Las ensaladas preparadas que venden en los supermercados y algunas de las que sirven en los restaurantes son las que pueden ser problemáticas. No es raro que incorporen alimentos insanos que disparan la densidad calórica del plato.
Nos referimos a aquellas que incorporan diferentes salsas, pollo rebozado, pan frito o bacon, entre otros alimentos que aportan a la dieta elementos poco interesantes como exceso de grasas saturadas, azúcares, sal y calorías de más.
O sea, que estas ensaladas pueden llegar a ser tan poco sanas y calóricas como una hamburguesa. Por ejemplo, una ensalada césar puede llegar a tener unas 650 kilocalorías, 10 gramos de grasa saturada y unos 3,5 gramos de sal. Es decir, se trata de una auténtica bomba para la salud.
Así, hay que asegurarse de que las ensaladas incorporen alimentos frescos, como verduras y frutas, proteínas de calidad cocinadas a la plancha o al vapor, como los huevos, el pescado, las legumbres, frutos secos o semillas, evitando las frituras y los rebozados y los alimentos procesados con exceso de grasas, sal y azúcar. También se pueden añadir quesos bajos en grasas como el requesón, queso de Burgos, feta o mozzarella.