Que levante la mano aquella persona a quien sus amigos no le hayan presentado, con toda su buena intención, una potencial pareja… con desastrosos resultados. La química ni está ni se la espera, el ambiente se puede cortar con un cuchillo y los amigos, confundidos, se preguntan: ¿qué ha podido salir mal si son iguales de carácter?
Algo similar pasa con las aplicaciones de citas. Te sugiere una persona con intereses similares a los tuyos, haces 'match', chateas, quedas y… pasas algunos de los momentos más incómodos en mucho tiempo. ¿Por qué las conversaciones animadas por chat se han convertido en frías retahílas de pregunta-respuesta sin solución de continuidad?
Lo que ha pasado es que los individuos con una personalidad semejante no se sienten particularmente atraídos entre sí, afirma un nuevo estudio preliminar. Aunque la sabiduría popular establece que los polos opuestos se atraen, los psicólogos han sido más partidarios de que las parejas son como dos gotas de agua.
Así, un análisis conjunto de más de 300 investigaciones sobre el tema –parafraseando otro refrán popular, sobre gustos hay escrito, y mucho– concluía que la atracción interpersonal y la semejanza, real y percibida (es decir, cómo somos y cómo nos ven), estaban fuertemente relacionadas. Sin embargo, aquí había mucha letra pequeña.
Por ejemplo, esta asociación era más fuerte en las investigaciones que medían las preferencias de los participantes, sin que hubiera una interacción directa con una potencial pareja. Al estudiar las relaciones existentes, esta asociación quedaba más en entredicho. Sin embargo, la semejanza percibida seguía siendo un factor muy importante en la pareja.
Citas rápidas
El nuevo trabajo, llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Münster, en Alemania, y que se encuentra en proceso de revisión para su publicación, niega que tanto la semejanza real entre personalidades como la percibida sea un factor crucial para el éxito de una interacción romántica. En su lugar, creen que hay rasgos que atraen de por sí, independientemente de cómo sea el sujeto.
Para llegar a esta conclusión han utilizado el sistema de citas rápidas, donde dos personas que previamente no se conocían interactúan en un entorno controlado (el laboratorio) durante un corto periodo de tiempo: en el caso de este estudio fueron tres minutos.
Las citas rápidas son uno de los métodos clásicos para evaluar las características de la atracción entre dos personas. La Universidad de Münster organizó en 2015 un evento conocido como 'Date me for science', algo así como 'ten una cita conmigo, hazlo por la ciencia'.
Con ese leit motiv, uno piensa más en una película americana de instituto que en un estudio psicológico, pero la verdad es que de dicho evento han salido ya varias publicaciones científicas. Se presentaron a la cita 397 hombres y mujeres heterosexuales y solteros de entre 18 y 28 años, que se organizaron en reuniones de diez personas (cinco de cada sexo) por noche.
Cada voluntario tenía una cita de tres minutos como cada uno de los participantes del sexo contrario. Previamente, había rellenado un cuestionario de personalidad que serviría para clasificarlo según cinco grandes rasgos: apertura a nuevas experiencias, escrupulosidad (entendida como eficiencia u organización), extroversión, amabilidad y neurocitismo. Posteriormente a la cita describiría el nivel de atracción hacia la potencial pareja, la calidad de la cita en sí y cómo percibía la personalidad de la otra persona.
Los rasgos maduros atraen
Los autores, liderados por Mitja D. Back, profesor de Psicología de la citada universidad, han sido claros en su conclusión: la atracción entre los participantes en el estudio no tenía nada que ver ni con la personalidad autorreportada (real) ni con la percibida en la potencial pareja.
Sí hubo, no obstante, algunos resultados relevantes. Por ejemplo, tanto hombres como mujeres se sentían atraídos por las personas más extrovertidas, tanto en niveles reales como percibidos. Las mujeres con mayores niveles de neuroticismo (nerviosas o susceptibles) preferían los hombres con los niveles más bajos. En general, los hombres más eficientes u organizados –los niveles más altos en el rasgo escrupulosidad– eran los más atractivos.
También había diferencias en el número de personas atractivas para cada participante. Las mujeres más abiertas a nuevas experiencias eran las que más se sentían interesadas en potenciales parejas, igual que los hombres que puntuaban más alto en el rasgo de amabilidad.
En cuanto a la personalidad percibida, triunfaron sin ninguna duda los hombres y mujeres que se veían como menos neuróticos, más abiertos a la novedad, más agradables en el trato y más organizados. "En otras palabras, la gente se sentía más atraída por compañeros a los que percibían más normativos, sanos y con rasgos de personalidad más maduros", afirman los autores del trabajo.
Los resultados de este trabajo desmontan, hasta cierto punto, la filosofía de las aplicaciones de citas, como Tinder, Badoo, Bumble o Happn. Más allá de lo que dicen las fotos de los usuarios, todas tienen una amplia gama de opciones donde puedes poner tus aficiones y revelar aspectos de tu personalidad: si eres tímido o el alma de la fiesta, si te gusta más quedarte en casa que salir a la aventura, si eres organizado o un desastre con las tareas del hogar…
'Ley de la atracción'
Aunque los algoritmos que utilizan las aplicaciones para sugerirte potenciales parejas son secretos, estas suelen afirmar que conectan gente con ideas e intereses comunes. La psicología ha apoyado esta visión de que nos atraen personas con un carácter semejante al nuestro, señalando que facilita la interacción en la pareja, estimula sentimientos de seguridad o de familiaridad y nos reafirma en nuestra auto-percepción.
En los años 60, los psicólogos Donn Byrne y William Griffith etiquetaron esta relación como 'ley de la atracción' (no confundir con la ley de la atracción que hizo rica y famosa a otra Byrne, Rhonda, con el megaéxito de su libro El secreto). Algunos investigadores han llegado a decir que esta 'ley' era una de las generalizaciones más documentadas en la psicología social, cuya robustez empírica era difícilmente comparable dentro de las ciencias del comportamiento.
Sin embargo, la claridad de esta asociación ha sido puesta en duda en no pocas veces. Esta similaridad era más evidente en experimentos ad hoc, que en la vida real, en parejas ya constituidas. Por eso, muchos autores han pensado que esto es más un fenómeno de laboratorio que algo sólido en el mundo exterior.
Aunque los autores de este último trabajo afirman que hacen falta estudios más grandes (y con diferentes orientaciones sexuales) que repliquen los resultados obtenidos en el suyo, parece que la conclusión es clara: la personalidad de algunos individuos es más atractiva que la de otros, independientemente de cómo sea quien lo juzgue.