En 1989, una mujer de 44 años acudió a la consulta de su dermatólogo en el King's College Hospital de Londres. Aunque tenía múltiples lunares, había uno que le preocupaba especialmente, pero no porque sospechase de su aspecto. Su perra, un cruce de border collie y doberman, llevaba meses pasando varios minutos al día con la nariz pegada a él, sin hacerle caso a otros similares. Es más, el animal acudía al lunar incluso cuando ella tenía los pantalones puestos y, al cabo del tiempo, comenzó a intentar arrancárserlo.
Cuando fue al médico, se hicieron los pertinentes estudios y se confirmó que la mujer padecía un melanoma, un cáncer de piel maligno con elevada mortalidad si se detecta tarde y muy buen pronóstico si se localiza pronto. Los profesionales escribían en The Lancet tiempo después: "Este perro puede haber salvado la vida de su dueña animándola a buscar tratamiento cuando la lesión todavía estaba inerte y en un estadio curable".
Éste es uno de los primeros ejemplos en la literatura médica de que el increíble olfato de los perros es capaz de detectar el cáncer, pero no el único. El último lo protagoniza Blat, un cruce de labrador y pitbull de Barcelona al que su entrenadora ha enseñado a distinguir qué personas padecen cáncer de pulmón de las que no sólo oliendo su aliento, con una fiabilidad cercana al 100%. Lo ha demostrado en el Hospital Clínic, en el marco de un estudio publicado en la revista European Journal of Cardio-Thoracic Surgery.
El método de enseñanza no es nada revolucionario y la proeza de Blat la han conseguido gracias al empeño de su cuidadora, de los médicos y de varios paquetes de salchichas de Frankfurt.
El principal autor del trabajo, el neumólogo Álvaro Agustí, aclara a EL ESPAÑOL que nadie debe pensar a partir de estos hallazgos que un perro es un perfecto localizador del cáncer. "No es cualquier perro", asevera. "Son animales entrenados para esto, como los perros policía, que lo son para buscar droga o supervivientes tras una catástrofe natural".
El médico aclara que el hecho de que el aliento huele distinto según las enfermedades que se padezcan es algo que se sabe desde hace siglos. Antes, apunta, incluso era normal que los galenos hicieran a sus pacientes echárselo, aunque esta práctica cesó cuando mejoraron los métodos diagnósticos.
Lo que Blat ha demostrado en un experimento muy bien diseñado con 113 pacientes de los que 85 tenían cáncer de pulmón no es una novedad, aunque nunca un animal había tenido tanto éxito. Investigadores alemanes lo lograron hace años, con tasas de éxito de alrededor del 71% y el hallazgo se ha demostrado también en cáncer de vegija y en otras enfermedades no oncológicas, desde el párkinson a la epilepsia.
Pero Agustí y sus colaboradores no quieren que las consultas se llenen de perros como Blat, "algo que no tendría sentido". Lo que buscan es identificar los compuestos orgánicos volátiles que llaman la atención de este perro, los que han permitido que, de cinco tubitos de cristal de apariencia exacta depositados en una caja de madera, Blat fuera capaz de localizar el único que pertenecía a un enfermo de cáncer de pulmón. Y de repetirlo más de 700 veces. Y de hacer todo ello sólo por una salchicha.
Es algo que Agustí sabe que requiere mucho trabajo, investigadores y tecnología. En concreto, de la llamada espectometría de masas, una técnica de análisis que permite determinar la distribución de las moléculas de una sustancia en función de su masa.
Si se lograra, comenta el neumólogo, se podrían utilizar las llamadas narices electrónicas para detectar los compuestos concretos asociados a la presencia de cáncer de pulmón, incluso en estadios muy precoces. "Probablemente sea más de una sustancia", reflexiona el médico, que va incluso más allá. "Al final del camino podríamos incluso tener algo parecido al alcoholímetro que utiliza la policía para ver si un conductor ha consumido alcohol", sueña en voz alta.
El futuro inmediato de Blat
Pero hasta que esto ocurra, Agustí y sus colegas no tienen ninguna intención de dejar descansar a Blat, por muchas salchichas que les cueste. Tienen entre manos un proyecto muy amplio, que esperan poner en marcha de forma casi inminente.
De fondo, la preocupación por el cáncer de pulmón. "Es una enfermedad frecuente y mala, en la que no se han producido tantos avances como en otros tipos de cáncer y en la que casi la única alternativa curativa sigue siendo la cirugía, pero ésta sólo se puede realizar si está localizado y eso ocurre en muy pocos casos, porque la mayoría de los pacientes acuden al médico cuando ya tienen síntomas y es demasiado tarde", explica el médico.
Así, desde hace años se estudian distintos métodos de cribado, sistemas que serían equivalentes a la mamografía en cáncer de mama y que buscan detectar el cáncer de pulmón en personas sanas. En este sentido, recuerda Agusti, hubo una muy buena noticia en 2011. Un estudio con más de 50.000 grandes fumadores, publicado en The New England Journal of Medicine, demostró que la realización periódica de un TAC mejoraba la localización precoz de la enfermedad y, sobre todo, reducía la mortalidad.
Pudiera parecer que el puzle estaba ya resuelto, pero ese trabajo se hizo en EEUU. "Tenemos una sanidad muy distinta, aquí es pública y harían falta muchísimos TACs y radiólogos para interpretar los resultados", comenta el médico sobre una posible implantación de un cribado de este tipo en España. Por esta razón, quieren mejorar el trabajo estadounidense y afinar más a qué tipo de pacientes habría que cribar y como. Y ahí vuelve a entrar en juego Blat, pero no solo.
"La idea es utilizar otros métodos además del TAC; añadir a esta prueba la detección por parte de Blat, la biopsia líquida y una espirometría, una prueba de función pulmonar", explica Agustí.
La biopsia líquida trata de identificar el cáncer en estadios precoces a través de un simple análisis de sangre. Hasta la fecha, sólo se utiliza para prever recaídas y no como método de detección del cáncer primario. Es algo a lo que se espera llegar pero, para ello, hay que tener muy claro qué buscar. En 2016, Agustí y sus colaboradores identificaron seis marcadores tumorales para el cáncer de pulmón. El hallazgo, publicado en American Journal of Respiratory and Critical Care Medicine, aunque prometedor, es insuficiente por sí mismo y de ahí el interés de combinarlo con un TAC y Blat.
Así, si es posible que uno acabe enterándose por el perro por primera vez de que tiene un cáncer de pulmón tan pequeño que nada hacía sospecharlo. Pero no será una sorpresa; antes habrá tenido que meterse en un TAC, se le habrán hecho varios análisis y habrá tenido que soplar por un tubo para ver su función respiratoria. Si esto ocurre, la proeza del animal habrá ido mucho más allá.