Aunque ya ha regresado a España, donde continúa su recuperación en la Clínica Ruber, el cantautor Luis Eduardo Aute pasó parte de los meses de diciembre y enero en un complejo médico a 7.500 kilómetros de su casa, el Centro Internacional de Restauración Neurológica (CIREN). Según se supo, la decisión obedecía a la recomendación de su amigo y también cantante y compositor Silvio Rodríguez.
El CIREN es toda una institución en Cuba, la joya de la sanidad de uno de los últimos bastiones del comunismo. Creado en 1989, se definen en su web como "una institución científico-médica de avanzada [sic] con un área y programas de investigaciones básicas que aportan nuevos conocimientos e introducen y desarrollan tecnologías en el ámbito de las neurociencias; y un área asistencial cuyos dos programas terapéuticos originales: de Restauración Neurológica y de Restauración Biológica General, han atendido con enfoques novedosos y reconocido éxito a miles de pacientes procedentes de decenas de países de todos los continentes".
Si bien esta definición no se puede considerar mentira, sí que peca de exageración. Es algo habitual en muchos centros privados del mundo; al fin y al cabo, hay que conseguir clientes. Si bien es cierto que el CIREN ofrece terapias avaladas según su eficacia para distintas patologías neurológicas, también oferta otras definidas como pseudociencia como la terapia floral de Bach, la homeopatía y algunas más cuya efectividad no está lo suficientemente demostrada, como la magnetoterapia y la ozonoterapia.
Se trata de tratamientos que, además, están disponibles en centros españoles, tanto los más avalados por la ciencia como los que no lo están (algo más habitual en centros privados). Desde la Sociedad Española de Neurología afirman que no tienen constancia de que en Cuba se sigan otras técnicas distintas a las de España.
El neurólogo del Hospital Clínico de Madrid José Antonio Egido destaca que lo más importante para recuperarse de un infarto cerebral (algunas fuentes hablan de que Aute sufrió un infarto de miocardio, pero su traslado al CIREN y su manejo por parte de neurólogos hace sospechar que sufriera también un ictus) es la precocidad en su manejo y, cuando se llega al período de rehabilitación, "la constancia y la organización".
Egido, que quiere dejar claro que Cuba es "un país estupendo" no entra a valorar el centro en concreto, pero aclara que "no existen técnicas milagrosas" que se puedan aplicar en el país caribeño y no en España. "Mi consejo para una persona que padece un infarto cerebral es que acuda rápidamente a un centro con unidad de ictus y, después, a un centro especializado en recuperación, que hay muchos en España, públicos y privados". Como muestra, el especialista cita dos: el Centro de Referencia Estatal de Atención al Daño Cerebral (CEADAC) y otro llamado Dacer.
El precio de una esperanza
Viendo la página web de CIREN -este diario se ha puesto en contacto telefónico con el centro, que pidió un requerimiento por correo electrónico que no había sido respondido al cierre de esta edición- queda claro que se trata de instalaciones con un nivel médico bueno, con profesionales formados y 141 publicaciones en la literatura científica según la base de datos PubMed (no todas sobre práctica clínica).
Además, aunque incluyen terapias pseudocientíficas no las sitúan en el centro de sus tratamientos y abogan específicamente contra el fraude las células madre, que centros extranjeros, mayoritariamente en China, ofrecen como alternativa de rehabilitación neurológica sin ninguna base científica. "Hasta el momento las investigaciones no han demostrado que el tratamiento con células madres sea más efectivo que otras intervenciones actuales como la cirugía funcional. Los trabajos actuales con células madres se restringen al área de la investigación, por lo que en nuestro centro no están disponibles para el tratamiento regular", se puede leer.
La pregunta que se plantea es, sin embargo, hasta qué punto merece esa atención también disponible según los expertos en España el precio que cuesta. La web del CIREM es muy transparente en este sentido, así que cualquiera que acuda al centro cubano sabe lo que le va a costar más allá del desplazamiento a la isla.
Para ciudadanos españoles, el centro advierte: "Para el cálculo del precio total de estos primeros 35 días, se deben considerar no menos de 12,906.00 pesos convertibles cubanos". Al cambio, hablamos de 11.989 euros. No todo es atribuible al tratamiento; el paciente ha de viajar con un acompañante, que se alojará también en alguna de las 11 residencias con 104 camas que componen el área denominada "de la Neurovilla". El coste del alojamiento diario del familiar o amigo que viaje con el paciente asciendo a 50 euros, por lo que hay que sumar alrededor de 1.800 euros al precio del tratamiento.
El abono de las tarifas se puede hacer en efectivo, en pesos convertibles cubanos, por transferencia o con tarjeta de crédito"cuyos fondos no estén depositados en bancos norteamericanos o con intereses norteamericanos, ya que en tal caso no funcionan desde Cuba".
