Las latas de conserva son el recurso perfecto para comer saludable de manera barata y, sobre todo, sin pasar largas horas en la cocina. Aunque comer de lata ha tenido mala fama durante años en España, lo cierto es que muchas de ellas contienen alimentos repletos de nutrientes interesantes. Ahora bien, tenemos que saber cuáles son para no llevarnos a casa un ultraprocesado que no le haga ningún bien a nuestra salud.
La regla básica es muy sencilla: las mejores conservas son aquellas que guardan un solo alimento en algún líquido de conservas. Por ejemplo, unos garbanzos cocidos que se conserven en agua o unas sardinas en aceite de oliva. Sin embargo, otros productos en lata preparados como unas albóndigas o una fabada pueden contener un exceso de aceites refinados o almidones que aportan muchas calorías y pocos nutrientes importantes.
Por supuesto, también es importante que la sal no suponga más del 5% de la composición y que no tenga azúcares. Los aditivos, como los conservantes o los acidulantes, no suponen ningún peligro: todos los que se utilizan en la industria alimentaria han sido sometidos a estudios científicos en los que se ha probado su seguridad para el consumo humano. En definitiva, no existe ninguna razón para evitar los productos en lata si son saludables.
El 'milagro' de la lata
A pesar de que ahora las latas se encuentran en cualquier hogar de España, aparecieron por primera vez en los campos de batalla. Conseguir alimentos en el frente es una misión muy complicada y este tipo de conservas supusieron toda una revolución en la Primera y en la Segunda Guerra Mundial. A partir de entonces su uso se hizo muy popular y, aunque las utilicemos a diario, las latas todavía guardan secretos sobre su mecanismo.
Es posible que te hayas fijado en que el cilindro de las latas e, incluso, las tapas de estas están recorridos por una serie de anillos paralelos. Su existencia no es un simple detalle estético, sino que estas curvas son fundamentales para que la lata mantenga su estructura en el proceso de producción. Aunque no lo parezca, las latas de conserva deben ser muy resistentes para soportar perfectamente el procesamiento de la industria alimenticia.
Según explica Curiosidad Alimentaria en su perfil de Instagram, "un punto crítico es el proceso de esterilización donde se busca destruir los microorganismos, sin embargo, este proceso también expone a las latas a condiciones que pueden llevar a su colapso, es por esto por lo que las mismas deben presentar condiciones mecánicas adecuadas para no ser afectadas, además de controlar los parámetros propios del proceso".
Anillos para resistir
Este momento del procesado es tan delicado porque las latas se someten a un tratamiento térmico, lo que hace que el contenido se dilate e, inmediatamente, aumente la presión en el contenedor. Esta presión interna obliga a que el envase la compense y, en este punto, esta tensión es tan alta que la lata puede romperse. Esto se produciría si existiesen diferencias de presión y, para eso precisamente, es para lo que existen los anillos que rodean la lata.
"Los anillos del cuerpo se expanden y comprimen absorbiendo absorbiendo estas diferencias de presión y de esta forma evitan el 'colapso' o 'chupado'", aseguran desde Curiosidad Alimentaria. En este sentido, los círculos no sólo se colocan alrededor del cilindro de la lata, sino que también se sitúan en la tapa superior y en la base de la lata. Cuando la presión es máxima los anillos se curvan hacia el exterior y luego vuelven a su forma original.
Los surcos de las latas, por lo tanto, no tienen una simple función estética sino que son un elemento indispensable para que las latas mantengan su integridad durante todo el proceso previo a su distribución. De todas formas, estas estructuras también resultan útiles para la conservación de las latas durante su almacenamiento y su transporte.