¿Se puede padecer alzhéimer sin sufrir su principal síntoma? Puede parecer un contrasentido, pero un grupo de investigadores de la Northwestern University ha demostrado que es posible. Y no en personas cualquiera, sino en ancianos con una memoria prodigiosa.
El hallazgo de los científicos estadounidenses ha sorprendido a propios y extraños. Como cuentan en el simposio que han presentado en la reunión anual de la Sociedad de Neurociencia -que se ha celebrado en San Diego-, los autores analizaron el cerebro de ocho individuos de entre 95 y 100 años que habían participado en el estudio 90 +, una investigación que comenzó en 2003 para analizar las características de "los ancianos más ancianos".
No escogieron a ocho personas cualquiera sino a los que, entre ellos, tenían una mejor puntuación en distintos test de memoria y capacidad cognitiva. Todos habían donado su cuerpo a la ciencia, que averiguaría qué había detrás de esa supervejez que cualquiera envidiaría.
Lo que buscaban era averiguar si también en esos cerebros privilegiados se podían encontrar los ovillos neurofibrilares y las placas de proteína beta-amiloide características de la enfermedad. Así, cuando se sometió a la autopsia a los ocho participantes escogidos, los autores del trabajo escrutaron literalmente su cabeza.
La sorpresa vino al ver que, en tres de ellos, los signos de alzhéimer eran tan visibles como en otros afectados por la enfermedad que sí habían desarrollado los síntomas clásicos de la misma, encabezados por la pérdida de memoria.
"Esto es impresionante. Jamás lo hubiéramos esperado. Lo que nos dice es que hay algunos factores que protegían sus cerebros y su memoria del efecto de los ovillos y las placas de alzhéimer. Lo que tenemos que averiguar ahora es cuáles son", explica el investigador principal, Changiz Geula.
Si se descubrieran estos mecanismos ayudaría al desarrollo de tratamientos contra el alzhéimer, añade el científico.
Tras su hallazgo, los autores revisaron también cinco cerebros de enfermos de alzhéimer y vieron que mostraban una muerte celular significativa en el área del hipocampo, mientras que los protagonistas de su investigación tenían prácticamente intacta esa zona, una prueba más de la validez de su observación.