El yogur es una gran fuente de probióticos naturales, con el permiso del kéfir o la kombucha. Solo en España se consumen más de 100.000 toneladas de yogur natural cada año, y otros tantos de yogur desnatado (aunque esta última no es la mejor opción, como ya explicamos en EL ESPAÑOL).
Ahora, un nuevo estudio llevado a cabo por la Escuela de Medicina de la Universidad de Maryland (UMSOM), la Facultad de Farmacia de la Universidad de Maryland (UMSOP) y el Centro Médico de la Universidad Georgetown, publicado recientemente en la revista Nutrients, señala que una cepa bacteriana presente en los yogures sería capaz de mejorar el microbioma intestinal tras el uso de antibióticos. O, en otras palabras, evitar la diarrea que en ocasiones acompaña a estos tratamientos.
En este caso, se trataría del probiótico Bifidobacterium lactis BB-12, el cual habría funcionado mejor que el placebo para mantener el microbioma intestinal. De hecho, los hallazgos han sido tan significativos que se ha financiado un estudio de seguimiento adicional.
Actualmente se sabe que una de cada cinco personas que toman antibióticos por el motivo que sea acaban desarrollando diarrea asociada, dado que estos fármacos alteran el microbioma intestinal. De hecho, en muchos casos se llega a dejar de tomar completamente el antibiótico por culpa de estos problemas, algo que daría lugar a la persistencia de la infección original.
Así mismo, un pequeño porcentaje de personas pueden llegar a desarrollar una infección por C. difficile, una bacteria que puede encontrarse en el intestino pero que suele mantenerse bajo control por parte del microbioma. Al tomar antibióticos, sin embargo, el equilibrio de la microbiota puede verse alterado de forma perjudicial.
Para el estudio, los investigadores dieron el antibiótico amoxicilina-ácido clavulánico a 42 voluntarios sanos, y asignaron al azar la toma de un yogur de tamaño estándar con BB-12. Por su parte, el grupo control lo componían 20 participantes que consumieron también una semana de antibiótico, y también un yogur diario durante dos semanas, pero sin probiótico asociado.
Según los hallazgos del estudio, los niveles de acetato de ácido graso de cadena corta -un metabolito beneficioso producido por el microbioma intestinal- se redujeron en todos los sujetos que tomaron antibiótico. Sin embargo, esta reducción de acetato fue significativamente mayor en los participantes que consumieron el yogur placebo respecto a los que consumieron yogur con suplemento de BB-12.
Por otro lado, los niveles de acetato volvieron a la normalidad 30 días después de finalizar la toma de yogur con BB-12, mientras que dichos niveles seguían más bajos de lo normal en los participantes que consumieron yogur placebo. Cabe destacar que, aunque el BB-12 puede adquirirse como suplemento aislado, también se encuentra de forma natural en algunos yogures, sin necesidad de suplementarlos de forma artificial.
Según uno de los co-autores el trabajo, el profesor Daniel Merenstein del Departamento de Medicina Familiar de la Facultad de Medicina de la Universidad de Georgetown, uno de los puntos clave de su trabajo ha sido el tiempo: dar el probiótico al inicio de la toma de antibióticos sería clave, sobre todo y si es posible antes de que se inicien los síntomas de la diarrea por antibióticos. Para futuras investigaciones se plantean analizar cuál es realmente el mejor momento para consumir el mencionado probiótico.