La receta para la longevidad es sencilla: comer menos y moverse más. Las dietas hipocalóricas han ido demostrando durante años y tras diversos estudios que son la mejor opción para alargar la vida. Sin embargo, el horario o crononutrición también importa, como ya hemos hablado en más de una ocasión en EL ESPAÑOL. Dicho de otro modo, no es solo el qué y el cuánto, sino también cuándo comemos.
Ahora, un nuevo estudio publicado en la revista Science vuelve a hacer hincapié en este punto. Comer en el momento de mayor actividad del día sería la clave para alargar la vida, y no únicamente restringiendo las calorías. Al menos, y de forma preliminar, es lo que se ha demostrado en ratones.
Estudios previos realizados en las últimas décadas han objetivado que la restricción calórica es beneficiosa para alargar la vida y mejorar la salud tanto de animales como de seres humanos. Se relaciona con la reducción de peso, el mejor control de la glucosa y la tensión arterial, y una menor inflamación corporal general.
Los ensayos con voluntarios han sido más breves por motivos éticos y organizativos. Pero en uno de ellos, en el que participó el científico especializado en nutrición Sai Krupa Das del Centro de Investigación de Nutrición Humana y Envejecimiento Jean Mayer USDA, estudió la restricción calórica en humanos a largo plazo.
En este trabajo, conocido como CALERIE, se observó que incluso pequeñas reducciones calóricas podían dar lugar a beneficios significativos sobre la salud y el envejecimiento. No se sabe todavía por qué reducir calóricas retrasa el envejecimiento celular y genético, aunque si se sabe que, a medida que pasan los años, los genes relacionados con la inflamación tienden a volverse más activos, mientras que los genes responsables del metabolismo se inactivan.
En este nuevo estudio, a cargo de Joseph Takahashi y sus colegas del Instituto Médico Howard Hughes, se demostró es que no solo habría que forzar la restricción calórica, sino también sincronizar el consumo de alimento con los periodos de más actividad. Estos dos factores en conjunto ayudarían a compensar los cambios genéticos que se dan de forma natural durante el envejecimiento.
Según los investigadores, estos hallazgos ayudarían a desentrañar el secreto en torno a los planes dietéticos que se centran en restringir las horas del día en las cuales se consume alimento, como el ayuno intermitente.
Recientemente ya comentamos en EL ESPAÑOL que este tipo de método alimentario no sería superior a otras dietas bajas en calorías como tal, al menos en cuanto a pérdida de peso se refiere. Estos hallazgos, sin embargo, implicarían que sincronizar el tiempo sí ayudaría a alargar la vida.
La investigación se llevó a cabo en cientos de ratones que fueron seguidos durante cuatro años. Algunos pudieron comer todo lo que quisieron, mientras que otros fueron sometidos a restricciones calóricas de hasta un 30-40% de media. Los ratones que llevaban a cabo una restricción calórica también eran alimentados a diferentes horas del día, mientras que los que los del grupo de control comían cuánto querían.
Según sus hallazgos, una dieta baja en calorías estándar prolongaría la vida de los roedores hasta un 10%. Pero, si además de llevar a cabo la dieta hipocalórica, se alimenta a estos ratones solo durante la noche (en su periodo de mayor actividad), su esperanza de vida se prolongaba hasta un 35%.
De forma combinada, una dieta baja en calorías en horario nocturno o de mayor actividad llegó a otorgar hasta nueve meses adicionales de vida a estos roedores, los cuales suelen vivir apenas dos años de media. Los investigadores sugieren que estos tipos de restricciones calóricas basadas en el tiempo tendrían efectos positivos en el organismo más allá de la perdida de peso.