La enfermedad cardíaca causa alrededor de 9 millones de muertes al año en todo el mundo, representando casi 1 de cada 3 muertes en España. La gran mayoría de estas muertes son prevenibles si se realizan los cambios adecuados tanto en dieta como en estilo de vida en general.
Sin embargo, aún hoy en día en las consultas médicas se suele recomendar "comer menos grasas" en general, o bien "comer menos grasas saturadas y más grasas insaturadas", calificándolas de "buenas" y "malas".
Pero, progresivamente, las más recientes investigaciones sugerirían que no importa el tipo de grasa, saturada o no, sino los alimentos que contienen dichas grasas y su combinación.
Cuándo tomar grasas saturadas
Así lo corrobora un nuevo trabajo publicado en el Journal of The American Heart Association, a cargo de Marinka Steur, PhD, y sus colegas, los cuales se habrían basado en datos del estudio EPIC-CVD de la Universidad de Cambridge.
Como bien comenta Steur, la mayoría de las investigaciones previas se habrían centrado en analizar la relación entre grasas saturadas y enfermedad cardíaca, sin fijarse en los alimentos de los cuales provienen dichas grasas, y mucho menos en el resto de nutrientes de dichos alimentos. Por ello han indagado en qué alimentos ricos en grasas saturadas estarían realmente relacionados con enfermedades cardíacas y cuáles no.
Para ello, los investigadores analizaron datos de los 385.747 participantes del estudio EPIC, de los cuales seleccionaron al azar a 10.529 participantes que desarrollaron enfermedad cardíaca durante el estudio y 16.730 participantes que no la desarrollaron. También analizaron datos sobre sus hábitos alimenticios.
Se tuvieron en cuenta potenciales factores de confusión, como la edad, sexo, niveles de actividad física, consumo de tabaco o alcohol, y el hecho de padecer sobrepeso u obesidad. Hecho esto, no se encontró un claro vínculo entre la cantidad de grasas saturadas consumidas y el riesgo de desarrollar enfermedad cardíaca. Sin embargo, cuando se analizaron los alimentos de los cuales provenían dichas grasas saturadas por separado, los resultados eran diferentes.
Los participantes que consumían más grasas saturadas de carnes rojas o mantequillas tenían un mayor riesgo de desarrollar enfermedad cardiovascular. Por su parte, los participantes que consumían grasas saturadas de queso, yogur y pescado tenían un menor riesgo de desarrollar enfermedad cardiovascular.
Así pues, el "problema" no serían las grasas saturadas como nutriente, sino el alimento del cual provienen. Cabe destacar, aún así, que los autores dejan claro que su estudio es observacional y no se trata de un ensayo clínico: no es posible demostrar una causa-efecto evidente.
Por otro lado, los investigadores también explican que los alimentos son mucho más que sus nutrientes por separado. Macronutrientes y micronutrientes poseen propiedades diferentes cuando actúan en conjunto, ya sea para prevenir o causar enfermedades, como han demostrado ya diversos estudios hasta la fecha.
Un ejemplo sería el queso y el yogur, ambos ricos en grasas saturadas, pero también ricos en vitamina K2 y probióticos. Cada uno de estos nutrientes tendría efectos diferentes a nivel de salud cardiovascular mediante vías interrelacionadas, como sus efectos sobre la glucemia sanguínea, los niveles de colesterol o la inflamación general.
Así mismo, actualmente se sabe que los diferentes tipos de grasas saturadas conllevan diferentes niveles de riesgo a nivel cardiovascular: el ácido palmítico, como ejemplo conocido, es más abundante en carnes rojas que en quesos y yogures.
Y se sabe que precisamente este ácido graso tendría efectos perjudiciales sobre los niveles de colesterol sanguíneo, lo que a su vez aumentaría el riesgo cardiovascular. Otros tipos de grasas saturadas, como el ácido pentadecanoico, abundante en lácteos y derivados, se habría relacionado con un menor riesgo cardiovascular.
En última instancia, lo importante no sería uno u otro macro o micronutriente, sino la combinación de todos los nutrientes y sustancias bioactivas de los alimentos, en su conjunto. Así mismo, no solo la dieta es la culpable de la enfermedad cardiovascular, sino que también existen multitud de factores independientes como los niveles de ejercicio físico; la exposición al sol y el aire libre; el estrés; y el hecho de consumir sustancias tóxicas como tabaco, alcohol y otras drogas.
Pero, en cuanto a dieta se refiere, este y otros estudios recientes sugerirían que no hay que reducir el consumo de grasas saturadas en general, sino limitar algunos alimentos específicos como carnes rojas y mantequillas, cuyos ácidos grasos en particular sí se habrían relacionado con el riesgo cardiovascular.