Nuestros padres la consumían esporádicamente, pero nosotros hemos caído rendidos a sus pies y no hay semana en la que no caiga una porción de pizza. Casera, de un restaurante especializado o directamente comprada en el súper y preparada a falta de un golpe en el horno: la fusión de su masa con la mozzarella, el tomate y los ingredientes seleccionados hace salivar a todo el planeta. Según los datos de la Asociación Española de Fabricantes de Platos Preparados (Asefapre), en España se consumen 134.000 toneladas anuales de pizzas precocinadas y la cifra no para de crecer.
Sin embargo, quizás estemos comiendo pizza por encima de nuestras posibilidades. Y no, en este caso no estamos hablando de la inflación, sino porque no existen muchas opciones saludables de este plato. La base, por ejemplo, es fundamental para distinguirlas. Una buena masa no lleva más que harina, agua, aceite, levadura y un poco de sal, pero las que no son caseras aportan otros ingredientes destinados a una mejor conservación. Tampoco la salsa de tomate se libra, puesto que en su elaboración se pueden sumar calorías innecesarias que la preparación casera a base de tomate, cebolla y aceite de oliva suele evitar.
Otro de los puntos claves es el queso que se emplea, originariamente mozzarella u otros grasos que garanticen una fundición completa. Tanto este ingrediente como el tomate aportan calidad al perfil nutricional de la pizza por el calcio del primero y el licopeno de los tomates, que al ser antioxidante protege del daño celular, como se confirma en esta revisión de la Universidad de Cambridge, en Reino Unido. A partir de ahí, si añadimos unas hojas de albahaca ―que tiene múltiples cualidades beneficiosas para el organismo, como las digestivas y antiinflamatorias― ya tendríamos la conocidísima Margarita.
¿Cuántas calorías tiene la pizza?
Para empezar, conviene reiterar que si queremos centrarnos en las más hipocalóricas, debemos prepararla en casa y dejar las otras para ocasiones más esporádicas, puesto que pueden llegar a tener entre 480 y 240 calorías por 100 gramos, entre 4 y 10 gramos de grasas saturadas y de 700 a 1.180 miligramos de sal. Teniendo en cuenta que una porción pesa cerca de 200 gramos, multiplicando nos daremos cuenta de que es un aporte del todo desaconsejable para una sola ración.
En una receta casera, solamente la masa y el tomate con el orégano contienen 240 calorías por 100 gramos, mientras la mozzarella vendría a añadir otras 30 calorías a una Margarita cuyas porciones nos aportarían 540 calorías cada una. Si preparamos una pizza cuatro quesos, el aporte será de 350 calorías por cada 100 gramos. De ahí, debemos sumarle las calorías de los ingredientes que vayamos añadiendo a mayores y tener en cuenta que comerse una entera pasaría con holgura de las 1.000 calorías.
¿Cómo reducimos las calorías de la pizza?
Si no estamos dispuestos a asumir el sacrificio de privarnos de la pizza de los viernes, debemos ponernos las pilas e incorporar una serie de variaciones en su elaboración para reducir su aporte calórico. Así, empezando por la masa, es conveniente usar harina integral al menos en el 50% de las proporciones, porque incluye más fibra que reduce la absorción de grasas, aumenta la sensación de saciedad y mejora el perfil nutricional. Asimismo, también podemos hacer una masa más fina de lo acostumbrado para consumir menos cantidad. Eso sí, aceite de oliva virgen extra para todo.
Siempre será menos calórico añadir más ingredientes saludables sobre el tomate ―rodajas de tomate crudo, jamón ibérico, rúcula o calabacín, por ejemplo― y prescindir de la mozzarella. En todo caso, si somos amantes del queso fundido, es mejor opción escoger uno bajo en grasa o la ricotta, que suma 150 calorías por cada 100 gramos. Además de un relleno sano a base de verduras, es recomendable que se enfatice el sabor añadiendo especias y condimentos que no suman calorías, pero sí mucho sabor. Recuerda el nutricionista Tony Small que es importante huir de los añadidos ultraprocesados como determinados embutidos.
Cuatro pizzas saludables
Visto lo visto, quizás haya que empezar a barajar también otras opciones todavía más saludables para restar calorías, empezando por la masa y estas cuatro variedades pueden dar mucho juego:
-Harina de trigo integral. Como decíamos, se digiere más lentamente y reduce el pico glucémico.
-Quinoa. De venta en algunos supermercados, está mezclada con chia, trigo sarraceno, semillas de amapola y espelta, aportando sus grandes cualidades nutricionales con poco aporte calórico.
-Coliflor. Las recetas de masas a base de esta verdura se han puesto de moda al suponer una opción hipocalórica y que aporta los beneficios de este superalimento de toda la vida al que la Universidad de Oxford, en Reino Unido, relaciona con una disminución de riesgo de parecer enfermedades coronarias y oncológicas.
-Brócoli. Está elaborada con harina de trigo sarraceno, perfecta para celíacos también, aportando pocas calorías y todas las cualidades de esta verdura rica en vitamina C, ácido fólico y vitamina A, además de ser fuente de hierro.
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