La dieta de la reina Letizia atrae la curiosidad de España, especialmente desde que las temperaturas estivales le permiten lucir su abdomen tonificado. La monarca, como es sabido, sigue las pautas dietéticas antiedad del 'método Perricone' combinada con la dieta Mediterránea. Esto implica el consumo de grasas cardiosaludables provenientes del aguacate y el pescado, "mucha fruta y verdura", y un veto total a los carbohidratos refinados, el alcohol y el azúcar según explicaba Concepción Martínez, especialista en nutrición y dietética deportiva.
Y es que, tal y cómo revelaba EL ESPAÑOL, las instrucciones de la reina para las cocinas de Palacio pasan por usar únicamente el eritritol, un edulcorante no calórico que pertenece al grupo de los polialcoholes de origen vegetal. Este tipo de aditivos se ha popularizado entre los productos 'sin' y 'cero'. Su capacidad endulzante se acerca a la de los azúcares añadidos -un ingrediente insano que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda limitar a 25 gramos diarios, pero cuyo consumo cuadriplicamos en España- a cambio de una cantidad de calorías prácticamente testimonial.
Sin embargo, el hecho de que carezcan de calorías no significa que estos edulcorantes sean inocuos: su consumo continuado y en exceso ha demostrado tener perjuicios para la salud. Los primeros síntomas pueden ser intestinales, ya que las bacterias de la microbiota, la 'flora intestinal', pueden verse alteradas por esta ingesta. El eritritol, pero también otros como el xilitol, la sucralosa o el aspartamo, pueden complicar la digestión a algunos consumidores ya que "no se absorben en sangre, pasan a través del intestino y allí son fermentados", explicaba Martínez.
El hecho de que los edulcorantes no calóricos no pasen al torrente sanguíneo es, en principio, algo seguro. Otras alternativas al azúcar blanquilla, como el puré de frutas que se usa en la repostería 'healthy', forman igualmente azúcares libres que se absorben rápidamente a través de la mucosa intestinal, elevando la glucemia en sangre y presentando tanto riesgo de sobrepeso como de problemas metabólicos. Sin embargo, también aportan fibra alimentaria, el 'combustible' de la microbiota saludable. Los edulcorantes, en cambio, no son nutritivos y no aportan compuestos necesarios para la salud general.
Una de las funciones de la fibra es proteger la pared intestinal. En su ausencia, y al producirse la fermentación en los intestinos, los edulcorantes no calóricos se han relacionado con un efecto inflamatorio. Más allá de los problemas gástricos que abarcan desde las flatulencias a la diarrea, la inflamación intestinal es uno de los principales problemas vinculados a los aditivos propios de los alimentos ultraprocesados. En una dieta rica en productos frescos como la que sigue la reina, este riesgo sería leve; en otra con menos fruta y verdura, sin embargo, la inflamación puede conducir a enfermedades como el colon irritable o el cáncer.
Hay otro factor paradójico en el consumo de edulcorantes no calóricos: podrían hacer engordar y favorecerían enfermedades derivadas del control del azúcar como la diabetes aunque, de por sí, no tengan ninguno de estos efectos. El motivo habría que buscarlo en la alteración de las bacterias intestinales ya mencionada. Esto provocaría una resistencia a la saciedad con los sabores dulces: varios estudios han comprobado que las personas que los toman con frecuencia acaban teniendo más apetito y se vuelven más golosos, lo que a la larga redunda en obesidad.
Asumiendo que Letizia gestiona eficazmente esos antojos -como demostró rechazando públicamente un helado que le ofrecía su esposo el rey-, hay más motivos todavía para tomar precauciones con el consumo de los edulcorantes no calóricos. Hay indicios, por ejemplo, de que también interfieren en la salud hepática. El resumen, en definitiva, sería que no hay que asociar una alimentación 'sin calorías' forzosamente a la salud: una alternancia de edulcorantes con otros azúcares con mejor perfil nutricional, pero siempre limitados en cantidad, sería una opción más completa.