Desde que Edward Jenner descubriera a finales del siglo XVIII la que se convertiría en la primera vacuna de la historia, un sinfín de enfermedades antes mortales han quedado prácticamente erradicadas. Pero siempre hay quien considera que la ciencia es una gran conspiración que pondrá fin a nuestra especie si no se le paran los pies a tiempo.
Es el caso del movimiento antivacunas más reciente, que ha dado lugar a la aparición de nuevos brotes de enfermedades anteriormente erradicadas en zonas del mundo desarrolladas, en las que hace años que no se daba ya ningún caso. Y como una imagen vale más que mil palabras, el Consejo de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos ha desarrollado un mapa en el que se puede comprobar de forma interactiva cómo se extienden estos brotes, deshaciendo lo que tantos años de investigación científica ya habían logrado.
En la herramienta, se puede ver como esta filosofía hace que aparezcan enfermedades como tosferina, sarampión o paperas en países desarrollados en los que tendrían que estar erradicadas y cómo sube su incidencia tras la popularización del movimiento.
La semilla de Wakefield
Todo empezó en 1998, cuando el médico Andrew Wakefield, publicó en The Lancet un estudio que asociaba la administración de la vacuna triple vírica a la aparición de autismo en niños pequeños. Una investigación periodística en 2007 sacó a la luz que Wakefield había manipulado los datos de los participantes en una compleja estrategia para poder demandar a las farmacéuticas que fabricaban las vacunas.
Poco después, en 2010, el Consejo Médico General de Reino Unido dictaminó que Wakefield había faltado a su deber como médico, actuando de manera deshonesta e irresponsable. Inmediatamente The Lancet se retractó de la publicación y todos los medios de comunicación se hicieron eco de la noticia, pero ya era demasiado tarde.
La semilla sembrada por aquel médico había comenzado a extenderse como la pólvora, dando lugar a una epidemia terrible, que a día de hoy se ha convertido en un verdadero problema de salud a nivel mundial.
Un efecto dominó
Cuando un padre o una madre deciden no vacunar a sus hijos, no sólo están poniéndolos en peligro a ellos, sino que también perjudican a todos los que les rodean y pueden ser susceptibles de contagio.
Hay personas muy inmunodeprimidas o que por segundas enfermedades, como el cáncer, no pueden ser vacunadas, por lo que es muy importante que las personas cercanas a ellas estén debidamente protegidas, para evitar la transmisión de agentes patógenos.
Y eso es precisamente lo que está llevando a que surjan brotes de enfermedades como el sarampión, las paperas o la tos ferina; que no afectan solo a la población general, sino que también están atacando a los propios sanitarios, como se puede ver en triángulos rojos en el mapa.
Sólo un brote en España
Lamentablemente, los países menos desarrollados siguen sin disponer de los recursos suficientes para administrar las vacunas necesarias para erradicar estas enfermedades, pero lo más preocupante es que en otras naciones mucho más adineradas, como Estados Unidos o Inglaterra, los brotes están siendo cada vez más numerosos.
En cuanto a España, en este mapa sólo se muestra un brote de sarampión, que tuvo lugar en Navarra este mismo año.
Sin embargo, si bien es verdad que no han llegado a calificarse como brotes, en nuestro país se han dado varios casos aislados, como el del niño de 6 años que murió en 2015 en Olot después de que sus padres rechazaran vacunarlo de difteria.
Es por esto que resulta vital enseñar a la población a defenderse de las fuentes de información fraudulentas, que han conseguido que aquellos que sólo quieren cuidar a sus hijos obtengan el efecto totalmente contrario.