todas formas, en el año 2020 también existen muchas regiones del mundo en las que deben apañarse con otras soluciones para conservar la comida con frío. De hecho, muchas de estas poblaciones viven en territorios que se caracterizan por ser calientes y secos, como es el caso de Oriente Medio o África. Estas comunidades han desarrollado instrumentos baratos, no contaminantes y que, además, son eficaces.
Una nevera en el desierto
Uno de ellos es el refrigerador de dos vasijas o zeer. Para fabricar uno de estos se necesitan dos cuencos o, incluso, macetas de cerámica sin esmaltar, uno de ellos debe de caber en el otro; arena y agua. Lo primero que hay que hacer es poner arena en el fondo del cuenco más grande, después colocar el más pequeño y rellenar el espacio entre ambos con más arena. Por último, se vierte agua en la arena y se tapan los cuencos con una tapa de cerámica.
¿Cómo se enfrían los alimentos? Por la evaporación del agua. Cuando se ponen los alimentos en el cuenco pequeño y lo tapamos, el agua que hay entre los cuencos se evapora y atraviesa la arcilla. Este proceso, según publica Popular Science, "libera energía en el aire y enfría el espacio en el interior del cuenco donde están los alimentos".
"Es como echarte agua en la cara en un día caluroso; el agua se evapora en tu piel y la refresca en el proceso". De hecho, explican que el refrigerante de la nevera funciona de una manera similar: "usa la evaporación para sacar el calor fuera del frigorífico y, por eso, la parte de atrás siempre está caliente", explica el artículo. El refrigerador de dos vasijas funciona mejor cuanto se encuentra a la sombra y en los climas más secos. Las zonas ventosas también ayudan a que el zeer enfríe a más velocidad.
Los refrigeradores de dos vasijas permiten conservar un vegetal hasta 10 veces más tiempo que lo que dura a la intemperie. Hay que tener en cuenta que en los climas cálidos la fruta y las verduras se estropean antes. Según Popular Science, los vegetales introducidos en este tipo de refrigerador pueden aguantar hasta 3 o 4 semanas, dependiendo de qué alimento sea.