Lecturas apresuradas, difusión por redes sociales, inclusión en los temidos grupos de padres de WhatsApp... Cualquier información relativa a la salud de los hijos alarma a sus progenitores, pero no siempre hay motivos reales detrás de la alerta. El último caso ha sido el de Dalsy, el jarabe más utilizado por los niños. Pero ni ha sido el primero ni será el último. Hablamos con dos pediatras para saber más sobre estos bulos, que pueden o no tener alguna parte de verdad.
1. El Dalsy no es tóxico ni tiene que cambiar su prospecto
Fue trending topic en redes sociales, aunque no tanto en consultas, pero el ibuprofeno mediático Dalsy ha tenido esta semana un protagonismo no merecido. La asociación FACUA-Consumidores en Acción hizo público este lunes que había notificado a la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) que el conocido fármaco pediátrico Dalsy, en su dosis de 20 mg/ml administrada en jarabe, omitía en su prospecto efectos secundarios, en concreto relativos a su colorante y asociados a la capacidad de atención de los niños.
En aquel momento, el Ministerio de Sanidad respondió que la reclamación seguiría su cauce y ese cauce se resolvió este viernes. En una nota colgada en su página web, la AEMPS se expresaba con claridad: "El contenido de colorante E-110 en el medicamento Dalsy 20 mg/ml, suspensión oral, hace altamente improbable que se alcancen dosis que se acerquen siquiera a la ingesta diaria admisible para el contenido de este colorante en los alimentos. Por ello, se considera que la información actualmente contenida en la ficha técnica, etiquetado y prospecto del medicamento es adecuada y que no hay motivo para la alarma".
Los pediatras quitan importancia a este asunto en concreto. "Ha sido algo que se ha movido más en redes sociales que en las consultas", explica a EL ESPAÑOL el pediatra Juan Bravo, miembro del Comité de medicamentos de la Asociación Española de Pediatría, que reconoce que "se ha convertido en viral algo que no debería llegar a la puerta de la calle".
El también pediatra Jesús Martínez, autor del libro El médico de mi hijo, se pregunta por su parte por los motivos que están detrás de esta alarma. El especialista señala -algo que también menciona Bravo- que los fabricantes de Dalsy pidieron su exclusión de los fármacos financiados por la seguridad social. La razón: de esta forma, el jarabe no tendría que estar sujeto a la normativa de precios de referencia (que evita que ningún medicamento del que existan otras versiones más baratas pueda ser financiado por el Gobierno). Como se trata de un fármaco que goza de muy buena fama, los padres lo iban a comprar igual, sostiene Bravo.
Pero Martínez va más allá y se pregunta: "¿Y si todo fuera una maniobra comercial para preparar el terreno para el lanzamiento de un nuevo Dalsy sin colorante?". En cualquier caso, el también codirector médico de la web de consultas Mamicenter bromea con que el problema de ese jarabe, de ser alguno, no sería precisamente el colorante. "¡El 66% del producto es azúcar, por eso es el único que les gusta a los niños!", comenta. ¿Es esto un peligro? Tampoco. Como dicta el sentido común, el fármaco sólo se toma en ocasiones puntuales.
2. La leche no produce mocos
Las alarmas injustificadas no sólo afectan a medicamentos, sino a productos alimenticios muy introducidos en nuestra dieta. Bravo no sabría decir cuándo surgió un bulo que es recurrente en las consultas de cualquier pediatra: que la leche de vaca hace que los más pequeños tengan mocos.
"Está claro que los niños empiezan a acatarrarse más a partir de los seis meses o el año, sobre todo si van a la escuela infantil; es la etapa en la que la base de la alimentación infantil es la leche y supongo que de ahí sale el rumor", comenta el también responsable de redes sociales de la AEP.
También es normal que los más pequeños tomen leche por la noche y, por esa razón, si vomitan y coincide que tienen mocos, estos son vomitados junto con la leche. Más leña para la hoguera que, sin embargo, la ciencia no ha tenido problema para desmontar.
Como se puede leer en esta entrada del blog Pediatría basada en pruebas, escrita por el pediatra Cristóbal Buñuel: "Lo único que tienen en común la leche (alimento esencial donde los haya) y un niño menor de dos años es la coincidencia en el tiempo entre los frecuentes catarros de repetición propios de esa edad y la ingesta de leche, que es un alimento esencial de la dieta precisamente en esa edad. Es coincidencia temporal de ambas situaciones pero una no es consecuencia de la otra".
3. El Actimel no te deja sin defensas, pero tampoco te defiende de nada
El yogur líquido probiótico Actimel protagonizó bulos en dos sentidos. Hace algunos años, un alarmante correo electrónico (en ese entonces, no había tantas redes sociales) inquietó a los padres que, previamente, habían sido víctima de otro bulo de peor calado: el de la publicidad pseudocientífica. Ni uno ni otro resultaron ser ciertos, pero ambos generaron inquietud; el primero entre los padres y el segundo entre los profesionales sanitarios.
"El Actimel provee al organismo de una bacteria llamada L. Casei. Esta sustancia es generada normalmente por el 98% de los organismos, pero cuando se le suministra externamente por un tiempo prolongado, el cuerpo deja de elaborarla y paulatinamente 'olvida' que debe hacerlo y cómo hacerlo, sobre todo en personas menores de 14 años", rezaba un delirante e-mail, que concluía afirmando que la Secretaría de Salud (¿de qué país?) había obligado a ACTIMEL a indicar en su publicidad que el producto no debe consumirse por un tiempo prolongado; una sarta de mentiras que el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) desmintió a petición de Danone en una carta remitida a la compañía.
