Arona es un pueblecito situado en la costa sur de Tenerife hasta el que cada año llegan miles de visitantes con un firme objetivo: tostarse al sol y entregarse a la vida contemplativa en alguna de sus famosas playas. Sin embargo, la mayoría de turistas desconoce que frente a las mismas aguas que bañan la playa de los Cristianos, a unos cientos de metros en línea recta, se crían algunos de los pescados de mayor calidad de la gastronomía patria en unas innovadoras granjas submarinas. Miles de doradas, lubinas y corvinas de acuicultura made in Spain que, cuando llegan al supermercado, compiten en una guerra desigual contra el pescado turco.
La cría de pescado en granjas en mar abierto es una actividad relativamente reciente en España si la comparamos con Noruega, el principal productor de salmón del mundo gracias a estos sofisticados viveros que instalan en mitad de los fiordos y el espejo en el que se miran los acuicultores españoles. Aun así, España se ha convertido en el quinto país de Europa más importante en producción de dorada y lubina, por detrás de Francia, Italia, Grecia y Turquía, que produjo 504 millones de unidades de juveniles de dorada y lubina frente a los 104 millones que salieron de las granjas repartidas por nuestras costas.
Sin embargo, los productores llevan años denunciando ante la Comisión Europea que las reglas del juego no son iguales para todos. "Lo que hemos tenido que hacer para poder competir es increíble", lamenta el canario Carlos Rendón, presidente de la Asociación Empresarial de Acuicultura de España (Apromar). "Existe una competencia fortísima y desleal con el pescado procedente de Turquía, donde se alimenta a estos peces con piensos no controlados y con productos que en Europa están prohibidos", advierte.
Como ocurre con el salmón noruego, la excelencia de una lubina, una dorada o una corvina depende de distintas variables que entran en juego durante el proceso de cría en jaula. Uno de las principales es la alimentación, que debe cumplir con los exigentes requisitos de la Unión Europea para no dinamitar los ecosistemas marinos de nuestro entorno. "El 65% de lo que cuesta producir un pez de estos es el pienso y el alimento que se le da de comer, que es muy caro y muy especializado", explica Javier Ojeda, gerente de Apromar y una de las personas que mejor conocen la acuicultura española.
Un pescado rico en omega-3
Las lubinas, doradas y corvinas españolas son alimentadas fundamentalmente con harinas y aceites de origen marino, así como levaduras y microalgas ricas en omega-3, un ácido graso que los peces son incapaces de sintetizar por sí solos. Es aquí donde radica la diferencia fundamental de calidad entre los pescados cultivados en España y los procedentes de Turquía. Este factor acaba influyendo no sólo en el precio final, sino también en el resultado final que llega a las tiendas tras el cultivo del pescado en mar abierto.
"¿Qué diferencia de precio hay entre el pescado turco y el español? Pues hasta dos euros y medio e incluso tres. Como tengan sobreproducción, la dorada y la lubina han llegado al mercado a tres euros, muy por debajo de nuestro coste de producción", lamenta Alfred Mormeneo, jefe de producción en uno de los inmensos viveros que hay situados frente a la playa de los Cristianos y que llegan a albergar hasta 300.000 peces en su interior.
Pero la cosa no queda aquí. Según denuncia Mormeneo, las exigencias que existen en los países de la Unión Europea en cuanto a controles relacionados con los sedimentos o la calidad del agua están muy por encima de las exigidas a los productores turcos. "Aparte de que la mano de obra es más barata, su administración les exige 10 veces menos que la nuestra. Así es muy difícil competir. Y luego está el tema de vacunas, antibióticos y controles sanitarios, en el que hay un mundo y casi una galaxia. Cuando entras ya en temas de certificaciones, empiezan a quitarte productos de limpieza, y acabas teniendo sólo un producto que vale 10 veces más que el que tenías antes", explica.
En este contexto y con el objetivo de diferenciar el pescado criado en nuestras fronteras bajo altos estándares de calidad, los productores de lubina, dorada y corvina españoles decidieron lanzar hace seis años el sello de origen Crianza de Nuestros Mares, una estrategia similar a la que se siguió con el plátano de Canarias allá por el año 1992, cuando se abrió el mercado peninsular a la entrada de la banana. "Existía el temor de que el plátano de las islas desapareciera porque su aspecto era peor que el de la banana de centroamérica, que es amarilla impoluta y se vendía por entonces más cara. Hoy en día es al revés", cuenta orgulloso Rendón.
"Las doradas y las lubinas cultivadas y criadas en España tienen el mismo problema que había entonces. Tenemos una competencia fortísima y desleal con el pescado procedente de Turquía. Por lo tanto, lo único que nos quedaba era tratar de copiar aquello que en su momento funcionó, una buena marca", remacha el empresario. "Lo que no puede ser es que se esté comprando pescado turco más barato y en la etiqueta aparezca origen mediterráneo", denuncia el presidente de los productores.
Impulsar un sello de origen como éste, sin embargo, no sólo exige cumplir con la normativa y los estándares de calidad europeos, sino también con los exigidos por la propia marca. Esto es: que se trate de especies autóctonas de su zona de producción, que hayan sido alimentadas en exclusiva con piensos autorizados en la UE, que hayan sido criados en granjas marinas optimizadas para minimizar el impacto medioambiental, o asegurar el origen y la trazabilidad del pescado a lo largo de todo el proceso de manera exhaustiva, desde su cría hasta su comercialización.
Se trata de una nueva vuelta de tuerca para que la lubina, la dorada y la corvina made in Spain, que son criadas en aguas tanto del Mediterráneo como del Atlántico español y que llegan a las pescaderías en un periodo de entre 24 y 72 horas tras salir del mar, puedan ganar la batalla en el supermercado. "El día que logremos que en las cadenas de supermercados haya en el lineal una parte para el pescado turco, a dos euros o un euro, y otra parte para el de Crianza de Nuestros Mares, que valga su justo precio, ese día habremos triunfado", finaliza Rendón.