Una pérdida de peso importante parece revertir la mayoría de los riesgos cardiovasculares relacionados con la obesidad, según un análisis transversal de la población adulta estadounidense que se presenta en la Reunión Anual de la Asociación Europea para el Estudio de la Diabetes (EASD).
Los resultados indican que el riesgo de hipertensión arterial y dislipidemia (niveles poco saludables de colesterol u otras grasas en la sangre) era similar en los estadounidenses que solían tener obesidad (pero que ahora tenían un peso saludable) y en los que siempre habían mantenido un peso saludable.
Sin embargo, aunque el riesgo de padecer actualmente diabetes de tipo 2 disminuía con la pérdida de peso, seguía siendo elevado en las personas que antes tenían obesidad en comparación con las que nunca la habían padecido.
Más del 40% de los estadounidenses adultos padecen obesidad (IMC superior a 30 kg/m*) y cerca de uno de cada 10 se considera que tiene obesidad grave. El peso corporal está directamente asociado a casi todos los factores de riesgo cardiovascular. A medida que el IMC aumenta, también lo hacen la presión arterial, el colesterol de lipoproteínas de baja densidad (LDL o malo), otras grasas sanguíneas anormales, el azúcar en sangre y la inflamación.
Estos cambios aumentan el riesgo de padecer enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares y muerte por enfermedad cardiovascular. Sin embargo, se sabe poco sobre si los efectos de la obesidad persisten en quienes posteriormente alcanzan y mantienen un peso saludable.
Factores de riesgo
Para saber más, los investigadores analizaron los factores de riesgo cardiovascular de 20.271 adultos estadounidenses no mayores (de entre 20 y 69 años), comparando a los que solían tener obesidad, pero habían tenido un peso saludable durante al menos el último año (326) con los que siempre tuvieron un peso saludable (6.235) y con los que actualmente tenían obesidad (13.710).
Utilizaron datos de una serie de cortes transversales, recogidos bienalmente de la Encuesta Nacional de Examen de Salud y Nutrición (NHANES; un estudio realizado por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades) de 1999 a 2013, para comparar la prevalencia de la hipertensión arterial, la dislipidemia y la diabetes de tipo 2 entre los grupos.
Los adultos que habían padecido obesidad anteriormente eran, por término medio, más mayores que los que nunca, o actualmente, la habían padecido, y más propensos a fumar cigarrillos (36% frente a 24% frente a 19%). Tras ajustar la edad, el sexo, el tabaquismo y el origen étnico, los investigadores descubrieron que el riesgo de hipertensión arterial y dislipidemia era similar en los que solían tener obesidad y en los que siempre habían mantenido un peso saludable.
En comparación con los que siempre tuvieron un peso saludable, las personas que solían tener obesidad tenían tres veces más probabilidades de padecer diabetes que las que nunca la tuvieron; mientras que las personas con obesidad actual tenían siete veces más probabilidades de padecerla. Las personas con obesidad actual también tenían tres veces más probabilidades de padecer hipertensión arterial y dislipidemia.
"La clave de este estudio es que la pérdida de peso es difícil, pero importante, para la salud cardiovascular —afirma la autora principal, la profesora Maia Smith, de la Universidad de San Jorge, en Granada—. En primer lugar, no es de extrañar que perder peso y mantenerlo sea difícil. Casi todas las personas de nuestra muestra original que habían padecido obesidad, siguieron así".
"Pero no hay que desesperar —prosigue—: si se consigue perder peso, no sólo se pueden prevenir, sino revertir importantes problemas de salud. El mejor momento para ponerse sano es hace 20 años; el segundo mejor momento es ahora".