Se llama cirugía bariátrica y es la forma literal de cortar por lo sano con la obesidad. El paciente, obeso, ha de entrar en el quirófano, donde se somete a una reducción de estómago. El resultado final va mucho más allá de perder peso y ha conseguido incluso hacer remitir enfermedades como la diabetes.
Así, no son nuevas las bondades de este tipo de operación pero, hasta la fecha, poco se sabía de sus efectos a largo plazo. La literatura científica se había centrado en cómo influía en la salud de forma casi inmediata. Y eso era algo que nadie discutía.
Un grupo de investigadores del Clalit Research Institute, un centro asociado a la mayor aseguradora de Israel (que cubre al 54% de sus ciudadanos), ha ido ahora un paso más allá y ha querido comprobar si la cirugía para la obesidad reduce el riesgo de muerte. En otras palabras, ha querido averiguar si las personas que recurren al bisturí para perder peso mueren menos que las que optan por métodos menos invasivos, como el consejo nutricional y en estilos de vida.
La potencia del estudio-publicado en la revista JAMA- reside, sobre todo, en el número de sus participantes. 33.540 participantes fueron observados durante casi cinco años. Todos obesos, pero sólo algunos operados; en concreto, 8.385, con una media de edad de 46 años.
La forma de operarse difería, ya que se habían sometido a tres técnicas distintas, la colocación de una banda gástrica por laparoscopia, el bypass gástrico en Y de Roux y la gastrectomía en manga laparoscópica.
Lo que Orna Reger y su equipo hicieron fue sencillo, pero constituye, quizás, el punto débil del estudio. Se limitaron a registrar las muertes que había en uno y otro grupo hasta cinco años después de la operación o la intervención alternativa para perder peso.
Así, es un estudio observacional, por lo que no se puede descartar que haya otros motivos detrás de la diferencia de mortalidad observada en los dos grupos, que no es pequeña.
En el grupo de personas obesas que no había entrado en quirófano, murió por cualquier causa el 2,3% de los participantes, mientras que el porcentaje se reducía al 1,3% entre los obesos que sí habían sido operados.
Aunque los autores reconocen que el carácter observacional del estudio es una de las principales debilidades del mismo, también es firme a la hora de señalar sus fortalezas: existen muy pocos trabajos que evalúen a pacientes de este tipo a largo plazo y desde luego ninguno con un número tan alto de participantes en los dos grupos.
¿Quiere decir esto que habría que operar a cualquier persona obesa? Los israelís no se atreven a llegar a tanto, pero ofrecen esta evidencia científica para quien sí se atreva a hacerlo. O a negarlo.