Consumir raciones diarias de alimentos ricos en flavonoides, compuestos vegetales antioxidantes con efecto antiinflamatorio, se vincula a una protección en adultos de mayor frente al alzhéimer y otros problemas neurológicos como la demencia senil. Así, a los beneficios conocidos de estas comidas como la reducción del riesgo cardiovascular y de cáncer, se suma una probabilidad entre dos y cuatro veces menor de sufrir enfermedades del cerebro.
Así lo ha determinado un estudio a 20 años llevado a cabo con 2.800 participantes mayores de 50 años y coordinado por el Centro Jean Mayer de Investigación para la Nutrición y el Envejecimiento (USDA HNRCA por sus siglas en inglés) de la Tufts University (EEUU). Los resultados se han publicado en el American Journal of Clinical Nutrition. Además de identificar los alimentos antiinflamatorios, los investigadores han podido determinar las raciones relacionadas con la protección del cerebro.
Así, un bajo consumo de alimentos ricos en flavonoles y polímeros de flavoinoides, como las manzanas, las peras y el té, se relacionó con el doble de riesgo de desarrollar ADRD (las siglas en inglés para 'enfermedad de Alzheimer y demencias relacionadas'). Otro tipo de flavonoides, las antocianinas que se encuentran en las fresas y arándanos, suponían un riesgo cuatro veces mayor de ADRD si eran escasas en la dieta.
"Nuestro estudio retrata cómo la dieta se puede relacionar a lo largo del tiempo con el declive cognitivo de una persona, porque pudimos medir la ingesta de flavonoides durante muchos años antes de los diagnósticos de demencia de los participantes", explica Paul Jacques, autor principal y epidemiólogo nutricionista del USDA HNRCA. "Dado que no disponemos de tratamientos farmacológicos para el alzhéimer, prevenirlo mediante la alimentación es importante de considerar".
Los investigadores analizaron seis tipos de flavonoides y compararon los niveles de consumo a largo plazo con la cantidad de casos de alzhéimer y de demencias relacionadas en la tercera edad. Así, pudieron observar que la tasa de menor ingesta, en el percentil 15 o por debajo, de los tres tipos de compuestos antiinflamatorios se relacionaba con un riesgo mayor de problemas neurológicos en comparación con el mayor consumo, en el percentil 60 o por encima.
Para precisar, el percentil de menor consumo se estableció en nada de arándanos u otro tipo de bayas o frutos rojos al mes por las antocianinas, no más de manzana y media por los flavonoles, y nada de té por los polímeros de flavonoides. El percentil máximo, por otra parte, incluía aproximadamente siete tazas y media de comidas con antocianinas, ocho piezas de manzanas y peras, y 19 tazas de té a lo largo de 30 días. Los otros dos percentiles contemplados, de 15 al 30% y del 30 al 60%, que equivaldrían a consumos moderados, no se tradujeron en efectos significativos.
Para medir el efecto a largo plazo del consumo de flavonoides, los expertos emplearon cuestionarios dietéticos, rellenados en exámenes médicos aproximadamente cada cuatro años por los participantes en el Framingham Heart Study, una cohorte poblacional de varias generaciones examinada en principio para detectar factores de riesgo cardiovascular. A medida que algunos de los participantes iban desarrollando declive neurológico, la información de sus cuestionarios empezó a descartarse en base a su inexactitud ligada a sus problemas cognitivos.
Los autores reconocen limitaciones en ese sentido, dado que los cuestionarios nutricionales tienden a basarse en la buena fe o la capacidad de memoria del participante. Además, la mayoría eran de ascendencia europea (blancos), y la dieta no es el único factor que puede predisponer a las enfermedades estudiadas, como el nivel socioeconómico y educativo, el Índice de Masa Corporal u otros hábitos que afectan a la salud como el deporte y el tabaquismo. Los autores, sin embargo, los contabilizaron en el análisis estadístico final.
La conclusión, subrayan, es que no hace falta mucho para mejorar el perfil dietético que permita obtener estos beneficios para la salud: "Una taza de té diaria, o un puñado de bayas o frutos rojos dos o tres veces a la semana". Además, subraya Jacques, la edad de inicio del estudio, los 50 años, demuestran que nunca es tarde para cambiar de hábitos. "El riesgo de demencia se acentúa realmente a partir de los 70, así que el mensaje llegados la cincuentena debería ser que hay que empezar a cuidarse si no lo estábamos haciendo ya".