La industria alimentaria ha logrado presentar a lo largo de las décadas como saludables algunos productos procesados cuyas propiedades distan mucho de la versión original. Es el caso del 'jamón de york', una amalgama de derivados cárnicos, o los guisos enlatados, que pueden contener aditivos e ingredientes que contrarrestan los beneficios de las legumbres. Las sopas de sobre entran en esta categoría: lo que parece una versión instantánea del clásico caldo de verduras y carne es en realidad un ultraprocesado que no debería consumirse todos los días.
"Al final lo que estamos tomando es agua con un potenciador de sabor y una cantidad ingente de sal", advertía en EL ESPAÑOL Laura Llorente, nutricionista del Centro de Nutrición Aleris. Para llegar al fondo del asunto, la revista Consumer ha analizado en su número de octubre los principales productos comerciales que podemos encontrar en los supermercados. La primera recomendación -válida para cada alimento, pero en especial para los procesados- es la de mirar con atención la etiqueta, porque ahí empiezan las sorpresas sobre lo que estamos tomando realmente.
El orden de los ingredientes indica la proporción de cantidad de mayor a menor, y ahí es donde descubriremos que el más abundante, y con diferencia, es la pasta (fideos, estrellas…) por mucho que el nombre de la sopa parezca indicar otra cosa. "Podremos confirmar que en las sopas de pollo, ave y ternera, el ingrediente principal no es la carne, sino la pasta, con una proporción que va desde el 69 % de la Sopa de Pollo Knorr hasta el 76 % de la Sopa de Ave y Fideos Gallina Blanca".
La mayor ingesta que realizaremos con estos caldos, por tanto, será de un carbohidrato refinado y procesado, el tipo más perjudicial para el organismo por la rapidez en la que se metaboliza como azúcares en sangre. En cualquier caso, Consumer considera que no se puede hablar de engaño al consumidor porque un caldo casero también contendría una mínima cantidad de carne después de cocinarlo. "En el plato final no queda casi nada de ellos, más allá del sabor, el aroma y algún pequeño trozo. Algo parecido a lo que ocurre en las sopas comerciales".
Así, una sopa de carne no contendrá más de entre el 2 % y el 0,5 % de este alimento. "En las sopas de pollo, la proporción de carne está comprendida entre el 1,6 % de Knorr hasta el 1,1 % de Eroski. Todas las sopas de ave contienen carne de pollo, en proporciones que van desde el 2 % de Eroski hasta el 0,8 % de Gallina Blanca y Knorr. Por último, en las sopas de ternera, las proporciones están comprendidas entre el 1 % de Gallina Blanca y el 0,5 % de Knorr". Las sopas de verduras, por otro lado, sí garantizan una mayor concentración de ingredientes más allá de la pasta.
"En la Sopa de Cebolla y en la Sopa Doce Verduras, ambas de Knorr, sí encontramos una cantidad significativa del ingrediente: un 34 % de cebolla y un 32 % de verduras, respectivamente. Eso sí, la Sopa Doce Verduras de Knorr solo contiene 10 verduras y hortalizas (11, si contamos la patata) y no 12, como indica su nombre. En concreto, este producto está elaborado con zanahoria, puerro, judías verdes, apio, calabaza, coliflor, cebolla, guisante, chirivía y nabo", explica el análisis de la revista.
En el apartado de los aditivos, Consumer indica que los productores tratan de huir de los que tienen peor fama, como el glutamato sódico, pero no por ello dejan de usar potenciadores del sabor como los extractos de levadura o proteína vegetal hidrolizada. "Esos ingredientes contienen de forma natural ácido glutámico, así que viene a ser lo mismo que emplear glutamato sódico", explica la revista. "Otro ejemplo, el antioxidante butilhidroxianisol (E320), que se emplea en la Sopa Doce Verduras Knorr, se sustituye en el resto de las sopas de Knorr o en las de Eroski por extracto de romero, un aditivo con mejor imagen".
Finalmente, la revista destaca la presencia de grasas -"se emplean, sobre todo, para aportar sabor y mejorar la textura, y varía entre los diferentes productos"- y de sal- "está presente en cantidades notables, en torno a 2 gramos por ración". Teniendo en cuenta que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda no exceder los cinco gramos diarios, es fácil ver cómo una 'sopita' aparentemente inocua para acompañar una comida principal nos puede llevar fácilmente a pasarnos.