Aparte de los picores de nariz y los estornudos propios de esta época, una de las señales que nos confirman que la primavera ha llegado son las cajas de fresas que aparecen en fruterías y supermercados. Esta fruta roja es una de nuestras favoritas por su icónico sabor, pero su temporada no dura demasiado. De hecho, es difícil encontrar una caja en la que todas las fresas se encuentren en su momento óptimo.
Cuando compramos fresas sabemos de sobra que debemos darnos prisa en comerlas. No suelen aguantar en el frutero demasiado tiempo en perfecto estado. A las pocas horas comienzan a aparecer zonas blandas y más oscuras que nos indican que la fresa está comenzando a echarse a perder. Debemos evitar las que se hayan puesto malas porque han podido ser invadidas por microorganismos que producen toxinas.
La culpa de que las fresas se echen a perder está, en muchas ocasiones, en el tamaño de las cajas. Compramos paquetes demasiado grandes porque no hay más opciones. No hay por qué preocuparse: existen maneras de alargar la vida de las fresas que has comprado. De todas formas, si sabes desde el principio que van a sobrar fresas, puedes congelar una parte de ellas y utilizarlas más adelante en otras recetas.
Un nuevo recipiente
Si eres de los que, después de comprar las fresas en el supermercado, las dejas en el frutero o sobre la encimera de la cocina, debes saber que esta no es la mejor forma de que se conserven más de un día. Nada más llegar de la compra debemos dedicarles un tiempo a estas frutas para almacenarlas de la mejor manera posible. Para ello, debemos empezar echando un vistazo al producto que hemos comprado.
Encontrar fresas que comienzan a mermar el mismo día que las hemos comprado no es algo extraño. Lo primero que debemos hacer es identificarlas para, o bien desecharlas —si están muy afectadas—, o bien cortar las partes dañadas y consumirlas ese mismo día. Es importante separar las fresas para que las que están echándose a perder no afecten al resto. Lo siguiente que debemos hacer es cambiarlas de recipiente.
Los que vienen con las fresas no son los mejores porque no permiten que haya espacio entre estas frutas. En este sentido, necesitaremos uno amplio en el que las fresas no se toquen entre ellas y tapados con un papel film con agujeros para evitar que se acumule el gas carbónico en su interior. Si queremos mejorar la supervivencia de estas frutas podemos poner un papel de cocina en la base para que absorba parte de la humedad.
La importancia del tallo
La humedad es uno de los principales aspectos que acelera el proceso de merma de las fresas y, por esta razón, no debemos lavarlas hasta el momento previo de consumirlas. Tampoco debemos quitarles ni las hojas ni los tallos hasta ese mismo momento porque hace que se conserven más frescas. El último paso es introducirlas en la nevera el mismo día que las compramos para evitar que se marchiten demasiado pronto.
Al comprar un paquete de fresas en el supermercado debemos elegir aquellas que tengan un color rojo intenso y el tallo verde y evitar las que están parcialmente blancas o verdes y tengan el tallo seco. Este aspecto también determina en gran medida cuánto aguantan las fresas en nuestra cocina. Si seguimos estos trucos, podemos tener fresas en buen estado durante unos cuatro o cinco días.
Más que una fruta, la fresa es "un engrosamiento del receptáculo floral" de la planta de la que procede, según la Fundación Española de Nutrición (FEN). La temporada de las fresas comienza con el final del invierno y llega hasta el principio del verano. Contienen un número bajo de kilocalorías porque casi el 90% de su composición es agua y destaca por tener un contenido de vitamina C ligeramente superior a la naranja.