Sin embargo, a los médicos infantiles dista de gustarles mucho el Actimel por otro bulo bien distinto. En este caso se trata de una gran inexactitud que difundió durante años la casa fabricante del producto, cuyo lema era: "Ayuda a mejorar tus defensas". Este eslogan era tan falso que Martínez no duda en calificarlo de "fraude científico". "Es totalmente incorrecto desayunar sólo un Actimel, que no modifica ninguna defensa", añade. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria publicó en 2010 un informe que concluía que "no había suficiente evidencia científica" para afirmar que el proucto reducía el riesgo de diarrea por la bacteria C. difficile, reduciendo la presencia de la misma en el organismo.
La filial estadounidense de Danone fue obligada a pagar una multa de 21 millones de dólares por exagerar las propiedades saludables de la versión americana del producto.
"La publicidad pseudocientífica es algo que nos preocupa mucho a los pediatras", afirma por su parte Juan Bravo, que señala que el caso de Actimel no es el único en este sentido. "Es como los alimentos que se publicitaban como bio y que fueron obligados a retirar esta denominación de sus nombres", recuerda.
4. La leche de soja no hace que a tu hijo le crezcan tetas
Si se teclea en el buscador Google la combinación de las palabras peligro, consumo y soja, se encuentra un párrafo que pondría los pelos de punta a cualquier padre que alimente a su hijo con esta bebida. "Se cree que los efectos estrogénicos de las isoflavonas pueden ser perjudiciales en la salud infantil; pudiendo ser responsables de la aparición de la telarca [cuando surgen las mamas] precoz y el adelanto de los eventos puberales en niñas, o ginecomastia [crecimiento de las mamas] en varones, eventos dependientes de estrógenos, y producir anormalidades inmunológicas y en el timo en los niños alimentados con soja".
Es sólo un ejemplo de un documento que se puede ver en las redes y en foros muy visitados como enfemenino.com. En las distintas versiones del mismo, se cita un estudio de un tal García publicado en 1999, pero no se dice ni en qué revista ni se aporta referencia alguna del trabajo. Otra alarmante afirmación se atribuye a un estudio publicado en la revista The New Zealand Medical Journal, pero es imposible encontrarlo en la web de la publicación.
Jesús Martínez comenta que lo primero que hay que dejar claro es que "la leche de soja no es tan buena como la normal". Dicho esto, aclara que su consumo -indicado médicamente sólo a niños alérgicos a la proteína de la leche- no es perjudicial en cantidades normales. "¡Pues claro que tiene hormonas y que podría llegar a producir problemas, pero habría que tomar muchísima!", destaca el pediatra.
Bravo habla en la misma línea y opina que los padres no deberian preocuparse, además de señalar que los fitoestrógenos están presentes en muchas más cosas que la leche de soja. En cualquier caso, quita importancia este bulo que, apunta, sólo afectaría a esa minoría de niños que no pueden tomar la bebida recomendada por la ciencia: la leche de vaca.
5. Las vacunas no producen autismo (por mucho que lo diga Jim Carrey)
De todos los bulos que han llegado a los padres, hay uno que se lleva la palma por peligroso y por haber penetrado de forma masiva en la población. Es aquel que sostiene que la aplicación de la vacuna más común, la triple vírica (MMR), que protege del sarampión, las paperas y la rubeola, está asociada a un nuevo síndrome combinación de síntomas gastrointestinales y autismo.
El origen de este bulo sería, teóricamente, impecable. Una de las revistas médicas más importantes del mundo, The Lancet, publicó en 1998 un estudio que demostraba dicha asociación. En 2010, la publicación se retractó del trabajo, tras una denuncia en 2004 de un periodista de The Times, Brian Deer, que acusó al autor del trabajo, Andrew Wakefield, de que los 12 niños participantes en el estudio habían sido seleccionados por los abogados de una pareja interesada en demandar a los fabricantes de la vacuna triple vírica. Además, explicaba el periodista, esos mismos letrados habrían contratado a Wakefield para probar sus teorías.
En los seis años transcurridos desde la publicación inicial a la exclusiva del diario británico, los niveles de vacunación decayeron de forma alarmante en Reino Unido y el efecto se trasladó a otros países. Las teorías de Wakefield -que ejerce en EEUU como líder de un centro especializado en autismo- siguen siendo citadas por los antivacunas.
Otros rumores difundidos por estos grupos -de los que es un destacado activista el actor Jim Carrey, padre de un hijo autista- es que las vacunas contienen mercurio y por eso provocan este tipo de trastornos. No sólo no hay estudios científicos que avalen esta información; por el contrario, los hay a decenas sobre la seguridad de estos medicamentos preventivos.
"Es una moda que observamos sobre todo en personas de clase alta y que seguimos viendo a menudo en las consultas y tenemos que lidiar con ello", sostiene el autor de El médico de mi hijo. Bravo, por su parte, no cree que se vea tanto, aunque sí ha notado un aumento de padres que quieren saber antes de vacunar, que tienen ciertas reticencias y piden que se las aclaren en la consulta. "Los padres quieren información", justifica el pediatra.
En general, ambos médicos considerar que explicar bulos es parte de su trabajo diario y que esto ha aumentado desde la generalización de las redes sociales. ¿Será el del Dalsy el último caso? Todo parece indicar que no.