Un fumador empedernido al que se aconseja dejar de fumar por su salud siempre podrá nombrar a Santiago Carrillo. El histórico dirigente comunista murió a los 97 años y, que se sepa, nunca abandonó el tabaquismo. Encontrar a un obeso longevo es más difícil, pero también hay ejemplos, como el actor Marlon Brando, que falleció a los 80 años con muchos kilos de más. El tabaquismo y la obesidad son algunos de los factores de riesgo más conocidos de enfermedad cardiovascular, pero no dejan de ser eso, factores de riesgo.
Como explica a EL ESPAÑOL el director de Cardiología Intervencionista de la Clínica Universidad de Navarra, José Calabuig, muchos de estos factores actúan de disparadores. Es decir, evitarlos será la mejor forma de protegerse de un evento como el que acabó con la vida de la senadora y exalcaldesa de Valencia Rita Barberá pero tenerlos no supone una condena a una muerte precoz e inesperada.
¿Qué tiene que ver un pueblo de EEUU?
A la hora de establecer el riesgo de enfermedad cardiovascular, los especialistas utilizan una especie de calculadora, que combina información sobre distintos parámetros. Se basa en las llamadas tablas de Framingham, que es el nombre de un pueblo de Boston (EEUU) que, en 1948, fue elegido por los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) como sede de un curioso experimento. Puesto que consideraban que su población era representativa de la media nacional, observarían a los habitantes que accedieran a ello; así, podrían saber qué conductas se asociaban a determinados eventos cardiovasculares en personas que, al inicio del estudio, estaban aparentemente sanas.
La estratagema dio resultado y se establecieron dichas tablas. Evaluando diferentes factores de riesgo, se podía calcular las posibilidades de sufrir un infarto, un ictus u otro evento cardiovascular en 10 años.
Estas tablas servían para la población estadounidense y, con el tiempo, cada país fue adaptándolas a la epidemiología propia. Así, en España utilizamos la calculadora de riesgo cardiovascular REGICOR. Rellenando los campos señalados, la herramienta le contará cuál es su riesgo.
Sin embargo, no son las únicas que se utilizan. Las tablas de Anderson, la de Wilson o las de las sociedades europeas son otras opciones, aunque son variantes del mismo concepto.
Pero ¿son todos los factores de riesgo equiparables? La Organización Mundial de la Salud los divide en "conductas modificables más importantes" (presión arterial, colesterol, tabaquismo, actividad física, obesidad, dieta y diabetes), "otros factores de riesgo modificables" (estatus socioeconómico, salud mental, estrés, uso de alcohol, medicación, colesterol bueno y presencia de hipertrofia ventricular) y "factores nóveles" (el exceso de homocisteina en sangre, la inflamación y la coagulación anormal de la sangre).
Cuanto menos factores de estos se tengan, menor será el riesgo cardiovascular. Eso sí, como confirma Calabuig, una vez que se produce un infarto poco o nada se puede hacer para prevenir si será o no mortal. 30.000 de los 70.000 que se registran al año lo son antes de llegar al hospital. La desfibrilación o un masaje cardiaco en los diez minutos posteriores al evento son clave para evitar un desenlace fatal.
A continuación, analizamos algunos de los factores de riesgo más conocidos y explicamos su influencia en los infartos. Cuanto más lejos nos mantengamos de ellos, mejor.
Tabaquismo
Dejar de fumar es, probablemente, el consejo más repetido por los médicos de todo el mundo. Ya en la década de 1940 se empezó a sospechar que las muchas sustancias que componen los cigarrillos eran perjudiciales para la salud, aunque durante años se ocultaron dichos efectos, entre otras razones por presiones de las tabaqueras. Así lo demuestran algunos anuncios (ahora hilarantes) de cigarrillos protagonizados precisamente por galenos.
Según Calabuig, el tabaco es un disparador. Si la persona presenta placas de ateroma, la acumulación de sustancias que provoca la aterosclerosis y que puede colapsar las arterias o romperse y causar los eventos, un único cigarrillo puede ser el responsable de un infarto.
Al cardiólogo le cuesta reconocer que un menor número de cigarrillos hace menos daño, porque el mensaje ha de ser unívoco: fumar es perjudicial para su salud. Sin embargo, es obvio que no es lo mismo fumar menos de 10 cigarros al día que consumir dos o tres paquetes. "Es raro que alguien que fume tanto no presente ningún problema", apunta el experto.
El tabaquismo era uno de los factores de riesgo que se sabe que padecía Rita Barberá.
Para Calabuig, un problema adicional de este hábito es que sus efectos no se pueden eliminar. "Uno puede comer una barbaridad y luego quemarlo, pero esto no aplica al tabaquismo", comenta.
Estrés
Otro de los factores de riesgo que presentaba Barberá, reconocido por sus propios familiares, era el estrés. Se trata de otro disparador, que el cardiólogo explica con un símil. "Sería como un terremoto; si los edificios están bien hechos, aguantan y, si no, no", explica.
En algunos casos, el estrés sí actúa como factor primario. "El 12% de de las aterosclerosis se achacan a este factor", comenta Calabuig, que explica que esta idea se afianzó tras los atentados del 11 de septiembre, cuando se observaron eventos cardiovasculares en personas sanas que habían sido testigos de los acontecimientos.
El cardiólogo no cree que fuera el caso de Rita Barberá, pero sí que influyó en su infarto como factor secundario. Para Calabuig, el estrés afecta a la gente de distinta forma según su personalidad. "Tenemos por ejemplo el caso de Mario Conde, a quién no pareció afectarle el estrés o la diferencia en cómo afectaron a la salud los problemas judiciales a Isabel Pantoja y Julián Muñoz", comenta y bromea: "No creo que hubiera nada que provocara un infarto a José Luis Rodríguez Zapatero".
El estrés aumenta la liberación de ciertas hormonas de la cápsula suprarrenal, altera la coagulación de la sangre, sube la tensión arterial y causa vasoconstricción. "Somos una olla a presión", concluye el experto.
Obesidad
El otro factor de riesgo que podía apreciarse en Rita Barberá era el sobrepeso u obesidad (es difícil decir a simple vista en qué categoría se englobaría la política según su índice de masa corporal). La obesidad en sí no tendría por qué ser mala, pero lo es porque tiene tres grandes efectos sobre la salud: hipertensión, diabetes y aterosclerosis.
Según la Federación Mundial del Corazón, el 58% de los casos de diabetes se dan en personas con un índice de masa corporal superior a 21; es decir, ni siquiera sobrepeso. Lo mismo sucede con el 21% de la enfermedad isquémica cardiaca.
Así, es curioso que en las calculadores de riesgo cardiovascular no se pregunte por el peso, pero sí por las dos enfermedades descritas anteriormente; se supone que estas últimas son consecuencia casi inevitable del exceso de peso.
Alcohol
Mientras que la dieta sí es considerada un factor de riesgo esencial para la enfermedad cardiovascular, ha habido más controversia con el alcohol. Se ha llegado incluso a hablar de un efecto protector cardiovascular de ciertas bebidas alcohólicas como el vino, pero prevalece la idea de que es más recomendable evitar su consumo.
En un estudio publicado en marzo de este mismo año en la revista Circulation, se demostró que el consumo de cualquier cantidad de alcohol aumentaba el riesgo cardiovascular pero sólo de forma inmediata; para que este aumento se mantuviera en el tiempo, se tendría que hablar de cantidades muy elevadas de este tipo de bebidas.