La naturaleza en general y los fondos marinos en particular son un reservorio excelente de sustancias con grandes propiedades médicas, algunas ya descubiertas y otras muchas ocultas, a la espera de que alguien dé algún día con su potencial.
En nuestro propio país existen empresas como PharmaMar que se centran en la búsqueda de compuestos marinos con aplicaciones tan interesantes como el tratamiento del cáncer, por lo que no debe extrañarnos que un simple caracol de mar encierre en su interior la que podría ser la mejor alternativa a los opiáceos descubierta hasta el momento.
En este caso los responsables del hallazgo han sido un equipo de investigadores de la Universidad de Utah y sus resultados han sido publicados recientemente en PNAS.
Bajo el mar
El pequeño caracol que se ha convertido en héroe sin saberlo es Conus regius, un molusco del Mar Caribe que lucha contra sus víctimas con ayuda de un temible veneno paralizante.
Pero no todo iba a ser malo en la ponzoña de este caracol, pues contiene un compuesto, llamada Rg1A; que ha mostrado tener tal potencial como inhibidor del dolor que podría sustituir los tratamientos convencionales con opiáceos.
Además, este bloqueo se produce a través de una vía diferente, concretamente mediante el bloqueo de los receptores de acetilcolina nicotínicos α9α10, y produce unos efectos muy duraderos, que se alargan incluso después de que el compuesto haya sido eliminado del organismo.
Con el fin de demostrarlo, este equipo de investigadores ha empezado sintetizando en el laboratorio un análogo de Rg1A, llamado Rg1A4, que posteriormente ha sido probado en roedores.
Este tipo de compuestos actúan bloqueando los receptores del dolor uniéndose a ellos como una llave que encaja en una cerradura, por lo que el nuevo análogo resultó ser el que mostró unirse con mayor eficacia a los receptores humanos.
Para comenzar a probarlo, se tomó un grupo de roedores a los que se les administró una quimioterapia que provoca una gran sensibilidad, tanto al frío como al tacto, haciendo que hechos tan simples como el contacto con la ropa, causen un gran dolor al paciente.
A continuación, la mitad de ellos fueron tratados con Rg1A4, mientras que el resto no recibieron ningún tipo de tratamiento. Y, efectivamente, como cabía esperar, los primeros dejaron de experimentar dolor por un periodo que se extendía incluso hasta las 72 horas después de la inyección, mientras que el resto no manifestó ningún tipo de cambio.
Además, otro grupo de animales que había sido modificado genéticamente para carecer de receptores de acetilcolina nicotínicos α9α10 tampoco experimentaron dolor, por lo que no sólo se demuestra que Rg1A4 es efectivo como analgésico, sino que también se aclara el papel de estos receptores en la aparición del dolor.
Los opiáceos, un arma de doble filo
Las propiedades medicinales de los opiáceos han sido estudiadas por la humanidad desde hace miles de años, pero no todo son ventajas, pues tienen un gran poder adictivo que puede terminar por causar la muerte en aquellos pacientes que excedan las dosis recetadas por los especialistas.
Un caso reciente es el del cantante Prince, que murió el pasado mes de abril a causa de una sobredosis de este tipo de sustancias.
Por eso, el descubrimiento de una alternativa a estos fármacos es sin duda una gran noticia, aunque debemos ser cautos, ya que aún faltan muchos pasos por realizar para que pueda considerarse una sustancia eficaz y segura para el consumo humano.