Si la relación entre la dieta y la prevención del cáncer está sobradamente demostrada -una alimentación rica en vegetales y frutas, con efecto antiinflamatorio y antioxidante, está relacionada con una reducción del riesgo-, los efectos de la nutrición cuando el tumor ya está presente exigen una mayor cautela. Aunque sí hay indicios de algunos enfoques nutricionales que pueden ayudar al tratamiento, como es el caso de los champiñones y el cáncer de próstata, el riesgo de atribuir propiedades curativas a la comida puede conducir a pseudoterapias perjudiciales.
El caso que nos ocupa, recogido en la revista Frontiers in Nutrition, es muy especial, particularmente por tratarse del peor y más letal de los tumores cerebrales, el glioblastoma. Tal y cómo recuerdan los autores del estudio, la ciencia apenas ha progresado en su tratamiento en los últimos 100 años. La inmmunoterapia consigue mejorar la calidad de vida del paciente, pero su supervivencia media no tiende a superar el año de media tras el diagnóstico. Y aunque es más frecuente en pacientes mayores, tristemente también puede darse en jóvenes e incluso niños.
En esta terrible situación se encontró Pablo K. un joven británico de 26 años atendido en el Hospital Universitario Plymouth NHS Trust de South Devon. Tras sufrir episodios de parálisis facial lateral y convulsiones, se le dignosticó un tipo de glioblastoma específico, el caraterizado por la mutación en el gen IDH1. El paciente, por motivos "de creencia cultural" según el artículo, era reacio a recibir el tratamiento con quimioterapia y radioterapia, por lo que se le ofreció una alternativa que la Sanidad británica contempla en principio únicamente como complemento: la terapia metabólica cetogénica (KMT por sus siglas en inglés).
Este enfoque nutricional, efectivamente, es empleado como acompañamiento al tratamiento de algunos tipos de cáncer y se basa en el principio de la 'dieta keto': una limitación estricta de la ingesta de carbohidratos por un aumento de las grasas. Concretamente, este paciente tuvo que comprometerse a una alimentación diaria compuesta por 1.696 kilocalorías de grasa, 264 kcal de proteína y 48 kcal de hidratos. La juventud del paciente que mejoraba el pronóstico, su compromiso con la terapia nutricional administrada y la presencia de la mutación IDH1 que tiende a una menor letalidad animaron a sus médicos a plantear este enfoque.
"El glioblastoma, como muchos cánceres malignos, depende de la fermentación para la síntesis de energía y la supervivencia", explica Thomas Seyfried, profesor de Biología del Boston College (EEUU) y coautor del estudio. "La restricción simultánea de los combustibles fermentables, como la glucosa y la glutamina, al tiempo que se elevan los cuerpos cetónicos imposibles de fermentar, ofrece una estrategia terapéutica sin toxicidad para controlar el glioblastoma. Necesitamos más estudios para probar esta hipótesis en nuevos pacientes diagnosticados".
El joven había recibido el diagnóstico en 2014; durante los tres siguientes años, el tumor cerebral creció "muy lentamente" según los investigadores. En 2017 sufrió un edema vasogénico, por lo que tuvo que ser sometido a una intervención quirúrgica para aliviar la presión en la zona y extirpar la masa tumoral. A raíz del incidente, y del nacimiento de su primera hija, el paciente "intensificó" la KMT acompañada de técnicas para reducir la tensión arterial y el estrés. A día de hoy, con 32 años cumplidos, Pablo disfruta de una "buena" calidad de vida aunque sufre ciertas secuelas neurológicas, y ejerce de conferenciante y voluntario en la lucha contra el cáncer.
Los autores insisten en que el caso del joven es realmente especial: "Nos sorprendió descubrir que la terapia metabólica cetogénica podía trabajar en sinergia con la mutación IDH1 para actuar simultáneamente sobre las dos vertientes metabólicas que pueden frenar el desarrollo del glioblastoma", subraya Seyfried. "La glucosa incide en la vía de la glicólisis, y la glutamina, en la de la glutaminólisis". Sin embargo, estas precisas circunstancias hacen que el enfoque sea recomendable para todos los pacientes.
"No podemos predecir si la respuesta terapéutica a la terapia metabólica cetogénica vista en nuestro paciente con glioblastoma puede darse en otros pacientes tratados por un caso similar. En aquellos que no hayan sido lo bastante afortunados como para desarrollar de forma espontánea la mutación IDH1, puede ser necesario el uso de fármacos que incidan directamente sobre la glutamina acompañados de terapia metabólica cetogénica para reducir el crecimiento del tumor", concluyen.