El consumo de azúcar tiene que ser limitado, especialmente cuando hablamos del azúcar añadido a productos procesados o el exceso de azúcares libre por otras vías, como el popular zumo de naranja en España. Sin embargo, dependiendo de su origen, no todos los azúcares son igual de perjudiciales.
El problema es su consumo en exceso ya en edades tempranas: los efectos serían aún más graves que la obesidad infantil, una enfermedad que tiende a alargarse en la edad adulta. Un nuevo estudio publicado en Frontiers in Neuroscience sugeriría que los perjuicios del azúcar podrían aumentar además el riesgo de hiperactividad y deterioro cognitivo en la edad adulta.
El estudio, que en este caso se llevó a cabo en ratones, corrió a cargo de la profesora de neurociencia Selena Bartlett y sus colegas de la Queensland University of Technology (QUT) de Australia.
Según recuerda Bartlett, multitud de niños, adolescentes y adultos, no solo de Australia sino de más de 60 países incluída España, consumirían más de cuatro veces el nivel de azúcar recomendado por la OMS, que se sitúa actualmente en los 25 g de azúcar libre por persona y día.
Los malos hábitos alimenticios dan lugar a la obesidad, pero también se ha demostrado su relación con comportamientos impulsivos como un consumo excesivo de alimentos y bebidas procesadas. Sin embargo, se desconocen sus efectos a largo plazo a nivel cognitivo.
Durante el estudio se analizó el comportamiento de los ratones de solo cinco semanas de edad, los cuales consumieron un exceso de azúcar durante un periodo de 12 semanas.
Con el paso del tiempo, se hizo evidente un aumento de peso, pero también una estimulación anormal y excesiva del sistema nervioso en respuesta a las novedades, y una alteración de la memoria episódica y espacial. Serían resultados similares a los reportados en trastornos como el TDAH.
Bartleet sugiere que sería necesario realizar ensayos similares en humanos, pero aún con los resultados actuales, los perjuicios del consumo excesivo de azúcar ya desde la etapa infantil poseen evidencia sólida.
Adicción al azúcar
De momento el concepto "adicción al azúcar" y la clasificación de este como sustancia de abuso aún es tema de debate, aunque sí existe una evidencia creciente de superposición entre los circuitos cerebrales y las vías de señalización molecular involucradas en el consumo de azúcar y el abuso de drogas.
Como recuerda también Bartlett, no son pocas las personas que consumen azúcar y alimentos determinados para obtener placer y consuelo, más allá de regular el equilibrio energético. Se trataría de un deseo puramente hedonista basado en los alimentos sabrosos, los cuales a su vez impulsarían una sensación de recompensa. Así, comer en exceso podría afectar e incluso anular la capacidad de regulación. Un fenómeno similar a las adicciones a drogas conocidas.
Teniendo en cuenta la evidencia ya disponible de que el exceso de consumo de alimentos ricos en azúcar dentro de la Dieta Occidental contribuyen a la obesidad, y sin olvidar que también existe evidencia de relación entre déficit de atención e hiperactividad con el sobrepeso u obesidad, podría establecerse también una nueva relación. El exceso de azúcar participaría en el desarrollo de estos síntomas, similares al TDAH de los países occidentales, aunque esto no significaría que el azúcar cause dicha patología.
Pero, por otro lado, los investigadores señalan que no está claro si el consumo crónico y excesivo de azúcar libre, a partir de la infancia, tendría el mismo impacto negativo en el sistema nervioso, las emociones o la cognición, como sí sucede con otras drogas adictivas.
De momento el nuevo estudio contribuye a resolver algunas dudas, pero debería poder reproducirse y estudiarse en seres humanos. Lo que sí se ha visto también en el nuevo trabajo es que si se reduce la ingesta diaria de azúcar libre hasta cuatro veces, sería posible prevenir el aumento de peso inducido por el azúcar.
Es decir, cumplir las recomendaciones de la OMS de no superar los 25 g diarios de azúcar sí sería eficaz. Y también podría limitar los síntomas de hiperactividad y deterioro cognitivo, al menos en ratones.