Durante los primeros meses de vida, los bebés deben alimentarse en exclusiva con leche materna o, en los casos en los que la madre no pueda o no quiera, con leches infantiles artificiales. Las instituciones de salud recomiendan que se priorice dar el pecho a los más pequeños, pero muchas situaciones lo impiden. Por esta razón, el consumo de estas fórmulas artificiales está en ascenso en muchos países, entre los que también se encuentra España.
El Instituto Nacional de Estadística (INE) calculó en el año 2017 que la lactancia natural es un método muy popular durante las primeras semanas de vida de los niños en España: casi el 74% de los niños son amamantados en las primeras seis semanas. Sin embargo, a medida que avanza el tiempo, el porcentaje disminuye. A los tres meses son amamantados un 64% y a los seis meses la proporción desciende hasta el 39%. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y Unicef recomiendan que la lactancia materna exclusiva se produzca hasta los seis meses, tal y como recoge la Asociación Española de Pediatría (AEP).
Una de las principales razones por las que se acaba abandonando la lactancia es por la dificultad de llevarla a cabo mientras se concilia la vida laboral. Lo mismo sucede en Estados Unidos, donde estas últimas semanas se encuentran afrontando una dura crisis por el desabastecimiento de este producto en los puntos de venta. El origen de este desabastecimiento se encuentra en el cierre de una planta de la marca Abbott en febrero por la hospitalización de cuatro niños que tomaron una de estas leches.
Un producto importante
La Administración de Alimentos y Medicamentos del país (FDA, por sus siglas en inglés) encontró bacterias en sus instalaciones. La caída de esta planta ha llevado a esta situación de desabastecimiento y a la toma de medidas extraordinarias para paliar sus efectos, tal y como se explica en este artículo de EL ESPAÑOL. Concretamente, Estados Unidos es un país que consume una gran cantidad de estas leches.
"Sólo uno de cada cuatro bebés es alimentado exclusivamente con lactancia materna hasta los seis meses [en Estados Unidos]", explica Miguel Ángel Lurueña, doctor en Ciencia y Tecnología de los Alimentos en su cuenta de Twitter. Es decir, que la vida de muchos bebés de este país depende de que se solvente esta crisis porque, como se explica más arriba, durante los primeros meses de vida sólo se les puede alimentar con leche materna o de fórmula.
El consumo de leche materna tiene un fuerte impacto en la salud también a largo plazo en la salud de los niños. Según la AEP, la lactancia natural desde la primera hora tras el parto se relaciona con el asentamiento de las bacterias positivas en el intestino —y, por tanto, con la salud digestiva e inmunitaria— e, incluso, influye en la expresión de algunos genes. Por esta razón, las leches de fórmula han ido modificando y perfeccionando su composición para asemejarse lo máximo posible a la leche materna.
Ingredientes
Las leches infantiles que se encuentran en los supermercados, por tanto, tienen bastantes ingredientes con el objetivo de aportar al bebé los nutrientes necesarios. La gran mayoría de estas leches, según Medlineplus, el servicio de información de la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos, se elaboran a partir de leche de vaca porque los bebés pueden tolerarlas de manera óptima, aunque hay opciones hipoalergénicas, deslactosadas y de origen vegetal.
En concreto, las leches infantiles contienen en sus ingredientes un buen número de sales minerales y vitaminas, pero quizás los ingredientes menos esperados son las grasas. Estas proceden, principalmente, por ciertas grasas vegetales e, incluso, de pescado. Esto se debe a que "los ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga tienen una gran importancia en el desarrollo infantil, concretamente el ácido araquidónico (AA) y el docosahexaenoico (DHA), fundamentales en la configuración de la estructura y en el funcionamiento del sistema nervioso del bebé", explica el portal Consumer de los supermercados Eroski.
La mejor leche materna que puede recibir un bebé es la que ofrece la propia madre y los organismos internacionales de salud intentan concienciar de este hecho para que aumente la tasa de niños alimentados hasta los seis meses con ella. De todas formas, las leches infantiles suponen una fórmula segura y cómoda cuando las madres no pueden o no quieren dar el pecho gracias a su composición mejorada con los años.