Aunque los lácteos y derivados han sufrido una inmerecida mala fama durante las últimas décadas, dado su elevado porcentaje graso y riqueza en azúcares simples, la realidad es que siempre ha sido un grupo de alimentos muy consumido en España. El típico yogur sigue compitiendo con la fruta como postre saludable en casi cualquier comida.
Sin embargo, un nuevo estudio publicado en The Journal of Nutrition podría cambiar la percepción sobre el yogur y otros derivados lácteos: tomarlos antes de las comidas serían una buena opción para reducir el apetito, y ayudarían a adelgazar.
Aunque existen muchos factores a tener en cuenta en cuanto al apetito y saciedad se refiere, como repasamos recientemente en 'EL ESPAÑOL', se sabe que la composición de las comidas tiene una gran importancia: no es lo mismo consumir una comida rica en carbohidratos procesados que otra rica en proteínas y grasas saludables. Ahora, en un estudio a cargo del Harvey Anderson y sus colegas de la Universidad de Toronto, se han querido resolver algunas dudas.
En diversas investigaciones han sugerido que los alimentos ricos en proteínas tomados previamente a una comida son capaces de reducir el apetito, y por consiguiente la cantidad de alimento que se acaba consumiendo posteriormente.
Así mismo, también existen estudios que han sugerido que los lácteos serían capaces de alterar el apetito, algo que podría ser particularmente importante dado que el consumo de lácteos se ha elevado progresivamente en todo el mundo. Incluso los lácteos enteros, a pesar de que su mala fama los precede, dada su riqueza en grasas.
Recordemos, aún así, que los estudios más recientes indican que los lácteos enteros (y no los desnatados) se habrían relacionado con un menor riesgo de obesidad, hipertensión y diabetes tipo 2, y no al revés. Sin embargo, aún se sabe poco sobre cómo influye cada tipo de lácteo en el apetito, y si los efectos son similares en hombres y mujeres, o si varían con la edad.
En el nuevo estudio, Harvey y sus colegas analizaron a 31 adultos jóvenes sanos de entre 20 y 30 años de edad, y a 39 adultos sanos y con sobrepeso de 60 a 70 años de edad. Todos los participantes acudieron al laboratorio en 5 ocasiones, durante las cuales consumieron agua o dos porciones de un producto lácteo (leche desnatada, leche entera, yogur griego o queso cheddar, respectivamente).
Dos horas más tarde, tras consumir agua o alguno de los productos lácteos, los participantes consumieron pizza de forma ilimitada. Además, completaron una encuesta donde se les preguntaba sobre su apetito y también se les realizaron análisis sanguíneos de niveles de glucosa en sangre y diversas hormonas.
Según los resultados del estudio, en comparación al consumo de agua, el consumo de cualquier tipo de lácteo redujo el apetito en todos los participantes, además de reducir el consumo total de pizza y también los picos de azúcar o glucosa en sangre tras dicha pizza.
Pero, además, también se descubrió que los niveles de las hormonas relacionadas con el hambre y la saciedad (como la insulina, la leptina o la grelina) dependían de la edad y sexo de los participantes: los adultos mayores tenían más azúcar circulante en sangre respecto a los jóvenes.
Por su parte, diferenciando tipos de lácteos, el yogur fue el lácteo que más redujo el apetito, y de forma más significativa en los adultos jóvenes y en las mujeres. De media, el consumo de pizza se redujo hasta 175 kcal tras consumir yogur o queso, y hasta 82 kcal si se consumía leche, en comparación a la toma de agua.
Según los investigadores, todos los lácteos en general reducirían el apetito, pero el yogur y el queso serían los que más potencial tendrían. La leche, ya sea entera o desnatada, no tendría tal potencial saciante en comparación.
Cabe destacar que el estudio no ha podido analizar todos los tipos de leche existentes en el mercado, ni todos los yogures o quesos, los cuales muestran una enorme variabilidad en este aspecto. De hecho, se ha analizado el yogur griego en particular, que no deja de tener variantes según las marcas, y no se sabe si un yogur natural o incluso un yogur desnatado tendrían el mismo potencial saciante.
Aún así, como también indican los autores, este sería un comienzo para analizar el potencial de los lácteos respecto al apetito y la influencia metabólica de los mismos. Hasta hace pocos años, se creía que los lácteos enteros en general debían evitarse. Ahora, como también explicamos en 'EL ESPAÑOL', sabemos que la mejor opción es evitar los lácteos desnatados y priorizar la toma de lácteos enteros: los beneficios son cada vez más evidentes.