Que el azúcar es malo para la salud es algo que nadie con dos dedos de frente se atrevería a negar en la actualidad, aunque algunos hayan intentado minimizar su efecto. Pero lo que sí sigue llamando la atención es que su sustituto más habitual, los edulcorantes artificiales, pueden serlo también. Son los que se utilizan para dar sabor a los refrescos light, entre otros muchos productos que se consumen sin culpa.
Las acusaciones contra la sacarina y otros productos similares vienen de lejos y han llegado incluso a protagonizar diversas teorías de la conspiración. Pero el nuevo estudio publicado en la revista PLoS One parece contundente en su sencillez: "El uso de edulcorantes de bajo contenido calórico está asociado de forma independiente con más peso y una mayor prevalencia e incidencia de obesidad abdominal".
Por si hubiera dudas, los autores escriben que el estudio sugiere que utilizar este tipo de productos podría no ser una herramienta eficaz a la hora de controlar el peso. Sustituir el azúcar por estos compuestos es quizás uno de los primeros consejos que se reciben si una persona quiere perder peso o controlar su diabetes.
Esto ha supuesto, comentan los autores del Instituto Nacional de Envejecimiento de EEUU, que el consumo de edulcorantes se haya disparado en los últimos años en este país. Sin embargo, esto no se ha visto acompañado de una reducción en las tasas de sobrepeso y obesidad, que han continuado aumentando.
El estudio publicado ahora podría dar las claves de esta correlación. Los investigadores analizaron el consumo de edulcorantes en 1.454 participantes en el estudio BLSA, a los que se siguió durante una media de 10 años entre 1984 y 2012.
Al concluir el trabajo, los datos fueron demoledores: los que consumían edulcorantes artificiales tenían un índice de masa corporal más elevado, casi tres centímetros más de circunferencia abdominal, un 36,7% más prevalencia de obesidad abdominal y un 53% más de incidencia de este inequívoco factor de riesgo de enfermedad cardiovascular. Es decir, la pesadilla de cualquier candidato a perder peso.
Razones detrás de este fenómeno
No es el primer trabajo que demuestra una asociación entre más peso y consumo de edulcorantes artificiales, pero éste es especialmente llamativo por la duración del estudio. Aún así, se trata de una observación. Para que la evidencia científica fuera mayor, los investigadores tendrían que haber administrado edulcorantes o no a un grupo seleccionado de pacientes y haber ido estudiando su evolución.
Así, el trabajo no permite saber qué mecanismos están detrás de la obesidad abdominal creciente en los usuarios de edulcorantes artificiales, que presentaban algo más de peso de inicio que los no consumidores.
Son varias las teorías que se barajan: la primera es que el sistema de recompensas que la comida desencadena en el cerebro se altera con el uso de estos productos. Es como si la mente se viera engañada; aunque los productos tienen menos calorías, al no producir saciedad hacen que se quiera comer más.
Hay una hipótesis que afirma que el sistema de recompensas en el cerebro asocia normalmente el dulzor con la absorción de calorías en el estómago. Los edulcorantes bajos en calorías hacen que el cerebro abandone esa creencia. D esta forma, sus consumidores pueden compensar esto ingiriendo otras cosas hasta obtener la saciedad.
El otro posible mecanismo tiene que ver con el microbioma. Un estudio en ratones demostró que la consumición crónica de sacarina alteraba la función de la microbiota intestinal y hacía que se ganara peso y empeorara la tolerancia a la glucosa.
En cualquier caso, y a pesar de estas lagunas, el nuevo trabajo añade nuevos datos a una polémica ya antigua. Sin duda, un motivo de peso para analizar el papel de los edulcorantes con un estudio que vaya más allá de la mera observación.