En 2014, Nicoletta Cera, investigadora de la Universidad de Oporto, realizó una resonancia magnética (MRI) a 35 hombres para su estudio sobre disfunción eréctil. El objetivo era comprobar qué hacía el cerebro de estos voluntarios mientras veían fragmentos seleccionados de películas eróticas. Pero, como ocurre a veces en la ciencia, el trabajo ofreció resultados inesperados sobre otro asunto: el fenómeno espontáneo conocido como tumescencia peneal nocturna o TPN. En otras palabras, levantarse palote. 

Película real usada durante un estudio de monitorización de la erección. Androclínica

 

A los voluntarios también les habían colocado en el pene un aparato neumático, parecido al que se usa para tomar la presión arterial a los recién nacidos, para medir la tumescencia de los miembros viriles en tiempo real. Les facilitaban un condón y sobre él situaban la manga inflada a una presión de 80 milímetros de mercurio. Como en el pliegue del codo, pero en el pito.

Cambio de tamaño de pene en pacientes con disfunción (azul) y grupo de control (amarillo). Nicoletta et al.

Como puede apreciarse, el pene de aquellos pacientes diagnosticados con disfunción eréctil no experimentó incremento alguno en su volumen al visualizar el material erótico. En el grupo de control, los penes se agrandaron y luego se volvieron a encoger.

El cerebro de los pacientes también ofreció su versión, y aquellos con disfunción eréctil mostraban un menor número de conexiones entre los lóbulos parietales inferiores, la corteza posterior cingulada y la corteza prefrontal medial. 

Parece evidente que buena parte del problema de quien sufre disfunción eréctil está en el cerebro, dado que los valores hemodinámicos del pene eran normales en estos pacientes. Sin embargo, había algo inusual. Como describen Cera y sus compañeros en PLOS ONE, los voluntarios con disfunción y los del grupo de control tenían valores similares de "erecciones matutinas" y de "erecciones nocturnas, evaluadas con un aparato RigiScan durante tres noches consecutivas".

Un aparato RigiScan en funcionamiento. ResearchGate

Esto representaba una cierta novedad, ya que tradicionalmente se pensaba que las personas con disfunción eréctil no presentaban erecciones nocturnas involuntarias que se mantienen al despertar, las TPN. Ahora, la medición de erecciones con un escáner sirve para discriminar si la disfunción se debe a un problema psicosomático como la ansiedad sexual o si hay un componente fisiológico.

Más allá de estos pacientes, lo normal es que cada noche el pene se hinche entre tres y cinco veces mientras su portador duerme y la ciencia aún no es capaz de explicar por qué. ¿Cuál es la ventaja adaptativa de levantarse cada mañana con lo que los angloparlantes conocen como morning wood, o literalmente, palote matutino? ¿Quién o qué ordena al pene que se levante cuando el cerebro está en fase REM?

¿Cuáles son las causas?

La explicación más plausible para las TPN es que son fruto de una interacción entre la vejiga y el nervio sacro. Al hincharse la vejiga mientras estamos dormidos, ésta rozaría estos nervios, que conectan con la ingle, y todo ello provocaría una erección refleja.

Sin embargo, un trabajo publicado en la revista Andrology por investigadores chinos en febrero de 2016 echa más madera al debate. En el estudio, algunos voluntarios que perdieron la capacidad de tener erecciones nocturnas tras una fractura de pelvis -hecho comprobado con un erectómetro durante varias noches- la recuperaron de súbito tras serle administrado citrato de sildenafilo, en otras palabras, Viagra.

Otro objeto de estudio para entender la TPN está en aquellas personas que sufren erecciones involuntarias durante la noche mucho más de lo que deberían.

Las TPN pueden acabar siendo su peor pesadilla. Flickr

Está ese paciente mexicano de 59 años cuyo caso fue descrito en la revista Urología. El hombre sufría cada noche entre cinco y siete erecciones, y decimos "sufría" porque la sensación no era en absoluto agradable. Relataba sentir en el pene un ardor y un cosquilleo que le despertaban en mitad de la noche, fragmentando su fase REM y provocándole fatiga crónica, ansiedad y falta de concentración, además de un persistente dolor en la zona pélvica. Los relajantes musculares que le dispensaron inicialmente no funcionaban.

Finalmente, los médicos dieron con la tecla administrándole gabapentina, un fármaco inicialmente creado para las crisis epilépticas.

Un misterio milenario

"No hay ninguna teoría evolutiva bien desarrollada ni se ha propuesto una función adaptativa de estas erecciones relacionadas con el sueño", dice el urólogo Mels van Driel, de la Universidad de Groningen en Holanda. "Pero es bien conocido que están relacionadas con la fase REM y que se reducen con la edad".

Según sus indagaciones, publicadas en 2014 por la International Society for Sexual Medicine, los chicos de entre 13 y 15 años pasan un 30% de su tiempo de sueño con la bandera a toda asta. A partir de los 60 o 65 años es cuando empieza el declive.

Es fascinante lo poco que se sabe aún sobre un fenómeno que lleva descrito desde hace miles de años. El médico romano Galeno, quien fue el primero en describir los músculos bulboesponjosos e isquiocavernosos, creía que las erecciones nocturnas reflejaban el estado físico de una persona: "Hombres llenos de esperma imaginarán que están teniendo relaciones sexuales".

Aunque hubo que esperar hasta los años 60 del siglo pasado para que el psiquiatra Ismet Karacan -el mismo que bautizó el fenómeno como tumescencia peneal nocturna- desvinculara estas erecciones de los sueños con contenido erótico, lo cierto es que incluso Santo Tomás de Aquino especuló en la Edad Media con esa idea: "Está claro que un orgasmo nocturno no es un pecado en sí mismo", aunque especificaba que "a veces puede ser el resultado de un pecado precedente".

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