El precio para ciudadanos de Ameríca Latina "y otros países del tercer mundo" es ligeramente inferior y asciende por una estancia de 35 días a 10.974 euros. Los costes pueden aumentar, como advierten también en la web del centro: "Sugerimos dispongan de recursos financieros adicionales para sufragar otros posibles gastos, según el caso, tales como: cirugías complementarias, órtesis, medicamentos y otros servicios médicos que pudieran interesarle, tanto al paciente como al acompañante, así como de teléfono, fax, Caja de Seguridad, cambios de fecha de boletos aéreos, taxis o compras generales, entre otros opcionales, y en todos los casos: actualización del visado, impuesto de salida".
La experiencia de una española
Luis Eduardo Aute no es el único español que ha optado por viajar al centro cubano para tratar de superar una enfermedad neurológica. Hasta ahora, 316 pacientes españoles han hecho lo mismo, convirtiendo al nuestro en el primer país emisor de europeos al CIREN, seguido de cerca por Italia. A nivel mundial, el ranking lo lidera Venezuela, que ha mandado a 2.878 a las instalaciones del centro. Curiosamente, 87 ciudadanos estadounidenses han recibido también cuidados en el centro.
En abril de 2004, la cordobesa Paloma Castro viajó con su madre al CIREN. Lo hizo, comenta a EL ESPAÑOL, porque amigos cubanos le habían hablado de la excelencias del centro. Estuvo allí un mes y, aunque no recuerda exactamente cuánto pagaron, lo cifra en alrededor de 6.000 euros. "Nosotros somos una familia de clase media, hicimos un esfuerzo", comenta.
Su madre, fallecida en 2006, padecía una enfermedad neurológica -parálisis supranuclear progresiva- sin tratamiento curativo, o al menos es lo que le habían dicho en España, donde la atención varió a lo largo de los años. Como en otras enfermedades neurodegenerativas, el diagnóstico tardó en llegar y el pronóstico cambiaba de un médico a otro. "El primer neurólogo nos habló de dos años de vida y un segundo que consultamos en Madrid lo amplió; al final vivió siete años", comenta Castro, que reconoce que era algo escéptica cuando decidió viajar a la isla. Lo que más le atrajo del CIREN: el hecho de que dispusieran de un tratamiento diseñado específicamente para la enfermedad.
Castro es cautelosa a la hora de criticar el centro, del que cree que hay muchas cosas que España "debería imitar". "No le diría a nadie definitivamente que no fuera, pero tampoco le recomendaría que se endeudara para acudir allí", añade.
La empresaria -directora de la empresa Hanan-pacha- reconoce que su madre mejoró durante el mes que estuvo en el centro, aunque destaca que "no es la panacea". "Gran parte de la mejora se debe atribuir al trabajo que hacen los pacientes, no hay nada milagroso", subraya. Lo que más destaca del centro es la organización de la jornada de los días laborables, que comenzaba a primera hora con la visita de un amplio equipo médico y se completaba con la administración de los distintos tratamientos, desde logopedia, a reflexoterapia y ozonoterapia. "Era un nivel de actividad con el que te estaban estimulando las neuronas todo el día", recuerda. "Es un elemento que habría que aprender".
Los pros y los contras
Castro también destaca la preparación y amabilidad de casi todo el personal. "Había algunos jefes médicos endiosados, pero los enfermeros eran maravillosos", rememora. También habla de algunas características positivas más inherentes al carácter cubano. "Recuerdo que en España la gente miraba mal a mi madre, por ejemplo cuando por su enfermedad tardaba mucho en sacar las monedas del monedero", comenta. "Allí, tres o cuatro personas venían a decirle cada día lo bien que la veían y lo que estaba mejorando", recalca.
Sin embargo, considera que el centro es "un sacaperras para extranjeros de Europa" y apunta a que, durante su estancia allí, se quejó de que los latinoamericanos pagaran menos. "Me parece bien que subvencionemos a gente que no tiene dinero, pero recuerdo a la hija de un magnate hotelero mexicano que tenía incluso servicio y que pagaba menos que nosotras. Si vas a redistribuir la riqueza, que el parámetro sea el nivel de ingresos, no la nacionalidad", reflexiona.
En el tiempo que su madre se trató en el CIREN, Paloma vio sobre todo a venezolanos ("había muchísimos"), argentinos y chilenos. No coincidió con ningún español y vio a pocos cubanos. "Yo creo que recibían tratamiento ambulatorio, aunque alguno había ingresado", apunta.
Para Castro, ni la tecnología ni las instalaciones permitían pensar que los responsables del centro se gastaban todo el dinero que les cobraban. Además, no puede evitar mencionar las comidas. "Casi todos los días te ponían frijoles con arroz, a veces con bichos. También una loncha de una especie de mortadela; a veces daba pena ver la cara que ponía mi madre", recuerda y señala como acabaron saliendo a comer por los alrededores con otros pacientes, pagándolo de su bolsillo.
La sensación final: "Fue muy caro para lo que era y te lo vendían muy bien. Te lo ponen mejor de lo que realmente es y gran parte de la mejora es porque la persona trabaja mucho y porque la atención es muy personalizada". "Pero sí que hay cosas que aprender de ese centro", concluye.