A cualquiera le ha sucedido. Se entra en el supermercado con un listado de alimentos perfectamente escogidos que nos ayudará a llevar esa dieta saludable que tantos beneficios nos va a aportar y, como por arte de magia, de repente se está enfrente del estante de la bollería industrial o las patatas fritas, que parecen meterse solos en el carrito de la compra.
Un estudio publicado en Cognitive, Affective & Behavioral Neuroscience parece ofrecer una oportunidad para que esto no suceda, una pastilla mágica que hace elegir la opción más sana frente a la más dañina para la salud.
En realidad, la pastilla ni es tan mágica ni es nueva, pero sí lo es este peculiar efecto sobre el organismo. Según el profesor de Ciencias del Comportamiento de la Warwick Business School Ivo Vlaev, uno de los autores del estudio, esto podría ser "un gran paso en la lucha contra la obesidad", que se ha duplicado desde 1980 en todo el mundo. "Los hallazgos de esta investigación tienen implicaciones para entender y tratar la obesidad e incluso los desórdenes alimenticios", explica el investigador.
Él y sus colaboradores seleccionaron a 27 adultos y les dieron a elegir -eso sí, en la pantalla de un ordenador- entre snacks saludables -como piezas de fruta- y auténticos satanases nutricionales, como bizcochos de chocolate.
La operación se repitió tres veces: en una de ellas, los voluntarios consumían atomoxetina -un inhibidor de la recaptación de norepinefrina indicado para el tratamiento del trastorno de déficit de atención con hiperactividad (TDAH)-, en la otra, citalopram -un inhibidor selectivo de recaptación de serotonina para la depresión- y en tercer lugar una pastilla de aspecto similar pero sin principio activo, un placebo.
Ni los voluntarios ni los investigadores sabían qué estaba tomando cada uno en cada ocasión, por lo que se trataba de un experimento a doble ciego, cuyos resultados son más valiosos.
Los voluntarios que estaban bajo los efectos del antidepresivo elegían la opción más sana en el 60% de los casos, mientras que entre las personas que habían tomado placebo sólo optaban por el snack sano un 45%. Con el otro fármaco se tendía a elegir algo mejor, pero la diferencia no era estadísticamente significativa.
Según Vlaev, esto no se explica por un control de la impulsividad, sino porque la serotonina ayuda a la gente a centrarse más en las decisiones a largo plazo.