Las últimas generaciones nos caracterizamos por habernos hinchado durante nuestra infancia de todo tipo de chucherías y aperitivos. De todos ellos, hay pocos tan icónicos como las Pringles. Una especie de chips de forma ondulada y que encajan unas encima de otras perfectamente y que se guardan en envases tubulares. Muchos de nosotros las ubicamos mentalmente en el grupo de patatas fritas, pero —¡oh, sorpresa!— no lo son.
Puede que alguna vez nos hayamos tirado en un sofá a comer este aperitivo y a contemplarlo pensativos. ¿Cómo harán para que sean todas iguales? ¿Las habrán cortado así y frito de alguna forma especial? No, en realidad las Pringles antes de freírse son una masa que se deja plana y en ella se hacen recortes de igual forma y tamaño entre ellos. El resultado es el aperitivo con forma de silla de montar que nos han colado como patatas.
Los ingredientes de esta masa que da lugar a las Pringles pueden consultarse en el envase. Se trata de una lista larga, como todo ultraprocesado. El ingrediente más presente son las patatas deshidratadas —un polvo que compone la inmensa mayoría de los purés de patatas de sobre—, que se mezcla con harinas y almidones de diferentes cereales, maltodextrina, levaduras y sal. Todo ello se fríe en aceite de girasol y de maíz.
Hay que destacar que la proporción de patata en el resultado final ronda el 42%. Es decir, se parece más a unas galletas saladas con algo de patata que a unas patatas fritas. Este producto, como la mayoría de los snacks del supermercado, no es nada saludable. Se trata de un alimento con un alto índice glucémico por estar fabricado a base de patatas y de cereales refinados.
Pringles e índice glucémico
La patata es un vegetal que la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard ha pedido que dejemos de considerar como verdura u hortaliza. La petición se debe a que la patata es un alimento con un alto contenido en almidones y reducido en fibra, por lo que el azúcar que oculta se absorbe rápidamente en el cuerpo. Pero, además, cuando este vegetal se machaca se rompe el almidón, según este artículo de EL ESPAÑOL, y el índice glucémico aumenta.
Además, la fritura de esta masa también deja en ella el rastro grasiento de los aceites de maíz y girasol, que no son lo mejores que se pueden utilizar para este uso. El producto tiene un valor energético de 540 kilocalorías por cada 100 gramos y el 33% de su composición son grasas. Es decir, es producto demasiado energético, que se vende en botes de 200 gramos y que, además, se suele combinar con refrescos azucarados o bebidas alcohólicas. Un combo que motiva el aumento de peso y sus enfermedades asociadas.
Las Pringles son consideradas en los supermercados como productos de aperitivo fritos o aperitivo de patata, pero nunca como patatas fritas. Esto se debe en parte a una decisión del Tribunal Supremo británico. Reino Unido cuenta con un IVA superior para las patatas fritas que para las galletas saladas: nada menos que un 17,5% para las primeras, y un 5% para las segundas. El país anglosajón quería que Procter & Gamble (P&G, dueña de Pringles) pagase el IVA más costoso.
Sin embargo, en 2008 las Pringles dejaron de ser consideradas como patatas fritas tras alegar la empresa que tienen un color uniforme, una forma regular, se deshacen en la boca y contienen harina. Unas características que las diferencian claramente de ese grupo de productos con un IVA mayor y le permitieron optar a un impuesto menor.