El reloj biológico, también conocido como los ritmos circadianos, es el mecanismo que regula que un determinado proceso fisiológico se lleve a cabo en un momento concreto del día o de la noche. Está coordinado por el cerebro a nivel general, pero hay una regulación específica de cada órgano o tejido. Ajustarse al tiempo geofísico/horario es una manera de optimizar los procesos, por lo que cenar más tarde de la cuenta puede llegar a resultar contraproducente para algunas funciones de nuestro organismo. Pero, ¿cómo sabe el hígado si es de día o de noche?
Científicos del IRB Barcelona liderados por el investigador ICREA Salvador Aznar-Benitah han descubierto cómo la actividad del músculo esquelético regula la función del hígado y condiciona el metabolismo de las grasas. En concreto, una molécula que secreta el músculo y que alcanza el hígado a través del suero es la responsable de modular cerca del 35% de las funciones metabólicas del hígado. El resto de las funciones basales del hígado y otras relacionadas con el metabolismo de los azúcares son independientes de la actividad muscular y están reguladas por el ritmo circadiano basal, es decir, por el cerebro.
"Es un descubrimiento muy bonito porque por primera vez se demuestra la necesaria comunicación entre los relojes circadianos de tejidos y órganos al margen del cerebro, y podemos ver que esta comunicación entre el músculo y el hígado es la que se ve alterada con el envejecimiento", explica el Aznar-Benitah. "Cuando nos hacemos mayores las células dejan de obedecer al reloj biológico y empiezan a realizar las funciones de manera no-optima, generando así errores que provocan el envejecimiento de los tejidos".
El hígado es un órgano cuya función principal es ayudar al organismo a digerir los alimentos, principalmente las grasas y los azúcares. El cerebro es el principal consumidor de azucar de nuestro cuerpo, mientras que el principal consumidor de grasa es el músculo esquelético, el que nos permite movernos, correr y saltar y, también, bombear el corazón.
El mecanismo que han publicado el equipo de científicos en la revista Science Advances desvela que, en el el metabolismo de las grasas, el hígado no es autónomo y es el músculo el que lanza el mensaje de que es el momento de activar el metabolismo de los ácidos grasos, y cómo debe hacerse. "No esperábamos encontrar esta conexión entre el hígado y el músculo porque no se conocía con anterioridad pero, pensándolo bien, tiene todo el sentido del mundo que la gestión de las grasas esté coordinada por uno de sus principal consumidores", concluye el Aznar-Benitah. El metabolismo de los azúcares es dependiente de la coordinación basal que ejerce el cerebro.