La siesta, o el hecho de dormir durante un pequeño espacio de tiempo durante el día, no es solo cosa de humanos. De hecho, se estima que hasta el 85% de los mamíferos echan pequeñas cabezadas a lo largo del día (aparte de su sueño nocturno).
Dormir la siesta ha demostrado múltiples beneficios para la salud. Incluso algunos estudios han llegado a afirmar que la mejor siesta es la llamada del café, en la que esencialmente se toma una bebida con cafeína previamente, produciendo mejores beneficios incluso que una siesta típica.
Cabe destacar que los excesos deben evitarse, y en la siesta también, como sugirió un estudio publicado en Endocrine Abstracts en 2016 donde se llegó a la conclusión de que una siesta demasiado larga puede provocar mayor riesgo de desarrollar un síndrome metabólico. Pero, ¿sabemos cuántos tipos de siesta existen? ¿y cuánto tiempo se debe dormir en una siesta?
La siesta programada
Como se puede deducir de su nombre, este tipo de siesta se planea con antelación, previamente a sentir cansancio. Como, por ejemplo, un día que se pretende trasnochar o llegar más tarde a casa.
Según la Fundación Nacional del Sueño de EE.UU. este tipo de siesta es un buen mecanismo para evitar el cansancio posterior.
La siesta de emergencia
La siesta de emergencia consiste en una cabezada precisamente cuando es muy costoso mantener los ojos abiertos y permanecer alerta.
Este tipo de siesta suele usarse para evitar el sueño o fatiga durante la conducción, por ejemplo, y ha demostrado ayudar a reducir el riesgo de lesiones o accidentes relacionados con la privación del sueño.
La siesta habitual
Este tipo de siesta también se planea con antelación, pero a diferencia de la siesta programada, la habitual se realiza aproximadamente a la misma hora todos los días. Es un hábito más, como su propio nombre indica.
Este tipo de siesta ha demostrado afinar la agudeza mental y reducir la fatiga.
La siesta de la energía
El tiempo de la siesta también es importante, y la siesta de la energía es la más corta de ellas, pero lo suficientemente duradera para mejorar la concentración y la productividad.
Así lo afirmó un estudio publicado en la revista Sleep en 2012, donde se demostró que las siestas de apenas 10 minutos producen mejoras inmediatas en la latencia del sueño, la somnolencia, la fatiga y el rendimiento cognitivo. Si la siesta duraba 20 minutos estas mejoras podían sentirse en apenas media hora después, con una duración de hasta dos horas más.
La siesta de 30 minutos
Si la siesta se prolonga hasta los 30 minutos, el organismo entra en la llamada etapa II del sueño, donde se entra en la fase de sueño profundo. Si la siesta no se prolonga más allá de estos 30 minutos se podrá evitar la sensación de aturdimiento o interferir en el sueño nocturno.
Además, según un estudio publicado en el Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism en el año 2015, las siestas de 30 minutos pueden contrarrestar el efecto hormonal producido por una noche de poco sueño.
La siesta de 60 minutos
Dormir más de 30 minutos y menos de 90 puede aumentar el riesgo de despertar con la inercia del sueño, dando lugar a una sensación de atontamiento similar a una resaca, que se resuelve en apenas media hora.
Sin embargo, las siestas de 60 minutos han demostrado ayudar a sentir rejuvenecimiento, e incluso mejora los recuerdos de hechos, caras y nombres, además de impulsar un estado de alerta hasta 10 horas después.
La siesta de 90 minutos
Finalmente, la siesta de 90 minutos produce que el organismo entre en todas las etapas del sueño, incluyendo la fase REM y el sueño profundo de ondas lentas. Esto ayuda a despejar la mente, mejorar la recuperación de la memoria y restaurar el sueño perdido.
Asimismo, como este tipo de siesta incluye un ciclo entero de sueño, puede limitar los efectos de la inercia del sueño y hacer que el despertar sea más fácil que en la siesta de 60 minutos. Aunque, eso sí, este tipo de siesta no puede sustituir al necesario sueño nocturno de 7 u 8 horas seguidas.