Las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte en todo el mundo, pero según un estudio habría una forma rápida y eficaz de plantarles cara y salvar miles de vidas: bajar los precios de frutas y verduras. Nuestro corazón y nuestros vasos sanguíneos necesitan alimentos frescos y sanos, pero todo parece indicar que la zona más sensible del ser humano es el bolsillo.
Quizá no sea de extrañar. Si echamos un vistazo –poco científico- a la primera frutería de una capital de provincia que encontramos, tenemos, redondeando: cerezas a casi 4 euros el kilo; tomates a casi 2; fresas a más de 3; albaricoques a más de 3; ciruelas rojas a 2… Todo esto teniendo en cuenta que son productos de temporada, a granel y normalitos, porque si no se corresponden con esta época del año, vienen en bandejas o son ecológicos los precios se disparan.
La investigación de científicos estadounidenses y británicos, publicada en la revista The American Journal of Clinical Nutrition, está basada en la simulación por ordenador de datos correspondientes a Estados Unidos. Los autores han comparado el efecto que tendría una campaña de un año en medios de comunicación para favorecer el consumo de frutas y verduras frente a reducciones de precios de entre el 10 y el 30%. Sus proyecciones abarcan desde 2015 hasta 2030 y los resultados son espectaculares. Aunque todas las medidas tendrían efectos positivos, una reducción de precios del 30% aumentaría el consumo de estos productos un 42% y evitaría o retrasaría más de 450.000 muertes por enfermedades cardiovasculares.
Frente a las campañas gubernamentales, cuyo efecto se diluye rápidamente cuando concluyen, bajar los precios es una medida más estructural. "Este tipo de intervención es más eficaz, sostenible y equitativa", afirma en declaraciones a EL ESPAÑOL Jonathan Pearson-Stuttard, investigador del Imperial College de Londres y principal autor de la investigación.
Aunque las estimaciones del estudio están basadas en el mercado americano y el consumo de alimentos varía por regiones y países, "los principales resultados son traducibles a Europa", opina, a pesar de que reconoce que la respuesta de la población a las variaciones de los precios tampoco es igual.
Los pobres consumen menos
"El consumo de frutas y verduras es bajo en toda la sociedad, pero especialmente en los más necesitados, que también tienen mayores tasas de mortalidad por enfermedades cardiovasculares", afirma el experto en salud pública, "pequeños cambios en la dieta pueden tener efectos sustanciales".
Valentina Reyes, nutricionista del Instituto de Trastornos Alimentarios de Barcelona, opina lo mismo: "Las frutas y las verduras suelen ser de los alimentos más costosos del supermercado y los consumidores eligen antes otros con mayor contenido en grasas y azúcares". En general, "las personas tienden a comprar productos elaborados en lugar de recurrir a los frescos".
Sin embargo, suprimir la verdura y la fruta es un grave error, porque contienen vitaminas, minerales, fibra y antioxidantes que mejoran los niveles de colesterol y la presión sanguínea. Además, ayudan a absorber nutrientes y a reforzar el sistema inmunológico, por lo que, además de evitar enfermedades cardiovasculares, también combaten muchas otras indirectamente. Por si fuera poco, el hecho de que tengan un alto contenido en fibra "hace que al comerlos sentimos más saciedad, lo que ayuda a evitar picar entre horas".
Jonathan Pearson-Stuttard cree que su estudio puede ser de gran utilidad a la hora de tomar decisiones relacionadas con políticas públicas. "Nos está hablando de los beneficios de las intervenciones fiscales para mejorar la salud y reducir las desigualdades y es probable que esto también tuviera beneficios sustanciales para la economía en general", comenta.
Subir y bajar impuestos según a qué alimentos
La medida recuerda a la subida de impuestos a las bebidas azucaradas, que recientemente se ha aprobado en Cataluña y que también entrará en vigor en el Reino Unido en 2018. El investigador británico ve las dos intervenciones como parte de un todo. "Es eficaz para reducir el consumo de refrescos y, por lo tanto, la mortalidad por enfermedades cardiovasculares y puede aumentar los ingresos para proporcionar subsidios a alimentos saludables a frutas y verduras", propone. "Necesitamos muchos enfoques para combatir la obesidad y las enfermedades relacionadas", agrega.
A Valentina Reyes le parece "más recomendable la política que implica la reducción de los precios de frutas y verduras", ya que promueve estos alimentos "de forma positiva". De hecho, "las campañas deberían tener más mensajes que transmitan la importancia de consumir todo tipo de alimentos en vez de propiciar que se prohíba o se evite alguno en concreto".
En su opinión, "muchas veces los consumidores desconocen qué es una alimentación saludable y la confunden con una dieta restrictiva, excluyendo alimentos y perdiendo el beneficio que supone combinar productos variados para obtener todos los nutrientes necesarios".