Según la mitología griega, cuando cada hombre nacía su destino era trazado por las tres moiras, diosas hijas de Zeus y Temis que regulaban la vida de cada mortal desde su nacimiento hasta la muerte. Una de ellas era Cloto, que hilaba el hilo que después se enrollaría y acabaría cortándose delimitando la fecha de la muerte.
Dado su trascendental papel en la supervivencia de un individuo, no es de extrañar que los científicos utilizaran el nombre de Kloto para definir a un grupo de proteínas que desde hace años se sabe que son clave en la regulación de la longevidad y el metabolismo humano.
Sin embargo, poco se sabía en realidad de ellas, una situación que cambia un estudio publicado en la revista Nature, que desvela por primera vez la estructura tridimensional de una de estas proteínas, beta-Klotho, y deja claro que su relevancia no sólo se debe a ella misma, sino a la familia de hormonas a la que se adhiere, los factores FGFs.
Así, la proteína con nombre de diosa griega ayuda a transmitir una señal hormonal que ralentiza el envejecimiento. Y, esto, lejos de significar -o al menos sólo- que las arrugas tardan más en aparecer, tiene muchísimas implicaciones.
Por ejemplo, se ha visto que beta-Klotho es el receptor primario de la hormona FGF21 y que cuando se unen se estimula la sensibilidad a la insulina y el metabolismo de la glucosa, lo que provoca una pérdida de peso. A raíz de este hallazgo, se podrían desarrollar terapias para enfermedades como la diabetes tipo 2 en pacientes obesos.
"Como la insulina, la FGF21 estimula el metabolismo incluyendo la absorción de glucosa", explica el autor principal del estudio, el investigador de la Universidad de Yale Joseph Schlessinger. "En animales y en algunos ensayos clínicos, se ha visto que esta hormona puede incrementar la quema de calorías sin cambiar la cantidad de alimento ingerido y ahora sabemos cómo se puede mejorar esa actividad biológica".
Además los investigadores han visto que una enzima relacionada estructuralmente con la hormona, la glicosidasa, que rompe el azúcar, evoluciona a un receptor para la hormona que baja el azúcar de la sangre, lo que podría no ser una casualidad.
Además de sus implicaciones en la obesidad, los nuevos hallazgos también podrían ayudar al desarrollo de fármacos frente a la enfermedad hepática, ya que otra de las hormonas a las que se adhiere beta-Klotho es FGF23, implicada también en estos procesos.
El estudio publicado en la última edición de Nature no sólo es importante por todas las puertas que abre, sino por cómo se ha llevado a cabo, usando cristalografía de rayos X.
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