El consumo de frutas y verduras en España sigue estando muy por debajo de lo recomendable, especialmente entre las personas que, por horario y hábitos, comen rápido y fuera de casa. Aunque nada sustituye a los productos frescos, existe una alternativa saludable que la cadena de supermercados Mercadona lleva tiempo desarrollando, la de la fruta desecada. Así, a las bolsas de gajos de manzana y de rodajas de piña seca se une su relanzamiento de los dátiles sin hueso.
Las transformaciones de productos de origen vegetal no están exentas de suspicacias: la recomendación de los expertos pasa por leer bien las etiquetas, porque no es infrecuente que a un alimento presuntamente saludable se le hayan añadido ingredientes insanos como sal, grasas o azúcares para mejorar su palatabilidad o su conservación. Pero este no es el caso de la desecación de la fruta, que consiste sencillamente en eliminar el agua contenida en el producto mediante procedimientos como los túneles de secado o la liofilización.
Se trata de una fórmula antiquísima a la que la humanidad ha recurrido desde hace generaciones para obtener comida que resulte nutritiva sin deteriorarse más rápidamente. Al perder el agua, que puede llegar a constituir el 80% del volumen de la pieza, la fruta sigue conservando sus valores nutricionales como la fibra alimentaria, los compuestos antioxidantes y las vitaminas. En el caso de los dátiles, son un fruto del desierto, por lo que prácticamente se podrían considerar 'pre-desecados'. Sin embargo, la preparación anterior incluía aditivos que los hacían menos idóneos.
Efectivamente, según recoge el portal independiente de información nutricional Open Food Facts, los dátiles desecados de Hacendado añadían a la fruta deshuesada un azúcar (glucosa), una grasa (aceite de girasol) y un conservante, el E-202. Todo esto ha quedado eliminado en el nuevo producto, por lo que estos dátiles quizás no tengan una vida útil tan larga una vez abramos la bolsa, pero queda compensado por la garantía de tratarse de fruta al natural.
El consumo de fruta seca, no obstante, presenta algunas problemáticas en comparación con la fruta seca. El principal es la concentración calórica en raciones de menor volumen y menos saciantes que la pieza entera. Por ejemplo, si nos diera por tomar 100 gramos del snack de manzana deshidratada de Mercadona, serían 363 kcal y 65 g. de azucares naturales, cuando la UE recomienda no superar los 50 diarios y la OMS lo rebaja hasta los 25 g. Una manzana de 150 gramos, por el contrario, solo aporta 13 gramos de azúcares naturales, perfectamente asimilables en cualquier dieta saludable, además de inducir saciedad.
El dátil, sin embargo, es una excepción por el motivo previamente expuesto: contiene de forma natural tan poca agua que la distinción entre tomarlo desecado y en otras presentaciones, como en rama, es casi inexistente. Y forma parte de su propia naturaleza el ser una bomba calórica: cualquiera de las dos presentaciones nos aportará más 300 kcal por 100 gramos de producto. Si nos descuidamos e ingerimos de una sentada la bolsa entera de 350 gramos, habremos superado las 1.000 kilocalorías, la mitad de la ingesta energética recomendada para un adulto por día.
Eso no quiere decir que el dátil sea desaconsejable, al contrario: es rico en fibra, con más de ocho gramos por cada 100 de producto, e interesante por nutrientes como el potasio, el magnesio y la niacina. Como sucede con otros alimentos saludables pero densos como los frutos secos, la clave está en las raciones: más que un 'picoteo', deben tomarse como uno de los alimentos principales del día, a la altura de otros como las carnes, y en cantidades que no superen un puñado.
Hay otro aspecto interesante, y es que estos dátiles pueden servir, una vez triturados, para sustituir al azúcar refinado en recetas de repostería. Seguirán siendo dulces, aunque con menor intensidad, y conservarán algunas propiedades beneficiosas de la fruta como la fibra. El problema es que, de forma similar a lo que ocurre con los zumos, los azúcares naturales se transforman al batir la fruta: pasan de intrínsecos a libres, más fáciles de absorber por el intestino y con mayor impacto sobre la salud. Cambiar azúcar por dátiles no implica, por tanto, "carta blanca".